Jacinda Ardern está en camino cuando un policía corpulento en ropa de civil aparece en la puerta y empieza a revisar el lugar. Solo hay siete u ocho mesas en Hillside Kitchen & Cellar, un café-restaurante tranquilo y elegante frente a la residencia oficial de Jacinda Ardern en Wellington, así que no pasa mucho tiempo antes de que me detecte en un rincón. “¿Todo bien?”, pregunta, y se presenta como Eric, del Servicio de Protección Diplomática de Nueva Zelanda.
Si su seguridad parece terrenal, entonces va muy en línea con la imagen pública que convenció a aquel país de votar por Ardern para el cargo a finales de 2017.
Impulsada tanto por el estilo fresco e informal de la funcionaria de 38 años de edad, como por su defensa de las causas progresistas, la Jacindamanía rápidamente se convirtió en un fenómeno global, dándole un lugar destacado junto a Emmanuel Macron, de Francia, y Justin Trudeau, de Canadá, en la contranarrativa liberal al resurgimiento del populismo de derecha.
La sensación de un líder en un nuevo molde optimista se incrementó después del anuncio, en enero de 2018, de que estaba embarazada de su primera hija, a la que dio a luz en junio del año pasado. Ardern se convirtió en la primera jefa de gobierno que tiene un hijo mientras ocupa el cargo, desde la fallecida Benazir Bhutto, quien fue la primera mujer en dirigir un país musulmán.
La primera ministra entra con grandes pasos al café mostrando su característica sonrisa. A su lado se encuentra un hombre con aspecto atlético, quien viste jeans y una camisa informal.
“Espero que no lo tomes a mal, acabo de regresar de un evento de anoche en Wanaka, así que traje a mi pareja, Clarke Gayford, conmigo”, dice, haciendo un gesto hacia él, quien es conocido por muchos neozelandeses por ser el presentador de un popular programa de pesca de la televisión, Fish of the Day. Ardern lleva a Gayford a una mesa separada, donde se le unen unos más del séquito de la primera ministra.
Acomodándose en su silla, habla del esfuerzo que hizo para llevar una vida normal a pesar de las presiones del trabajo y de su embarazo, y lo afortunada que se siente de que Gayford aceptara ser un padre que se queda en casa.
“Todavía hago el supermercado y tuve la oportunidad de ir a Kmart a buscar mi ropa de maternidad. La única razón por la que puedo hacer lo que hago es porque mi pareja tiene la capacidad de ser un cuidador de tiempo completo”, dice. “Así que no quiero parecer una supermujer, porque no deberíamos esperar que las mujeres sean supermujeres”.
Ardern se tomó seis semanas de licencia de maternidad antes de regresar al trabajo. Me dice que tiene las mismas dudas y temores de muchos futuros padres, aunque claramente es una de las pocas personas que han tenido la oportunidad de hablar sobre esto con Barack Obama, quien visitó Nueva Zelanda en marzo de 2018.
“Le pregunté ‘¿cómo manejas la culpa?’. Me considero una persona que siente mucha culpa. Tal vez, estar en la política es el peor lugar para mí”, dice Ardern de una forma encantadora. “Su consejo fue ‘simplemente tienes que dar lo mejor de ti’”.
El año pasado fue vertiginoso para ella. Elegida líder adjunta del Partido Laborista de Nueva Zelanda en marzo de 2017, asumió el cargo principal siete semanas antes de las elecciones de septiembre de ese año, después de la repentina renuncia de su predecesor.
A pesar de su atractivo estilo y su capacidad de conectarse con el público, es posible considerarla una persona que se encuentra dentro en lugar de un insurgente, una consumada política de carrera con poca experiencia en otros campos.
“Trabajé tanto tiempo en una tienda de fish and chips como lo hice en el parlamento”, responde cuando pregunto sobre esto, refiriéndose a un trabajo después de la escuela. “He tenido experiencias particulares en política, pero no son las únicas y no fueron las que me definieron”.
Al ser feminista, Ardern no es fan del presidente de Estados Unidos (EU), Donald Trump, pero es demasiado diplomática para decirlo, dada la estrecha relación comercial y de seguridad de Nueva Zelanda con EU (su país es miembro de la red de espías Five Eyes, que también incluye a EU, Canadá, Australia y Reino Unido).
¿La mujer a quien la revista Vogue apodó como antiTrump, puede construir una relación cercana con su administración? “Claro que sí, tenemos que hacerlo”, dice ella. “En cada relación encontrarás puntos de diferencia”.
“La política es un lugar difícil, así que tienes que ser flexible. Siento las cosas de manera bastante aguda, pero eso significa que mi brújula política quizá todavía esté intacta, y mi sentido de la empatía y bondad todavía está al frente de esto”.
Cuando nos despedimos, Ardern se dirige a la puerta, se voltea para decir: “Nos vemos la próxima vez que estés aquí y veremos si estoy en un punto alto o en uno bajo”. Al menos por ahora, esto no parece quitarle el sueño a la primera ministra de Nueva Zelanda.