Facebook, el todo poderoso

FT Mercados

La red social es una enorme fuerza política global a la que acusan de todo tipo de cosas, desde inclinar las elecciones presidenciales de EU hasta permitir el genocidio en Myanmar.

"La mayor amenaza para Facebook sería si los gobiernos toman la decisión de tratarlo como una editorial en lugar de una plataforma".
GIDEON RACHMAN
Ciudad de México /

La era de Instagram provocó el ascenso de una nueva clase, los influencers, quienes convencen a sus seguidores para que compren y piensen de cierta manera. Pero el influencer más grande de todos es Facebook, la compañía propietaria de Instagram y WhatsApp. Con 2,700 millones de usuarios —más de un tercio de la población del mundo—, la red social es una enorme fuerza política global a la que acusan de todo tipo de cosas, desde inclinar la balanza en las elecciones presidenciales de Estados Unidos (EU) en 2016, hasta permitir el genocidio en Myanmar.

Mark Zuckerberg, el fundador de la red social, alguna vez se mostró renuente a reconocer el poder político de la compañía, inicialmente rechazó la idea y calificó como una “locura” que las noticias falsas en Facebook tuvieron influencia en las elecciones de 2016. Esta actitud bien pudo ser ingenua o poco sincera, pero sin duda no fue sostenible.

Facebook se ha convertido en un blanco político, y por lo tanto, tuvo que entrar en la arena política, tratando de tranquilizar a los legisladores que temen su poder. Con 35 años de edad, Zuckerberg demostró ser un ingeniero y empresario brillante. 

Pero ahora tendrá que demostrar que es un político brillante. Si fracasa, su creación se podría dividir, o podría suceder que sus ambiciones se frustren cada vez más y sus mejores productos empiecen a tener una regulación excesiva, que los obligue a desaparecer.

Tal vez la mayor amenaza para Facebook sería si los gobiernos toman la decisión de tratarlo como una editorial en lugar de una plataforma, con lo que se vuelve legalmente responsable de todas las mentiras o difamaciones que publique la compañía. Su enorme sede en Menlo Park, California, podría quedar enterrada bajo una avalancha de demandas. Sin embargo, la acción del gobierno también podría ser la salvación de la compañía. 

Con 15 años, Facebook es el adolescente más poderoso del mundo. Al igual que muchos adolescentes, podría beneficiarse si los adultos establecen algunos límites, en particular, al regular la forma en que se ocupa de la política. La alternativa para una compañía con 40,000 empleados es seguir tratando de moderar los debates políticos de 2,700 millones de personas.

En su mercado interno de EU, Facebook está bajo las feroces críticas de ambos lados del espectro político. Donald Trump acusó a la red social de “siempre estar” en su contra, una acusación que hizo eco en destacados republicanos, quienes dicen que el algoritmo de la compañía minimiza las noticias de fuentes de derecha. 

La decisión de Facebook de retirar de la plataforma a ciertos comentaristas de extrema derecha, como el aficionado a las teorías de la conspiración Alex Jones, también provocó acusaciones de sesgo.

Mientras tanto, la izquierda acusa a Facebook de tolerar despreocupadamente las mentiras y la manipulación política, prefiriendo obtener ganancias y aumentar los usuarios en vez de hacer frente a sus responsabilidades políticas. 

Para defender este argumento, la senadora Elizabeth Warren, quien es una de las principales contendientes a la candidatura demócrata, colocó deliberadamente un anuncio engañoso en Facebook, en el que afirma que Zuckerberg respaldó a Trump para su reelección. Facebook no mordió el anzuelo al eliminarlo. El CEO argumentó: “No creo que sea correcto que una empresa censure a los políticos”.

Estas controversias se replican en todo el mundo. En el Reino Unido, muchos Remainers (los que hacen campaña por permanecer en la Unión Europea) creen que los anuncios en Facebook desempeñaron un papel nefasto para darle un giro al referéndum del Brexit en 2016, al dirigirse a votantes susceptibles con noticias falsas sobre inmigración. Facebook constantemente tiene que ajustar sus políticas y productos para hacer frente a esta avalancha de quejas.

 Limitó el número de usuarios a los que se pueden reenviar mensajes de WhatsApp, en un esfuerzo por evitar que la histeria se vuelva viral. Asimismo, la empresa utiliza 35,000 verificadores de hechos externos, ayudados por inteligencia artificial, para buscar noticias falsas, que luego se etiquetan y se les da una clasificación más baja. Continúa prohibiendo a los defensores del terrorismo y el discurso de odio. Ya eliminó miles de millones de cuentas falsas.

 Pero la frontera entre la libre expresión y la incitación a la violencia —y entre políticos legítimos y los incitadores de odio— inevitablemente está en discusión. Para lidiar con las disputas sobre el tipo de contenido que Facebook debería prohibir en su plataforma, la compañía está creando un Consejo de Supervisión Independiente, que en gran medida se asemeja a la Corte Suprema de EU. 

El esfuerzo es interesante y serio. Pero sin duda está más allá de las capacidades de una sola compañía para hacer juicios matizados sobre el debate político en cientos de países e idiomas. En EU, se habla cada vez más sobre la división de la empresa. Pero si bien podría haber un argumento económico para dividirla, no habría justificación política para hacerlo. La era de las redes sociales llegó para quedarse, con todas sus complicaciones. Eso no cambiaría al dejar a Facebook fuera de servicio.


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