“Hago cine a partir del miedo, de lo que me mueve las tripas”, reveló Arturo Ripstein en una conferencia magistral durante la edición 27 del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés).
Desde el escenario del Auditorio Miguel Malo, del Centro Cultural El Nigromante, en San Miguel de Allende, el realizador mexicano, de 80 años, ahondó en su visión cinematográfica, feroz y sórdida, y rememoró la ocasión que tocó la puerta de Luis Buñuel.
“Le fui a tocar a su casa en la cerrada de Félix Cuevas. Me abrió, le dije ‘Soy fulano de tal, quisiera poder conversar con usted’. Antes de que terminara la frase, cerró la puerta en mi nariz, pero abrió de nuevo y me dijo ‘Pasa’”.
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En su sala, Buñuel tenía un proyector, algo insólito para la época. Lo prendió, le pidió a Arturo que se sentara y juntos vieron Un perro andaluz.
“Terminó la película, me dijo ‘Espérate un momento’ y otra vez la puso; no contento que aterrorizarme una vez, lo hizo dos. Me dijo ‘Esto es lo que yo hago’”.
A partir de ahí, Buñuel y Ripstein forjaron una relación de mentor y aprendiz.
“No había escuelas de cine, aprendí viendo cómo se filmaba. Y aprendí de Buñuel cosas éticas más que cosas técnicas”.
Recordó el cineasta que en los Estudios Churubusco forjó un destino marcado desde su nacimiento: su padre, el productor Alfredo Ripsten, trabajaba en la cinta México de mis recuerdos cuando Arturo llegó al mundo, por eso el actor Fernando Soler y el resto del elenco “fueron al hospital a verme”
“El cine es un juego muy obsesivo: hacer una película se te queda en la cabeza, dando vueltas, y solo te la quitas haciendo otra”, señaló Ripstein sobre esa pasión a la que ha dedicado 59 años de vida y que se refleja en cintas ya consideradas clásicas de la cinematografía nacional, como El castillo de la pureza (1972), El lugar sin límites (1977) y Cadena perpetua (1978).
De El lugar sin límites, donde presentó el primer beso homosexual del cine mexicano, Ripstein recordó una complicación entre los protagonistas: Gonzalo Vega no quería besar a Roberto Cobo, pero el cineasta intervino y lo convenció de una manera poco ortodoxa: “Le di un besotote”.
El productor y director Roberto Fiesco, quien fungió como interlocutor de Ripstein en la conferencia, mencionó la “leyenda negra” de que el icónico realizador trata mal a los actores.
“Hay una enorme cantidad de actores que no quieren trabajar conmigo y hay unos cuantos que sí, por eso los repito”, comentó Arturo, provocando risas entre los asistentes.
Detalló que le gusta trabajar con figuras con tablas cómicas, como Rafael Inclán y Nora Velázquez, porque “es sabroso, son muy versátiles, tienen un contacto con el público que los hace muy sueltos y eso lo puedes utilizar para tu beneficio”.
También confesó que, para los guiones, prefiere a personas con vena literaria, recordando sus colaboraciones con Carlos Fuentes (Tiempo de morir) y José Emilio Pacheco (El castillo de la pureza), y las adaptaciones que hizo de Elena Garro (Los recuerdos del porvenir) y Gabriel García Márquez (El coronel no tiene quien le escriba).
Antes de abandonar el escenario tras casi dos horas de charla, Ripstein acentuó que lo que muestra en sus cintas dista de su vida personal - “es vivir esos pantanos detrás de los ojos” -, y recomendó, para el proceso creativo, un whisky bien servido: “Crea muchas fantasías y es muy bueno, lo recomiendo igual que la escuela”.
evt