Al abrir la página web de los Rolling Stones, una fotografía del tamaño de la pantalla recibe al usuario. Cruzado de brazos, impecablemente vestido con traje y corbata, Charlie Watts sonríe a la cámara. Es un gesto cálido, como si quisiera darnos consuelo. Millones de seguidores del grupo, de varias generaciones, están de luto: a los 80 años, el baterista dejó ayer este mundo, al que le ha legado un trabajo impecable como maestro del ritmo.
Apenas el 5 de agosto, la prensa anunciaba que no emprendería la gira No Filter que los Rolling Stones tienen programada a partir del 20 de septiembre, lo que lamentaba mucho porque en su larga trayectoria nunca había faltado a ningún concierto.
En un comunicado, Watts declaró: “Después de todo el sufrimiento de los fans causado por el COVID-19, realmente no quiero que los muchos seguidores de los Rolling Stones que tenían entradas para esta gira queden decepcionados por otro retraso o cancelación. Por ello le he pedido a mi gran amigo Steve Jordan que se presente por mí”.
Como el resto de sus compañeros de grupo, el baterista tenía ansias de volver a tocar, no veía el retiro en el horizonte porque la música fue una pasión de vida. En una entrevista para Rolling Stone en 1996, declaraba: “Siempre quise ser baterista. Siempre tuve la ilusión de estar en el club Blue Note o el Birdland con Charlie Parker enfrente de mí. Esa fue la ilusión que siempre tuve. Mientras no haya problema con mi esposa, continuaré haciéndolo”.
Nacido el 2 de junio de 1941, su primer instrumento fue un banjo, pero como le costaba trabajo tocarlo, decidió quitarle el brazo y usarlo como tambor. Descubrió el jazz a los 12 años a través de grabaciones de músicos como Parker, Miles Davis, Duke Ellington y Charles Mingus.
Tuvo su primera batería a los 14 años, y pronto comenzó a tocar bajo el influjo del jazz. Estudió en la Harrow School of Art y entró a trabajar en una agencia de publicidad. En esa época escribió y realizó los dibujos de Ode to a Highflying Bird, un libro para niños dedicado a su ídolo Charlie Parker.
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Trabajaba como diseñador en el día y en las noches asistía a los clubes de Londres, donde conoció a varios músicos y comenzó a tocar. Entre los más conocidos figura Blues Incorporated, de Alexis Korner. Su destino cambió cuando sustituyó a Tony Chapman en los Rolling Stones, en 1963, y le dio un sello distintivo al sonido del grupo.
Sobre su desempeño, alguna vez el guitarrista Keith Richards dijo: “Charlie Watts me da la libertad para volar en el escenario, siempre ha sido la cama en la que descanso musicalmente. Todos piensan que Mick y yo somos los Rolling Stones, pero si Charlie no hiciera lo que hace en la batería, eso no sería cierto para nada. Te das cuenta de que Charlie Watts es el grupo”
En su libro Rock & Roll. An Unruly History (Harmony Books, 1995), el crítico Robert Palmer, escribe que, desde el inicio de los Stones, “con su magníficamente sazonada sección rítmica del bajista Bill Wyman y el baterista-que-ama-el-jazz Charlie Watts, convirtieron sus debilidades potenciales en fortalezas, con lo que la banda se convirtió en una máquina de ritmo tremendamente modulada”.
Lejos de la parafernalia
Watts, quien nunca fue dado a la parafernalia, será recordado por su imagen sosegada, su elegancia y la implacable precisión en la batería. Como escribiría el crítico Mark Savage en su nota para BBC News: “Nunca fue el baterista más ostentoso. No era conocido por solos frenéticos como los de Ginger Baker de Cream o por causar explosiones en el bombo como Keith Moon de The Who. En cambio, fue el latido sutil, estoico de los Rolling Stones durante casi 60 años”.
En la citada entrevista para Rolling Stone, el baterista hablaba sobre su desempeño en los siguientes términos: “Yo veo la función de la batería como la de apoyar a alguien. Si piensas así, estás bastante feliz apoyando a Keith Richards en el tiempo que toque. Ya no hay mucha gente que toque como los Stones”.
Extremadamente reservado, dejaba los reflectores a sus compañeros, pues como declaró alguna vez al periódico San Diego Tribune: “No sé lo que es el mundo del espectáculo y nunca he visto MTV; hay gente que solo toca instrumentos y estoy complacido de saber que yo soy uno de ellos”.
Además de su papel como baterista, el grupo aprovechó sus habilidades artísticas para aplicarlas en el diseño de escenografías, parafernalia y algunas cubiertas de sus álbumes. Suya es la tira cómica que aparece en la contraportada del álbum Between the Buttons.
Watts fue fiel a su primer amor, el jazz. Cuando no estaba de gira con los Stones seguía tocando este género, sobre todo a partir de los 80, con varias agrupaciones que llevaban su nombre. Además de presentaciones en clubes y festivales, grabó discos como Live at Fulham Town Hall, From One Charlie y A Tribute to Charlie Parker with Strings.
En 2004 tuvo problemas de salud, cuando tuvo que ser tratado de cáncer de garganta, enfermedad de la que se recuperó y reemprendió su carrera con los Stones, participando en la gira A Bigger Bang, una de las más lucrativas en la historia del rock, pues les hizo ganar más de 558 millones de dólares.
En sus conciertos en Ciudad de México lo recordamos por su figura discreta y esa habilidad inigualable para sostener la maquinaria rítmica de los Stones y, al final, recibir con una sonrisa la cálida ovación de un público que agradecía su entrega.
Una anécdota personal. Durante su primera visita a México, en 1994, los Rolling Stones dieron una conferencia de prensa en el Autódromo Hermanos Rodríguez. Mick Jagger, no podía ser de otro modo, fue la figura central, y contestó de manera jocosa y superficial las preguntas de los reporteros y en ocasiones le cedió la palabra a Keith Richards. Watts, reservado, solo mostraba su cálida sonrisa, pero no hablaba.
En cuanto el grupo terminó la conferencia de prensa, reporteros convertidos en fans corrimos hacia los músicos con la esperanza de obtener un autógrafo, pero de inmediato Jagger, Keith Richards y Ron Wood se escabulleron. Por cierto, alguien se llevó el cenicero en el que Richards depositó las cenizas de sus cigarrillos y la copa en la que Wood bebió vino tinto.
Alcancé a Charlie Watts con un ejemplar en la mano de su libro From One Charlie, que había sido publicado en una edición especial tres años antes. Sin decir una palabra, pero con una sonrisa al reconocer su tributo a su gran ídolo, tomó el libro y estampó su firma. La calidez de su gesto todavía me acompaña.