Justo cuando la chef Betty Vázquez pensaba alejarse un poco de la cocina, pues la docencia le consumía buena parte de su tiempo, llegó MasterChef, programa que califica de grata experiencia, “un enorme apapacho que agradezco infinitamente”.
Además, reconoce que la competencia gastronómica le ha dado una proyección que jamás imaginó: “Betty Vázquez era conocida entre colegas, entre los medios gastronómicos escritos, pero no por un público general de millones de personas que ven el programa. El impacto más fuerte fue cuando estábamos en la primera temporada, fui a dar una cena a la embajada de Nueva York para un 16 de septiembre, y que vayas por la calle y que la gente te reconozca, no solo (procedente) de México sino también de Costa Rica, te revela el impacto que tiene un programa de televisión”.
Sin querer o queriendo ha marcado tendencia con su vestuario, con sus peinados, con su imagen, ¿no?
Eso ha sido muy chistoso porque cuando la producción me dijo: “¿te animas a cambiar la imagen?”, contesté: “pues no tengo nada que perder”; además, las mujeres somos más atrevidas, que si pelo negro, que si pelo colorado… Y pasó algo que no imaginé, las mujeres de México me voltearon a ver y creyeron que si yo podía hacer cosas por qué ellas no. Me he encontrado a muchísimas que me dicen: “qué inspiración, usted con la edad que tiene no carga con ningún complejo”.
¿Y es así, no tiene complejo?
Nací en una familia donde nos hicieron valorar mucho por ser lo que éramos, no importando el tamaño, el color, la edad ni lo que habíamos alcanzando en conocimientos, sino a apreciarnos como seres humanos. Entonces tengo cero complejos, soy una persona muy madura emocionalmente. Me duelen muchas cosas, como las agresiones a la sociedad y a ciertos sectores, no a mí. Siempre he sido una persona superatrevida y nunca he tenido miedo a los retos, a decir sí y a probar. Ha habido retos que no me gustan, por ejemplo, una vez bajar una cañada, pero dije: “que me traigan mis tenis” y sí me animé.
¿Dentro de esos retos está que la hayan bajado de peso en MasterChef?
No, no me bajaron, me bajé. Antes de entrar a MasterChef ya había bajado 40 kilos. Era verdaderamente obesa, no gordita, y me mantuve por un tiempo. Y luego dije: “me falta más”, y hace poco más de dos años empecé a medir la alimentación, y cuando te atoras en el proceso sí ocupas un empujón y el comprometerte con un peso saludable; el empujón me lo dio una empresa que te da un equilibrio en vitaminas y en productos para alimentarte bien. Aprendí a decir no al segundo plato y mis platos de servicio de ser de 36 centímetros de diámetro cambiaron a 32, luego a 28, 26 y finalmente a 24. Así vas consumiendo lo que realmente necesita tu cuerpo para vivir, lo demás es gula. Aprendí que prefiero estar bien de salud.
¿Dónde estudió Gastronomía?
En El Cordon Bleu de París, lo cual agradezco a mis papás. Me costó mucho emocional y económicamente porque papá me dijo: “ya te pagué una carrera, empieza a generar para que tengas otras inquietudes”, pero el hecho de saberte respaldada al cien y luego regresar y que mis papás me hicieran El Delfín, mi bebé desde hace 40 años, ha sido como un sueño.
Si no hubiera sido chef, ¿a qué se habría dedicado?
A un tipo de arte, me gustan mucho las manuales. Mi primera carrera fue completamente diferente, Control Aéreo y Operación Aeronáuticas, trabajé un tiempo para esa carrera y después me di cuenta que no era lo mío. Creo que la industria de la hospitalidad adonde llegué más tarde me ha dado tantas satisfacciones que no dudaría en regresar. Ahora estoy estudiando en línea, soy muy inquieta, esto de estar sentada me da angustia. Estoy estudiando Turismo y voy a hacer la maestría en Gastronomía para realizar una investigación bien profunda sobre la gastronomía nayarita, y cómo el mundo ha influido en la gastronomía y viceversa.
¿Cuándo descubre su pasión por la cocina?
Desde siempre fui tragona… ese ya era un síntoma. Trabajé un año para ASA en Guadalajara y no era feliz. Una de las cosas que siempre le voy a agradecer a mi papá es que un día me dijo: “Quiero una hija triunfadora, feliz, por qué no te vienes un semestre a trabajar en hotelería y vemos para dónde se dirigen tus pasos”. Ya en el hotel hice de todo, pero iba y me peleaba con el chef porque no me gustaba la comida del personal; un día me dijo que era muy criticona, que cuándo iba y cocinaba. Un día lo hice y el chef me comentó: “no sé qué estás perdiendo el tiempo si te gusta, tienes talento, intuición y sazón” y esa queja por la comida cambió mi vida, ya que después fui a estudiar a París.
¿Qué platillos son su fuerte?
Mis primeros amores en la cocina fueron mis postres y hoy lo que más me gusta son los crudos.
¿Cuál es el mejor consejo que le daría a un cocinero?
El consejo más grande es que sea curioso y que tenga la capacidad de ver más allá del producto.