Antes de la pandemia, las mujeres ya dedicábamos tres veces más tiempo al trabajo no remunerado que los hombres —40 y 13 horas a la semana, respectivamente—, algo que limitaba la presencia femenina en el mercado laboral formal, de apenas 44 por ciento en 2019, frente a 77 por ciento que alcanzaba la participación de los hombres en ese rubro.
En automático, el gran confinamiento vino a hacer más densa la inequitativa carga de trabajo doméstico que históricamente ha pesado sobre la espalda de las mujeres. El levantamiento de datos entre septiembre 2020 y agosto de 2021 de la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT) del Inegi, indica que las mujeres dedicaron al trabajo no remunerado 7:46 horas diarias en promedio, contra las 3:06 registradas en el monitoreo de 2016-2017.
Durante el confinamiento, a ellas se les impusieron más tareas a propósito de la crisis sanitaria: atender enfermos, limpiar y desinfectar cuanta cosa cruzara por las puertas de la casa, cocinar lo poco o mucho que por precaución dejamos de consumir fuera, acompañar y apoyar a niños y niñas en su incipiente aventura por la educación a distancia y un largo etcétera que destaca por un común denominador: todos son trabajos no remunerados.
Pero no todo ha sido oscuridad para la agenda de género en el contexto de la crisis sanitaria. Hace justo un año, en el marco del Foro Generación e Igualdad en México, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y ONU Mujeres lanzaron la convocatoria para formar una Alianza Global por los Cuidados (AGC), con el objetivo de promover un espacio de colaboración rumbo a una agenda de cuidados, desde el nivel local hasta el mundial.
El Dato...18 años
Se calcula es el retroceso histórico en la participación laboral femenina causado por la crisis sanitaria en América Latina y el Caribe
Según las promotoras de la iniciativa, la pandemia y el confinamiento han ayudado a crear conciencia de cuánto trabajo se hace en casa. Es esa premisa la que motivó al Inmujeres a hacer tal llamado, que ha conseguido dar protagonismo al tema. “Los cuidados son acciones que todo el mundo ve como ‘naturales’ pero son un trabajo que no se redistribuye equitativamente ni se remunera, aunque beneficia a todos”, destaca Nadine Gasman, presidenta de esa entidad gubernamental.
“Las mujeres tenemos tres problemas básicos: primero, queremos empoderarnos económicamente, salir a trabajar para tener nuestros propios recursos, seguridad social, jubilaciones, prestaciones, etcétera; segundo, necesitamos saber con certeza que, al salir a trabajar, nuestros seres queridos estarán bien cuidados y seguros, y tercero, queremos vivir en paz, sin violencia”, explica Gasman. “Para todo ello es elemental contar con un sistema integral de cuidados”.
Un largo camino
La iniciativa AGC tiene muchos temas por abordar en nuestra geografía. La desigualdad de género potencia nuestra desventaja como habitantes de Latinoamérica, “la región más afectada por la pandemia en el mundo”, donde según la Comisión para América Latina y el Caribe, el PIB cayó 6.8 por ciento y en la que de cada 10 personas que salieron de la fuerza laboral a raíz de la crisis sanitaria, seis son mujeres.
En México es fácil ver que, como género, a medida que nos implicamos más en tareas no remuneradas como los cuidados a la familia, más retrocedemos en la actividad productiva formal. Y el círculo vicioso se agrava con los déficits existentes en políticas públicas para atender la demanda de cuidados a los diversos grupos poblacionales (adultos mayores, personas con discapacidad, niños y niñas, enfermos).
También influyen los patrones culturales patriarcales, que mantienen reducida al máximo la participación del hombre en este tipo de actividades; la desigual división sexual del trabajo, expresada en una sobrerrepresentación de la mujer en el ámbito de los cuidados, y la escasa participación femenina en la esfera pública, que contribuye en gran medida a invisibilizar la agenda de género.
En el marco de la presentación, en noviembre del 2021, de un documento conjunto de la CEPAL y ONU Mujeres, denominado Hacia la Construcción de Sistemas Integrales de Cuidados en América Latina y el Caribe. Elementos para su implementación —donde también estuvo presente el Inmujeres—, Ana Güezmes García, directora de la División de Asuntos de Género de la CEPAL, explicó la problemática: “Las mujeres cuidamos a los demás descuidando nuestras oportunidades y a menudo perdiendo nuestra capacidad de generar ingresos”. Y remató: “La crisis sanitaria en América Latina y el Caribe ha ocasionado un retroceso histórico, de 18 años, en la participación femenina en el mercado laboral”.
Los avances
La Alianza Global por los Cuidados suma ya 52 adherentes, entre ellos 20 gobiernos (de países de Latinoamérica, Europa, Canadá y África). De un llamado, pasó a ser un intercambio de experiencias donde presidentes, primeros ministros, representantes de ONGs, del sector privado y de la sociedad civil, así como la CEPAL, ONU Mujeres, la Organización Internacional del Trabajo y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, y dirigentes de grandes organizaciones de cuidadoras (por ejemplo, trabajadoras del hogar), debaten sobre la importancia de los cuidados para el desarrollo de las economías nacionales.
“Aspiramos a que, en cinco años, la agenda feminista de cuidados esté plenamente instalada en las sociedades y sus diferentes sectores, y a que se hayan implementado las modificaciones legales necesarias para conformar un sistema universal de cuidados, que no deje a nadie fuera y que atienda los criterios de interseccionalidad y diversidad”, precisa Gasman.
Otro logro de la AGC es que la Cámara de Diputados de México aprobó el reconocimiento de los cuidados como un derecho humano: “el derecho a cuidar, recibir cuidados y al tiempo propio”; al cierre de esta edición se esperaba la aprobación del Senado. Asimismo, ya fue redactada la Ley del Sistema Nacional de Cuidados, con la que se busca incidir en la provisión de cuidados, en el reconocimiento de estos como parte del crecimiento económico y en el respeto a los derechos de las cuidadoras y de las trabajadoras del hogar.
En palabras de Nadine Gasman, la creación de un sistema integral de cuidados es una inversión, y como tal puede generar retorno de recursos. “Por ejemplo, consideramos que con una inversión de 1.16 por ciento del PIB podríamos tener un cuidado universal de niños y niñas menores de seis años, con un retorno de 1.77 por ciento y casi 4 por ciento de aumento total en el empleo. Asimismo, una inversión para el cuidado de adultos mayores del orden de 0.1 por ciento del PIB, permitiría una atención importante con un retorno de 0.3 por ciento más la creación de empleo formal”.
La presidenta del Inmujeres añade que “estamos en un momento histórico; nos toca convencer de que un sistema integral de cuidados es una inversión inteligente y sustentable porque crea empleos y paz. Es una iniciativa de transformación social muy feminista, con el bienestar de las personas al centro y un cambio civilizatorio que es muy necesario”.
srgs