En la película del director Jacques Audiard, Karla Sofía Gascón interpreta a una narcotraficante de un cártel de CdMx que finge su muerte para cambiar de sexo en secreto. Años después de su operación de afirmación de género, la rebautizada Emilia se pone en contacto con su abogada (Zoe Saldaña), tiene una petición más: reunirse con su esposa (Selena Gomez) y los hijos que dejó atrás, aunque volver al escenario de sus antiguos delitos podría tener consecuencias nefastas.
La multitud de géneros que sugiere esta sinopsis —una denuncia del mundo de la droga, un melodrama familiar, una narrativa de empoderamiento trans— se complica más por el hecho de que Emilia Pérez es un musical; los personajes empiezan a cantar tanto si están en una escena de amor como si se enfrentan en un brutal tiroteo. En una cinta llena de grandes cambios, es difícil imaginar que alguna de las ideas descabelladas se mantenga unida si no fuera por Gascón, que puede contener esas multitudes en una sola mirada. Muchos expertos creen que después de que Netflix estrene la cinta en noviembre, Gascón hará historia como la primera actriz abiertamente trans nominada a un Oscar.
En mayo, Gascón, de 52 años, fue la gran estrella del Festival de Cannes, en el que Emilia Pérez ganó el premio a la mejor actriz, compartido por las protagonistas de la película. Como sus compañeras de reparto ya habían regresado a casa, Gascón subió al escenario en su nombre. Su emotivo discurso fue el momento culminante de la noche.
Durante casi seis minutos, Gascón alternó entre francés, español e inglés mientras hablaba, entre lágrimas, sobre la humanidad de las personas trans, bromeaba sobre sobornar a los miembros del jurado, además de rendir un romántico homenaje a su compañera Selena Gomez y disculparse con el novio de ella.
“Nunca me habían dado un premio, y menos así —dijo a los periodistas—. Lo único que me habían dado eran patadas”.
Es posible que el público hispanohablante ya esté familiarizado con Gascón, una veterana de las telenovelas mexicanas que protagonizó Nosotros los Nobles en 2013, e hizo la transición hace seis años mientras estaba en el ojo público.
“Fue muy difícil —me dijo recientemente durante un almuerzo en Los Ángeles—. Era un país que me conocía de una manera y luego de otra. Me coloca en una posición en la que me tengo que defender constantemente”.
Emilia y Karla
Gascón habla con la emoción de quien se conoce bien y no ve la hora de contar lo que ha aprendido. Mientras almorzábamos junto a la piscina del hotel Sunset Tower, se extendía tanto que su traductora llenaba tres páginas de un bloc de notas apenas para garabatear una sola anécdota. En ese sentido, es muy distinta de Emilia, que solo necesita decir muy poco para que la escuchen.
La mayor parte del tiempo, sin embargo, Gascón no puede evitar recordar a su personaje. Mientras comíamos, noté los mismos cambios de gravedad a ligereza que fueron tan convincentes en su interpretación. Cuando se lo comenté a Saldaña por teléfono unos días después, se rió. “Te lo digo —me dijo—, había momentos en los que me preguntaba cuál era la diferencia entre Emilia y Karla”.
Audiard lo dijo de manera más clara: “Creo que Emilia es Karla Sofía. No sabría decir dónde empieza una y termina la otra”.
A veces, incluso Gascón se mostraba confundida. Antes de rodar Emilia Pérez había compartido sus propias experiencias vitales con Audiard, que empezó a adaptar el papel titular a su estrella. Cuando inició la producción, Gascón se metió tanto en el personaje que se preguntó si podría deshacerse de Emilia.
“La única manera de haberme podido quitar estos personajes, que yo a veces me río y digo que ha sido por un exorcismo, ha sido volver a la normalidad”.
Gascón nunca ha tenido miedo de soñar en grande. Nacida en el pueblo español de Alcobendas, cercano a Madrid, creció en una familia de clase trabajadora, pero se sentía destinada al estrellato.
“A los 16 años me levanté un día y sabía lo que tenía que hacer, no me preguntes cómo ni por qué”, compartió Gascón.
Utilizó el viejo teléfono de su madre para llamar a Televisión Española e informar a la cadena que quería aparecer en pantalla. La ambición de Gascón superaba con creces sus oportunidades (los únicos trabajos disponibles entonces eran los de extra); aceptó todo lo que encontró y siguió trabajando hasta participar en anuncios y pequeños programas de televisión.
Ella quería más. El director Julián Pastor la animó a viajar a México, donde participó en proyectos que requerían montar a caballo y luchar con espadas. “Había cosas mucho más interesantes, digamos, en tono aventura”, recordó.
Para adaptarse al estilo exagerado de las telenovelas mexicanas, un profesor de interpretación le aconsejó ir en dirección contraria, animándola a ser más natural. “Tuve muchos problemas con ellos precisamente porque yo no me adaptaba sino que eran ellos los que se tenían que adaptar a mí”, dijo. Pero la mayor adaptación aún estaba por llegar.
Camino a ser ella
A mediados de sus 40, Gascón aún no había empezado a vivir abiertamente como mujer, y los años pasados en secreto le pasaron factura. “Hubo momentos muy dolorosos —continuó—. Incluso pensé en quitarme la vida”.
Con el apoyo de su familia, tomó la decisión de someterse a una operación de afirmación de género. De su mujer, Marisa, con quien Gascón ha estado desde que se conocieron de adolescentes, dijo:
“Ha sido un largo tiempo de formar una vida con una persona a la que nunca engañé y nunca mentí sobre lo que yo era y lo que no”.
Aun así, Gascón tomó la decisión sabiendo que podía costarle todo en la carrera por la que tanto había trabajado. “Cuando terminé de hacer la transición, yo no sabía qué iba a ser de mí ni qué iba a pasar conmigo o si iba a volver a actuar”.
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Cuando Audiard, director de aclamados dramas como Un profeta y Óxido y hueso, se embarcó en la búsqueda del elenco para Emilia Pérez, se encontró frustrado. Las sesiones en Los Ángeles y Ciudad de México no habían dado resultado, en parte porque Audiard había concebido al personaje más joven. “Me di cuenta de que me había equivocado con la edad del personaje —explicó—. Si eran demasiado jóvenes es como si no tuvieran historia”.
Gascón lo tenía todo. Tras la transición, una variada cartera creativa la había ayudado a salir adelante —Gascón ha escrito dos libros y concursó en una edición de famosos de MasterChef en México— y tuvo un papel durante ocho episodios en la serie de Netflix Rebelde, que le sirvió para reafirmarse como intérprete. Pero nunca había hecho nada como Emilia Pérez, y cuando le ofrecieron la audición, estuvo a punto de no hacerla, temiendo que los elementos musicales estuvieran fuera de su alcance.
Sin embargo, se grabó y tomó un vuelo a París para reunirse con Audiard, quien dijo que establecieron una conexión instantánea. “En cuanto la vi, se acabó —explicó, elogiando el sentido de la autoridad y la jovialidad de Gascón— Eso es lo que se llama presencia”.
Durante el rodaje, Gascón se trasladó a París sin su familia para dedicarse plenamente al personaje. A veces esa intensidad podía ser desestabilizadora.
“Hubo un par de momentos en la película en los que me sentí como en la profundidad más oscura de mi ser —dijo, señalando las escenas en las que Emilia se despierta en el hospital tras una operación y, más tarde, cuando se reúne con un hijo que ya no la reconoce—. Mi cerebro rechazaba, no quería volver a eso”.
Al igual que lo hace Emilia, Gascón se apoyó en Zoe Saldaña y Selena Gómez para salir adelante.
“Karla era, en gran medida, el centro de toda la historia, así que asegurarnos de que tenía lo que necesitaba era importante para todos —dijo Saldaña, que se maravilló de la profundidad con la que Gascón se metió en el personaje—. Conocí a Karla un año antes de empezar a rodar, y luego la volví a ver en la fiesta de fin de rodaje”.
Saldaña y Gomez la invitaron a salir de la rutina de la producción en un concierto de Beyoncé, pero Gascón se negó y se dirigió a su casa en Madrid. Necesitaba ver a su familia, aunque su hija adolescente no podía creer qué concierto (y compañía) había rechazado.
“Cuando mi hija se enteró, me dijo: ‘¿Estás loca?, ¿cómo puedes decirle que no a eso?’”, contó Gascón entre risas.
Cuando estaba en Los Ángeles, Karla pasó por Netflix para conversar de su gira de promoción, que incluirá una serie de festivales de cine y una campaña de premios sostenida que podría resultar histórica. (Aunque podría ser la primera actriz abiertamente trans en ser reconocida en los Oscar, la primera intérprete abiertamente trans en ser nominada fue la cantante Anohni, en la categoría de Mejor canción en 2016, pero boicoteó la ceremonia. Elliot Page, en la terna por Juno en 2007, se declaró trans en 2020).
Después de una proyección en Netflix, un empleado había elogiado su actuación, según me dijo Gascón, pero no se había dado cuenta de que también interpretaba a Emilia antes de su transición, cuando el personaje se presenta como un rudo y barbudo capo de la droga.
“Egocéntricamente me da mucha rabia que no sepa la gente que soy yo también, pero como actriz también me siento muy orgullosa”, confesó.
En un principio, Audiard quiso que Emilia fuera personificada por un actor masculino cisgénero antes de su transición, suponiendo que Gascón no querría interpretar esa parte del papel. Sin embargo, ella luchó por conseguirlo.
“Ahora entiendo por qué estaba tan interesada, porque para ella interpretar el papel de un hombre es una actividad que requiere creatividad —dijo Audiard—. Como actriz es algo a lo que no te niegas”.
Enfrentar la fama
Gascón sabe que cuando Emilia Pérez se estrene en Netflix, un público mundial estará esperando para escudriñar su identidad trans. Incluso durante su discurso en Cannes en mayo, predijo:
“Mañana, seguramente, esta noticia que ven aquí estará llena de comentarios de gente terrible diciendo las mismas cosas de siempre a todas nosotras”.
De hecho, a la mañana siguiente, la política francesa Marion Maréchal publicó en X un comentario que se traducía como: “Así que un hombre ha ganado el premio a la mejor actriz”.
Gascón interpuso una denuncia judicial por el insulto y unos días después publicó su propia y pintoresca réplica en X: “Por mucho que ladren, gárgolas de Belcebú —escribió Gascón—, no podrán opacar lo que yo he conseguido”.
Gascón se ha acostumbrado a esta pauta —por cada victoria personal, una polémica pública—, aunque en el futuro espera ser menos proclive a enfrentarse a quienes la atacan de mala fe.
“Creo que hago más favor ahora hablando con mi trabajo, me han llamado para cientos de sitios, para varias discusiones con gente que está deseando que me confronte. Yo, por mí, me iría con J. K. Rowling a decirle: ‘¿Qué problema tienes?’”. Se refería a los comentarios negativos de la autora de Harry Potter sobre las mujeres trans, y a sus críticas a la boxeadora olímpica Imane Khelif, cuya elegibilidad fue cuestionada a pesar de la firme defensa del Comité Olímpico Internacional.
“Siempre va a haber alguien que quiera sacar provecho del odio que generan o del odio que las demás personas puedan infundir en ti”, dijo convencida.
Aunque admitió que a veces las palabras pueden herirla, Gascón cree que es un pequeño precio a pagar por la autenticidad personal. “Se ha convertido en una libertad extrema que creo que es envidiable para todas las personas”, afirmó. Confía en mantener esa sensación de paz interior durante la campaña de premios, que durará un mes.
“Tengo 52 años, y a esta edad estoy en equilibrio. Otras personas piensan: ‘Vaya, es un momento especial, debes estar muy nerviosa o muy emocionada’. No, soy normal. Lo prefiero así”.
Si entra en la historia de los Oscar por Emilia Pérez, solo una cosa la tiene preocupada. “Lo que me da miedo —dijo—, es cómo voy a superar esto”.