Hace 20 años, el teatro Metropólitan acaparaba la atención de quienes pasaban por la calle de Independencia, en el Centro Histórico; la impresionante iluminación también atraía las miradas de los comerciantes de la acera que, al igual que los poco más de 3 mil invitados especiales, estaban expectantes ante el suceso que anunciaba el título que se leía en la marquesina: Amores perros.
“Recuerdo que fue un estreno monumental, nunca había estado en uno tan grande en México, con la presentación en ese teatro, fue un acontecimiento en todo lo alto”, recuerda Adriana Barraza, quien desde Miami comparte su experiencia en la cinta de Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga, la cual, destaca, “es un parteaguas en el cine mexicano”.
Aunque reconoce que hace dos décadas no sabía el efecto que tendría la historia. “Le comenté a Alejandro: ‘Oye, está muy violenta. ¿No tienes miedo que la gente se salga (de las salas)?’. Y me dijo: ‘No. Era lo que yo quería contar’. Yo nunca había visto algo así en el cine mexicano, es una película que estaba muy fuera de los parámetros.
Proyecto de vida
Vanessa Bauche, quien tomó parte en la cinta, coincide con Barraza en que Amores perros hizo historia en el cine nacional. “Ha sido el proyecto más importante de cine latinoamericano en los últimos 20 años, en ese tiempo no ha vuelto a ver una película igualmente redonda. Me refiero redonda a un nivel de excelencia en todos sus departamentos, por eso sigue viva”.
Sin embargo, la actriz lamenta que esa calidad no tuvo repercusión en México, pues destaca que en la actualidad las historias siguen siendo aspiracionales y carentes de personajes en los que realmente se refleje el público.
“Es muy traumático, es muy difícil continuar con un trabajo cinematográfico como Amores perros en nuestro país; ahorita solo hay dos géneros, el cine godín y la pornomiseria para ganar premios en Europa, pero yo no estoy ahí, no veo los personajes que conozco en la vida real”.
Incluso Vanessa considera que la vigencia de la historia de Arriaga, dirigida por González Iñárritu, en el reestreno que tendrá en diciembre, como parte de los festejos por sus dos décadas, “atrapará a las nuevas generaciones. Es una película adelantada, nada más le faltan selfies y tener celulares, aunque la realidad es la misma: violencia de género, embarazo adolescente, secuestro, traición entre hermanos. De lo que siempre han hablado Guillermo y Alejandro”.
Barraza recuerda una anécdota: “Estábamos filmando, estaba recién diagnósticada de hipertiroidismo y mi memoria era pésima, hubo ocasiones en las que me equivoqué mucho y tuvieron que corta; me avergonzaba, pero era por mi memoria”.
La maestra relata que le tocó participar en el inicio del rodaje, ya que con la historia de Gael García Bernal arrancaron Amores perros, por lo que tomó parte en el ritual de inicio que encabezó González Iñárritu: “Hicimos un círculo y lanzamos pétalos rojos. Alejandro dio unas palabras”, dijo. A lo que Bauche añadió: “Y dijimos una frase que quiere decir Dios mediante. Hubo muchas cosas entrañables, por eso creo que es el gran proyecto en mi vida hasta ahora”.