Desde los 2 años de edad, Carlos padecía incontrolables escurrimientos nasales en otoño e invierno que en pocos días derivaban en alguna infección viral o bacteriana de las vías respiratorias altas y, algunas veces, se mudaban hasta los bronquios. Era una clara rinitis alérgica que lo tenía entre el alergólogo y el otorrinolaringólogo una o dos veces por mes.
Pero Carlos también había sido diagnosticado desde bebé con dermatitis atópica (DA). “Es un tipo de piel que sobre reacciona, es como tener los ojos azules: así es y no cambiará”, le había dicho la dermatóloga a sus padres, cuando les entregó una receta con diversos productos de cuidado personal de grado farmacéutico e instrucciones para aplicarlos y evitar en lo posible las lesiones que el pequeño sufría cuando hacía frío y el clima era seco, o cuando se exponía brevemente al sol. También les dio una lista de productos irritantes que debían eliminar de su cuarto de lavado y de la limpieza de la casa.
Todas son crónicas, pero controlables. La rinitis alérgica, los pólipos nasales, la dermatitis atópica y el asma tienen un síntoma común que, si se trata y elimina, ayuda a controlar estos padecimientos de manera eficiente. Se le conoce como Inflamación Crónica Tipo 2 y es una respuesta excesiva del sistema inmunitario ante alérgenos u otros factores desencadenantes de inflamaciones, causada por la sobreproducción de un par de proteínas.
Diversos avances científicos, en los últimos cinco años, demostraron que esta sobrerreacción del cuerpo es la causa de diferentes enfermedades atópicas, alérgicas e inflamatorias, que nunca antes se pensó que tuvieran alguna relación, al grado de que son atendidas por diferentes especialistas médicos. Hoy se sabe que las más comunes son el asma, la dermatitis atópica (DA), la esofagitis eosinofílica (EoE) o la rinosinusitis crónica con poliposis nasal (RSCcPN), pues en el desarrollo de todas influyen factores predisponentes genéticos y factores desencadenantes ambientales.
Las personas con una enfermedad inflamatoria de tipo 2 tienen un mayor riesgo de desarrollar otras patologías de la misma categoría, como asma y DA, por ejemplo, además de sufrir síntomas impredecibles, persistentes o incontrolables que disminuyen sensiblemente su calidad de vida.
A los 11 años, la rinitis y la DA de Carlos ya estaban controladas, aunque eventualmente sufría episodios de urticaria o escurrimiento nasal que lo sacaban del colegio y de sus otras actividades. Hace unos meses, su dermatóloga de cabecera le habló a sus padres de un nuevo enfoque, con Dupilumab, un innovador fármaco que inhibe las dos proteínas que disparan la hiperreacción de su piel y, sorprendentemente, también le ayudarían con su rinitis. Ahora Carlos mantiene a raya con más facilidad sus padecimientos y lleva una vida tranquila y más activa en todas las estaciones del año.
srgs