Los asesinatos de mujeres por sentido de pertenencia son feminicidios que se dan en zonas de conflicto armado. Las situaciones particulares de la violencia en cada territorio condicionan las expresiones de los tipos de violencias contra las mujeres.
Estas expresiones tienen un aumento exponencial por el clima de violencia generalizado que se da por las pugnas del control del territorio. Hay tres factores que confluyen para el incremento de esta violencia: desigualdad, recompensa y arma de guerra.
Está pugna se traslada a los cuerpos de las mujeres, como lo nombra Rita Segato, quienes son vistas como una extensión del territorio en disputa.
Estos feminicidios se mueven entre dos posiciones de motivación feminicida: las mujeres son vistas como un objeto de posesión y las mujeres conceptualizadas como objeto sexual.
Hay otra tercera motivación feminicida que se da a partir de la unión de los dos extremos referidos que consideran a la “mujer como objeto de posesión contraria”, la “mujer como un objeto de posesión” del rival, del otro, al que hay que atacar de múltiples formas para dañarlo o vencerlo, y las mujeres tienden a ser el grupo vulnerado.
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Son asesinatos que, para el caso de México tienen, primordialmente, dos componentes: una extrema violencia para causar la muerte, que incluye la exposición del cuerpo en lugares públicos, con mensajes colocados sobre ellas; los cuerpos son encontrados con manipulaciones humillantes, degradantes para las mujeres en su comunidad, para el grupo de pertenencia y la violencia sexual.
La violencia armada ha evolucionado a tal grado que a últimas fechas, se han usado los cuerpos de las mujeres para mandar mensajes a sus rivales.
Los asesinatos
de mujeres por narcotráfico y crimen organizado están sustentados en el lavado de dinero, la extorsión por intimidación, el tráfico de personas y mercancías y el robo de autos.
También estos asesinatos se dan en el espacio privado de las mujeres, en sus hogares cuando sujetos o comandos armados incursionan para ejecutar a sus seres queridos, esté el rival o no en casa; como venganza, asesinan a la mujer o las mujeres de su entorno y lo harán con diversos tipos de violencias.
Estos asesinatos obligadamente deberían ser investigados con perspectiva de género. En Tijuana, por ejemplo, muchas mujeres no estaban relacionadas en temas de delincuencia organizada, pero sí sus parejas sentimentales. Por esa razón, es relevante integrar investigaciones desde una perspectiva de pertenencia de las mujeres como parte del conflicto y cómo los hombre de su entorno están vinculados con los contrarios.
Ejemplos de estos, hay varios. El 25 de agosto asesinaron a tres niñas: un comando armado con armas largas irrumpió en una convivencia familiar en un rancho en Riberas del Bravo en Ciudad Juárez, Chihuahua, el comando ejecutó a Lindsay, Sherlyn y Arleth, tenían 14, 13 y 4 años de edad, y levantó al papá de las menores, quien apareció días después ejecutado y con huellas de tortura, pero antes vio cómo asesinaban a sus hijas.
El pasado 30 de agosto en Madera, Chihuahua, aparecieron los cuerpos de tres chicas jóvenes jornaleras, se encontraron torturadas, amordazadas, maniatadas, y degolladas con un mensaje amenazando al grupo rival: “Ahí están sus putas informantes. Sigan mandandonos más y ustedes siguen marranos: Francisco Arvizu (El Jaguar), José Alfredo Núñez Cárdenas (Platanito), La Cebra, El Venado, El Grande, Juan Arno Bustillos Carpintero (Yoni), Alfredo (Texas), Charolito, José Avilez, Mario Díaz, Chekes, Martín Encinas, Arturo Avilez, Antonio Villa (Toni Villa), Guadalupe Murillo, Atte: NCDJ”.
Estos asesinatos deben ser investigados, con la metodología de género para lograr identificar la relación causal entre la condición de las mujeres, su relación con el agresor y la forma en que son ejecutadas.
Grave resulta la ausencia de nuestra legislación que aun y cuando se ha caminado a un código de procedimientos penales único, sigue invisibilizando el delito de la tipificación para los asesinatos de mujeres, desde el abordaje del sentido de pertenencia.