Las películas basadas en hechos reales suelen tomarse libertades creativas que a veces distan de la situación original, ya sea para endulzar la historia o para darle un final al estilo Hollywood. Pero en el caso de El juicio de los 7 de Chicago, la más reciente película de Aaron Sorkin (guionista de Red Social), el argumento se ciñe en gran medida a lo que aconteció realmente.
Todo comenzó a finales de agosto de 1968, cuando, en pleno Congreso Nacional Demócrata, miles de manifestantes salieron a las calles de Chicago para protestar contra la guerra de Vietnam. Al principio la protesta se mantuvo pacífica, pero debido a la extrema rudeza de la policía local se generó un motín que duró varios días.
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“Después de cuatro días de violencia, 668 personas fueron arrestadas, 425 manifestantes fueron atendidos en instalaciones médicas, 200 fueron atendidos en el lugar, 400 recibieron primeros auxilios por exposición al gas lacrimógeno y 110 fueron al hospital. Un total de 192 policías resultaron heridos. Imágenes de policías disparando gas lacrimógeno y golpeando a los manifestantes con sus palos aparecían en las noticias de la televisión. Parecía un estado fascista opresivo y ofrecía una visión de una nación aparentemente desgarrándose”, relató el periódico británico The Guardian sobre el conflicto.
El gobierno, específicamente el fiscal general John Mitchell (John Doman), ansioso por responsabilizar a los manifestantes las acciones violentas, acusó 8 a líderes de diversos movimientos de izquierda: Tom Hayden (interpretado en la película por Eddie Redmayne) y Rennie Davis (Alex Sharp), pertenecientes al grupo Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS, por sus siglas en inglés); Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen) y Jerry Rubin (Jeremy Strong), del Partido Internacional de la Juventud; David Dellinger (John Carroll Lynch), líder de la Movilización para terminar la guerra en Vietnam; Bobby Seale (Yahya Abdul Mateen II), presidente del partido de las Panteras Negras; y los activistas Lee Weiner (Noah Robbins) y John Froines (Daniel Flaherty).
¿La acusación? Conspiración para cruzar fronteras estatales para incitar la violencia, un cargo capaz de darles hasta 10 años de prisión a cada uno de los señalados.
Aunque al principio eran 8, el cabecilla de los Panteras Negras, sin abogado – no se había dejado representar por William Kunstler y Leonard Weinglass, la defensa de los otros 7, pues esperaba la salida de su abogado, Charles Garry, del hospital -, llegó a ser amordazado durante el juicio por su constante exigencia del derecho a la representación. Entonces el juez Julius Hoffman (Frank Langella), para evitar más señalamientos de racismo de los que ya tenía, decidió que su caso se llevaría aparte. Y así quedaron los 7 de Chicago.
El juicio contra los activistas duró meses y, tal como muestra la película, tuvo situaciones inverosímiles, como el vestuario de juez con el que un día acudieron Hoffman y Rubin, o la destitución de dos jurados que se mostraban a favor de los acusados luego de unas supuestas amenazas de los Panteras Negras. Además, otras figuras contraculturales de esos tiempos se presentaron a declarar, por ejemplo: los cantantes Phil Ochs, Judy Collins y Arlo Guthrie; los escritores Timothy Leary, Norman Mailer y Allen Ginsberg; y el activista Jesse Jackson.
Tras una disputa de meses en la corte, el 18 de febrero de 1970 los 7 activistas fueron declarados no culpables de conspiración. Aunque 5 de ellos sí recibieron cargos por el delito de incitación a la violencia, que equivalía a 5 años en prisión. Pero no llegaron a ver las rejas gracias a la apelación de la Corte de Apelaciones para el Séptimo Circuito el 21 de noviembre de 1972.
“Julius Hoffman ha hecho más para destruir el sistema judicial en este país de lo que cualquiera de nosotros podría haber hecho. Todo lo que hicimos fue ir a Chicago y el sistema policial se reveló como totalitario. Y me alegro de que hayamos descubierto el sistema judicial porque en millones de juzgados de todo el país se llevan afroamericanos de las calles a las cárceles y nadie lo sabe. Son hombres olvidados. No hay un cuerpo entero de gente de prensa sentada y mirando. No les importa. Lo hemos expuesto. Tal vez ahora la gente esté interesada en lo que sucede en el juzgado de la calle debido a lo que sucedió aquí. Quizás ahora la gente esté interesada”, señaló Rubin en su intervención final ante el juez el 20 de febrero.
Por su parte, Hayden externó que “usted (el juez) sabe que, si este enjuiciamiento nunca se hubiera llevado a cabo, hubiera sido mejor para los que están en el poder. Los habría dejado en el poder un poco más. Sabe que al hacernos esto acelera el final de las personas que nos lo hacen. (…) La gente siempre hace lo que tiene que hacer. Toda persona que nace ahora y toda persona menor de treinta ahora siente la necesidad imperiosa de hacer el tipo de cosas que estamos haciendo”.
yhc