Comprar un café en Starbucks, pedir un Uber, calcular y pagar nuestros impuestos; hacer las compras del súper, comprar el guardarropa de la temporada y planear un viaje son cosas que hoy hacemos cotidianamente de manera efectiva desde una computadora, tableta o teléfono inteligente. Pero, ¿has pensado en el impacto que estos avances tecnológicos han tenido en la fuerza laboral?
“Pareciera que las nuevas tecnologías no afectan al mercado laboral, pero sí lo hacen. No nos hemos dado cuenta, pero hay carreras enteras que ya son obsoletas... y seguirá pasando”, dice Jesús González Arellano, socio líder de Negocio Estratégico y Reputación de Deloitte México.
Históricamente, cada revolución industrial ha empujado una significativa pérdida de empleos y la necesidad de reconfigurar el mercado laboral, la educación y la economía entera. La industria 4.0, con el poder de la inteligencia artificial, el big data y el machine learning en franco avance, no es la excepción.
Como la máquina de vapor, la producción en serie y las computadoras sustituyeron a la fuerza física y la mano de obra en su momento; la automatización y la inteligencia artificial hacen lo propio con labores poco calificadas o rutinarias, y también han comenzado a reemplazar trabajos que requieren fuerza cerebral.
Según el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) 29% de las tareas laborales en el mundo eran realizadas por máquinas en 2018, y se espera que para 2022 el indicador aumente a 52%.
Todos seremos reemplazados; sin embargo, no es necesariamente un drama o el inicio de una película de terror. El mismo reporte del WEF apunta que, si bien se estima que se perderán 75 millones de empleos en el mismo periodo (2017-2022), se proyecta la creación de 133 millones, lo que significa 58 millones de nuevos empleos netos.
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Los retos en esta cuarta revolución tecnológica son, por un lado, generar otro tipo de ocupaciones en cantidad y ritmo suficiente para asimilar a todos los desplazados, y por el otro, la necesidad urgente de que los empleados se renueven, pues 54% de esos empleos requerirá la adquirir de nuevas habilidades significativas que permitan aprovechar las oportunidades de crecimiento por venir.
“Todas las revoluciones han cambiado la vida diaria y han implicado un cambio en el modelo de trabajo. Ahora el proceso es más rápido y requiere una gran inversión en educación. Tal vez no todos deben programar, pero al menos deben conocer la tecnología”, explica Vanesa Scaburri, directora de ciudadanía corporativa de Oracle Latinoamérica. Añade que “desde ahora, nadie tendrá un trabajo que no implique lidiar con tecnología”.
¿Una revolución sin prisa?
Para México, 1 de los 10 principales destinos manufactureros globales, entrar de lleno a la revolución 4.0 significa colocarse entre las cinco mayores potencias económicas del mundo, dice Alejandro Preinfalk, vicepresidente senior de Industrias Digitales en Siemens México, Centroamérica y el Caribe. Sin embargo, la transformación digital de las empresas apenas es el comienzo.
El dilema es el mismo de otras revoluciones industriales: pagar máquinas o mano de obra.
Este tema podría ser un freno para el proceso de automatización del país al evaluar la relación costo-beneficio. “Tenemos un enfoque maquilador y de manufactura, somos una nación transformadora y eso nos juega en contra porque la mano de obra es económica”, dice Jesús González, de Deloitte.
Los números no mienten y México va lento. Mientras en Corea del Sur hay 631 robots por cada 10,000 trabajadores en la industria manufacturera, en Alemania 309, en Estados Unidos 189 y en Canadá 145, México apenas llega a 34, según datos a 2018 de la International Federation of Robotics.
Este ritmo menos dinámico tiene sus pros y sus contras. Si bien nos da tiempo “para entrenar y preparar a nuestros trabajadores para que accedan a los roles que van a surgir”, también nos retrasa para aprovechar los beneficios que trae la revolución tecnológica,comenta Jesús Luna, socio líder en asesoría de Auditoría, Riesgo y Cumplimiento de KPMG México.
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Menores costos; más eficiencia y productividad, y la dinamización de la economía del país son algunos de los impactos positivos de la industria 4.0, “gracias a la interacción entre máquinas y personas y a la transmisión de información en tiempo real que permite la oportuna toma de decisiones y favorece un uso más eficiente de recursos, tanto humanos como materiales”, agrega Luna, de KPMG.
La revolución 4.0 no solo impacta a la industria manufacturera; está en todas partes y sienta la base para la competitividad del país.
No se trata solo de automatización y robots. “A inicios de los años 90 empresas de todas las industrias y los sectores comenzaron a abrazar los sistemas de planificación de recursos empresariales (Enterprise Resource Planning o ERP, por sus siglas en inglés) como Oracle y SAP”, explica González Arellano, de Deloitte.
“Los ERP dan información en tiempo real para administrar tu negocio de manera más eficiente… pero hoy el ambiente es más complejo y retador. No basta con tener los datos, hay que analizarlos. Esto se conoce como cognitive analytics y es inteligencia artificial que da predicciones. En ese rubro, México tiene poca experiencia”, agrega Jesús González.
Además, en el plano empresarial existen dos realidades: las compañías medianas y grandes, que invierten en tecnología relevante pero son apenas 1% del universo empresarial, y las pequeñas y micro que representan 99% del total y “están prácticamente en blanco; lo tiene fuera del radar, pero se beneficiarían mucho si integraran la tecnología a sus procesos”, menciona el especialista de Deloitte.
El Dato.1,200 empleados
trabajan en la empresa Cuadritos
La educación 4.0
El reciclaje profesional necesario para “subirnos a la ola de la industria 4.0, no quedarnos atrás” y evitar que el mercado laboral colapse, depende de la transformación de la educación del país en un plano integral. Esta evolución debe involucrar “al gobierno, la academia y a la iniciativa privada. Por un lado en temas de investigación y desarrollo, y por otro en la preparación del capital humano”, afirma Alejandro Preinfalk, de Siemens.
La idea es ofrecer programas de educación dual, que empatan la preparación tradicional con la capacitación técnica en varios niveles, justo como lo hace el gobierno con los bachilleratos técnicos y las universidades tecnológicas. Algunas empresas como Liverpool, Volkswagen y Siemens tienen programas abiertos para colaborar en la práctica con universidades e institutos en la formación de bachilleres y profesionales técnicos.
En la práctica, todas las industrias tendrán brechas de habilidades, de modo que se requerirá la coordinación entre el gobierno, las empresas, los empleados y la academia para crear esa nueva visión del mercado laboral, de acuerdo con el reporte del WEF publicado en septiembre de 2018.
Especialmente en Latinoamérica, la inversión que se haga en educación debe ser importante desde los niveles básicos y complementarse con programas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas, que en inglés se reconocen con el acrónimo STEAM, explica Vanesa Scaburri, de Oracle.
“La educación es la llave de como preparar a nuestras nuevas generaciones para salir al mercado laboral y a la vida. Todo niño y joven debe adquirir competencias y habilidades que le permitan adaptarse al uso de tecnologías que hoy todavía no existen, y eso lo lograrán con Lógica, Matemáticas y Ciencia”, agrega Scaburri.
Además de habilidades “duras”, es importante que los niños puedan desarrollar “aptitudes, comunicación, creatividad, colaboración, flexibilidad y la capacidad de reaprender de manera permanente, cosas que las máquinas no hacen y en las que podremos desarrollarnos los humanos”, indica la especialista de Oracle.
El Dato.52%
de las tareas laborales serán realizadas por máquinas en 2022
Economía circular: revolución sustentable
Igual que en el tema laboral, la avalancha tecnológica de la industria 4.0 puede ser un problema para el medio ambiente y la sociedad o una oportunidad para gestionarlos con éxito. “La digitalización podría evitar la generación de 27,000 toneladas de CO2 en 10 años, de modo que la eficiencia energética ayudará tanto a mejorar procesos como a proteger el medio ambiente”, dice Alejandro Preinfalk, de Siemens.
Desde un punto de vista integral, encontramos la llamada economía circular, cuyo planteamiento es “cambiar el modelo tradicional de hacer, usar y tirar, por el nuevo esquema de hacer, usar y rehacer”, dice Alicia Moreno, gerente senior de la Práctica de Sostenibilidad de KPMG.
Con este enfoque, los programas de las empresas para la sustentabilidad y la transformación digital deben ser coincidentes y paralelos, como en el caso de Grupo Cuadritos, compañía del sector alimenticio que asegura ser la más automatizada del ramo, al tiempo que presume su distintivo de Empresa B (que se refiere a aquellas que utilizan el poder del mercado para dar soluciones concretas a problemas sociales y ambientales) y la calidad orgánica de sus productos.
“Tenemos la sustentabilidad en nuestro ADN, pero no nacimos así. Fuimos cambiando poco a poco hasta llegar al punto en que gestionamos nuestros recursos para impactar positivamente en todas las áreas”, señala Raúl Katthain Alarcón, CEO de esta empresa que produce, entre otras cosas, la leche orgánica Bove.
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Cuadritos entró al mercado de productos orgánicos para poder competir con las grandes productoras de lácteos del país; “somos una empresa familiar mediana y por eso requerimos ser más rápidos y eficientes. La tecnología ayuda en eso”.
La compañía tiene una planta laboral de 1,200 empleados (50% mujeres) que, según Katthain, crece porque “hay muchas actividades que solo la mano humana puede hacer. En los últimos años, Cuadritos ha crecido entre 14% y 15% anual y ha tenido utilidades de 8%, que se reinvierten en su totalidad en todas las áreas de la empresa, incluido el plan de digitalización”.
Actualmente, Grupo Cuadritos produce leche con vacas de libre pastoreo (solo cuatro por hectárea); genera toda la energía eléctrica que consume, reduce su huella de carbono con la utilización de gas natural y tiene 60 millones de lombrices que le dan bio-tratamiento a las aguas residuales de los municipios que circundan sus plantas. Además, son los creadores del Banco de Alimentos más grande del país, a través de su fundación Nutrición y Vida.