La diabetes mellitus tipo 2 pasó del segundo al tercer lugar como causa de muerte en México en los últimos dos años; paradójicamente, se potenció con la pandemia y hoy el país ocupa el sexto lugar en prevalencia a nivel mundial y el segundo en América Latina, tras pasar de 12.8 millones de personas diagnosticadas en 2019, a 14.1 millones en 2021, según cifras de la Federación Internacional de Diabetes.
Es decir, no bajó su prevalencia ni su índice de mortalidad, simplemente fue desplazada por los distintos tipos de cáncer (anteriormente en primerísimo lugar), y ambos por el propio covid-19.
En términos llanos, la diabetes aumentó más de 10% su incidencia en el país, un porcentaje muy superior al registrado entre 2017 y 2019, cuando pasamos de 12 millones a 12.8 millones de personas diabéticas, y aún mayor al del periodo bianual anterior —2015-2017—, que fue de 4.3%.
30%de los adultos que viven con diabetes desconoce su condición
Si bien cada uno de esos saltos de la diabetes en México ha sido alarmante, esos 1.3 millones de nuevos casos del periodo 2019-2021 dejan claro que la pandemia por covid-19 impulsó de manera sustancial el avance de esta enfermedad y alargó la lista de pendientes por ponderar y atender.
Estudios recientes sugieren que las medidas adoptadas para reducir la propagación del covid-19, como el aislamiento y el distanciamiento físico, generaron cambios en el estilo de vida de la población que echaron a andar la bomba, como la cancelación de membresías en centros deportivos y las compras de pánico de alimentos ultraprocesados, con alto contenido calórico, conservadores, grasas saturadas y sodio, y por regla general nutricionalmente más pobres.
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Por otro lado, el hecho de que los servicios de salud se volcaran en la atención de pacientes con covid-19, hicieron que el control de la diabetes (al igual que el de otras enfermedades crónicas) pasara a un segundo plano: las personas espaciaron o suspendieron sus revisiones de rutina, dejaron de monitorearse los niveles químico-sanguíneos y restaron atención a sus tratamientos farmacológicos.
“Muchos derechohabientes del sector salud dejaron de ir por sus medicamentos por lo que creemos que, o los suspendieron o los consiguieron por su cuenta para seguir tomándolos, pero sin el monitoreo médico que es indispensable para hacer los ajustes que, como pacientes, iban necesitando”, explica la doctora Martha Rangel, vocera de la Federación Mexicana de Diabetes (FMD).
Adicionalmente, “el confinamiento alentó cambios en los patrones de sueño y estos modificaron el orden de las comidas, provocando que muchos pacientes hicieran de los ayunos prolongados una práctica frecuente y se expusieran a drásticos y peligrosos desajustes en sus niveles de glucosa”, agrega la especialista.
Si bien el sobrepeso y la obesidad contribuyeron a disparar la incidencia de este padecimiento metabólico durante la pandemia, para las personas que ya vivían con él significó un descontrol y las colocó como uno de los grupos con mayor tasa de admisión hospitalaria, neumonía severa y mortalidad dentro del universo de los pacientes con coronavirus.
El Centro Nacional de Información en Biotecnología de Estados Unidos apunta que la diabetes incrementa 2.3 veces el riesgo de severidad y 2.5 veces el riesgo de mortalidad asociadas al covid-19.
“Una rentita”
El tratamiento de la diabetes ocupa 12% del gasto mundial destinado al rubro de la salud. En las casas, el golpe es evidente.
Para las familias, el costo económico de la diabetes tipo 1 suele ser alto, porque desde el día uno involucra el uso de insulinas, jeringas y medidores de glucosa, mientras que el tratamiento de la diabetes tipo 2 puede limitarse al uso de medica mentos genéricos de bajo costo. No obstante, en ambos casos el peso económico se eleva a medida que el padecimiento avanza y aparecen complicaciones, muchas veces por un control deficiente.
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Asimismo, existe la posibilidad de acceder a fármacos de última generación que ofrecen ventajas, pero tienen un costo más elevado y merman el gasto familiar.
Blanca Fernández, de 76 años, diagnosticada hace una década con diabetes tipo 2, es un ejemplo de paciente cuyo tratamiento no representa un problema financiero grave. No lo es para ella que, como derechohabiente del IMSS, acude mes a mes a su clínica de adscripción para recibir sin costo su medicamento; ni para la institución, que si bien le provee los fármacos, la inversión es baja en comparación con, por ejemplo, una sesión de hemodiálisis, que debería proporcionarle si su padecimiento se descontrolara y redundara en insuficiencia renal, una de las complicaciones más frecuentes de la diabetes mellitus.
1.3millones de mexicanos
fueron diagnosticados con diabetes mellitus tipo 2 en la pandemia
Según una lista de precios de dicho Instituto para los no derechohabientes, publicada en el Diario Oficial el 28 de diciembre del 2021, el costo de una sola sesión de hemodiálisis es de 5,021 pesos.
Con todo, a veces Blanca prefiere comprar su medicamento en una farmacia de genéricos intercambiables cercana a su hogar. “Solo cuesta 120 pesos, me dura dos meses y me ahorro la ida a la consulta”.
Por su parte, Edith Guillén, de 46 años, dice pagar cada mes 1,800 pesos por un medicamento que le ayuda a controlar tanto la diabetes tipo 2 como su peso; “tengo IMSS, pero ahí no dan esta medicina. Ni modo, prefiero conseguirla por fuera aunque sea una rentita”, explica.
Pero más que el tipo de medicamento al que se tenga acceso, la clave para reducir el impacto económico de la diabetes, tanto a nivel individual como institucional, es evitar las complicaciones que dañan el bolsillo, y sobre todo deterioran drástica e irreversiblemente la calidad de vida del paciente, concluye la doctora Rangel.
gaf