Diez escalones de piedra separan dos mundos. Diez pasos separan el mundo de arriba, el lujoso hotel Boca Chica, del mundo de abajo, la playa de Caleta.
Diez escalones que separan y unen a dos Méxicos diferentes, que son retratados por Michel Franco en Sundown, su más reciente película, presentada el 4 mayo en México a tres años de su filmación.
Al bajar los escalones se llega a una playa popular atestada, hecha de cervezas amontonadas en cubetas de metal llenas de hielo, mariscos servidos en mesitas de plástico de colores a la orilla del mar.
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Durante la filmación de Sundown en Acapulco, el actor Alejandro Nones visitó a su amigo Michel Franco. Una tarde soleada, sentado a una mesa de la terraza del hotel Boca Chica, fumando un puro con una mirada socarrona le sugirió que su próxima película fuera una comedia. Michel Franco sonrió y dijo que quizás, que podría ser.
Hoy está sentado frente a mí en una mesita minúscula del café Tierra Garat, en una tarde gris y lluviosa en las Lomas. Se ve exhausto pero está concentrado en la entrevista. Le repito la pregunta.
¿Vas a hacer una comedia?
Siempre he querido hacer una comedia. El primer guión que escribí era una comedia. Trabajé cuatro años en ese guión y lo reescribí muchas veces; al final no lo filmé. Supongo que fue mejor así. No se me da. Los directores que hacen comedia no pueden evitar reírse al mismo tiempo que hacen buen cine. Hasta Lars Von Trier lo hizo con The Kingdom, que me encanta. Tal vez algún día pueda hacer algo divertido. No sé.
La última película de Lars Von Trier habla de un asesino serial que comete delitos brutales y el protagonista es un extraordinario Matt Dillon en la parte del sádico. No recuerdo el título. Le pregunto a Michel si lo recuerda, si la vio, si le gustó.
–Claro. The house that Jack Built, me gusta mucho. Sí, sí, sí. Es genial. Lars Von Trier es el mejor director de los últimos 30 años. Ahí junto con otros, un grupo selecto. Lo admiro mucho.
—¿Qué se necesita para hacer una buena comedia?
—No, pues, tienes que ser chistoso.
—Pero tú eres chistoso.
—No, no. Es diferente ser chistoso de una manera involuntaria, o ser chistoso a veces, o serlo en la vida, a poder echar mano de eso cuando quieres y controlarlo de manera consistente. Me encantaría —lo dice y se ríe— pero dudo poder hacerlo.
Humor muy singular
Cuando conocí a Michel Franco, en Acapulco, durante la filmación de Sundown, me pareció una persona muy seria, que tiene a distancia a la gente, sobre todo a los periodistas. No parecía chistoso. Después de varias conversaciones me di cuenta de que tiene un sentido del humor singular, algo ácido y punzante, pero agudo.
—La última vez que nos vimos en Venecia, en septiembre de 2021, recuerdo un chiste tuyo. Estabas contando que querías quedarte unos días más en Venecia a descansar pero no, te ibas a Auschwitz. Todos los presentes rieron.
—No era un chiste. (ríe) Te dio risa, porque da risa, pero era real. Y fue lo que hice. Filmé partes de un documental, estuve un mes en Polonia. Fui a Auschwitz, Treblinka, Majdanek, Plaszow… sí, sí, sí, estuve tratando de hacer un documental.
—¿Lo acabaste?
—No, sigo filmando y editando y no sé en qué va acabar eso.
—¿De qué va el documental?
Después de un momento de relajación, quizás de distracción, vuelve a esa formalidad seria que ha cultivado para comunicarse con lo que está fuera de su círculo más cercano. No le gusta mostrar sus sentimientos, sino su racionalidad. Es algo incómodo, no te deja entrar en sintonía con él. Es como si hubiera siempre una barrera, unos diez escalones de piedra que te impiden acercarte. Busco grietas.
Ya conozco la respuesta a la pregunta. Es la misma que me ha dado varias veces cuando le he preguntado sobre proyectos nuevos: “Es muy pronto para hablar, sobre todo porque puede cambiar tanto. Investigo mientras lo hago, entiendo mientras filmo”.
No baja la guardia Michel Franco. Su perfil público está hecho de sus películas, de frases pensadas, de distancia. Sus películas son polémicas y ganan muchos premios. Nuevo Orden –León de plata y Gran premio del jurado en Venecia–, que fue al centro de una polémica en México y fue aclamada en países tan diversos como Estados Unidos, Italia, Francia y Cuba, donde fue multipremiada.
Siempre tocan cuerdas delicadas, traumas profundos, como Después de Lucía (Un certain regard en Cannes) o Chronic (Prix du scénario en Cannes).
Su próxima película está casi lista. De ella sólo se sabe que se filmó en Nueva York y que los protagonistas son “Jessica y Peter”.
Jessica y Peter son Jessica Chastain (Oscar como Mejor actriz en 2022 por Los ojos de Tammy Faye) y Peter Sarsgaard.
¿Tu intención es incomodar?
Cualquier película o libro que aborda conflictos serios y que confrontan al espectador va a sacudir, a despertar y, en muchos casos, a incomodar. A mí me gusta, cuando veo una película, ser confrontado y que me mueva. No veo una película o leo un libro para sentirme cómodo. El placer viene de analizar contrapuntos, conflictos y es el material del drama, de las tragedias. Para mí es natural hacer películas con conflictos centrales fuertes y personajes con complicaciones. El placer está en eso.
¿El placer tuyo o del público?
Yo creo que de ambos. Cuando alguien me dice que sufre viendo una película mía, pues que no la vea. Pero a veces dicen que sufrieron pero la disfrutaron. Si lees La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, o el Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, son incómodos. Lo que hay que entender es si estamos hablando del cine como entretenimiento o como qué.
Es una distinción importante porque para Michel Franco el cine no es entretenimiento nada más. “Yo no hago películas como negocio, hago películas porque me interesa el cine”.
Y, ¿para qué es el cine?
El cine… pues, esta idea de contar historias me parece muy mediocre. Yo no creo que es un medio para contar historias. El cine es cine. Y no sé qué es exactamente, pero no es para contar historias. No es un medio para adaptar libros u obras de teatro, ni es un medio donde el actor es lo principal.
Cuando todos están de acuerdo en que alguien es un genio y su obra no genera un debate, ¿es cuando ya no tiene nada más que decir?
Depende de las razones por las que cada director hace cine. Si tu razón es el reconocimiento, es válida la tesis de que cuando ya lograste el reconocimiento se acabó esa meta. En mi caso, y en la mayoría de los directores serios, el placer está en hacer cine. El reconocimiento tiene que servir para poder financiar la siguiente película. Fuera de eso hay que trabajar con autonomía.
Mencionaste varias veces el placer. ¿Qué es lo que genera placer en hacer cine?
No es filmar. Es filmar lo que escribo. Ver mi visión, algo que se me ocurrió en algún momento en que estaba acostado en mi cama o viajando, o a partir de algo que viví; ver eso realizado en una película que funciona, el placer está ahí.
¿No en la filmación?
Disfruto y padezco todas las partes del proceso, porque todas son difíciles. Sería muy simple decir: “Me encanta filmar”. Pues no, estás en lugares donde hace mucho frío o mucho calor, estás bajo mucha presión. Todo sale de algún modo mal, y luego bien; es impredecible. Y en eso hay un placer, pero también es muy difícil. Así son todas las etapas. Escribir es muy difícil porque es un proceso muy solitario en el que no sabes si estás yendo por buen camino o no, si lo que escribes va a existir o no.
Cinéfilo
Quien frecuente la Cineteca Nacional tendrá buenas probabilidades de encontrar a Michel Franco, que a menudo asiste a ver películas de grandes autores. Prefiere los clásicos, y aprovecha los ciclos para conocer el cine de otros países.
Me lo imagino sentado en una butaca de la Cineteca. Reconocible por su abundante cabello erizo, signo distintivo en un país de gente de pelo lacio.
A veces pasa que alguien lo reconozca y lo intente increpar. Él contesta serio, invitando al diálogo. “La verdad, ha pasado muy pocas veces. Dos o tres. En la mayoría de los casos me felicitan”.
Me lo imagino platicando con su tono calmo, racional, esa tranquilidad que ostenta como una marca distintiva, aunque, si observas bien, si no te dejas engañar, se puede intuir debajo de la superficie, un mar agitado de emociones, que conoce la tempestad.
Casi no ha encontrado a otros directores en sus frecuentes visitas a la Cineteca.
“Deben tener algo más importante que hacer”, responde.
Cuando no haces cine, no produces, no trabajas para tus películas, ¿qué haces?
Bueno, veo cine…
Y ¿aparte del cine?
Pues, no tanto. Puede ser patético o maravilloso; al final, mi vida gira alrededor del cine.
Lee, hace ejercicio. Intenta no hablar de cine y estar con gente de cine, porque luego no va a tener de qué escribir sus películas.
“Y no me gusta lo intelectual, me aburre mucho. Parece una contradicción, pero no es a eso a lo que me dedico”.
Pero tú eres un intelectual.
Te lo juro que no.
El rechazo a los intelectuales me hace pensar en la escena de La grande bellezza de Paolo Sorrentino. Michel Franco está de acuerdo. No es parte de ese mundo autorreferencial.
—No eres el tipo para una cena en la terraza de La grande bellezza.
Se ríe.
—No. Si me dicen, ven a una cena, va a haber cinco personas muy inteligentes y muy importantes hablando de algo serio, ¡qué horror! Mejor me voy a Garibaldi a tomarme un trago.
—¿Sí vas a Garibaldi?
—Sí, claro. O a cualquier lugar divertido. Sí sí sí.
Aparece otro recuerdo. En la terraza del Boca Chica, Alejandro Nones, siempre fumando su puro, afirmaba que Michel es el más grande cantante y conocedor de música de mariachi. Pero aquella vez Michel no quiso cantar enfrente de un periodista.
Los autores que más admira en el cine son polémicos, gente que ha incomodado, que ha dicho lo indecible, que ha desafiado los tabú más profundos, rascando en la profundidad de lo turbio. El director mexicano que más admira es Amat Escalante.
“Amat Escalante es un director que me fascina. Me parece por mucho el mejor de este país. Me da igual cómo catalogan lo que hace. Para mí la única manera para catalogar el cine de Amat es: genial”.
También admira a Roman Polanski: “J’accuse es muy buena. Fue ridículo que le dieran el León a The Joker. Obviamente era de él. Pero bueno. Él está por encima de eso”; a Michael Haneke: “Es un gran director, la edad no importa. Cuando dices Haneke, que hace mucho no hace una película, no piensas en un viejo”; a David Lynch: “A Lynch le cancelaron Mulholland Drive. No entiendo por qué ponerse en esa condición, yo nunca lo volvería a hacer. Yo hago mis cosas y ya. No te pueden parar si no necesitas la aprobación de nadie”; y a Woody Allen: “Para mí sigue haciendo gran cine. Me interesa ver lo que hizo ahora en Francia”.
Otro gran referente es Pier Paolo Pasolini. El director italiano, controvertido y odiado estando vivo por la potencia de la provocación en su cine, es tan importante para Michel Franco que cuando le cambió de nombre a su compañía productora le puso Teorema, como una de las películas más icónicas de Pasolini.
“Le puse Teorema como un recordatorio. Si te llegas a perder, ahí está la brújula”.
Y luego está Rainer Werner Fassbinder: “A Fassbinder lo acusaban de ser antisemita y nazi cuando era todo lo contrario. Por atreverse a hablar, 30 años después de la guerra, de lo que nadie quería hablar, de los tabúes. Entonces, mira, todo lo tomo con mucha calma —hace una pausa— ¡mientras pueda seguir filmando, obviamente!”.
Puedes hacer tus películas porque eres tú quien las produce.
Por eso lo puedo hacer. Si me pusiera en manos de alguien más, sería ponerme el pie. Depender de alguien más me provocaría mucha inseguridad, ansiedad. No tendría sentido. Prefiero controlar todo yo.
—Virgo.
—(ríe) La verdad… eso dicen… no sé mucho de signos, pero sí, puede ser.
En una conversación informal, Tim Roth me contaba que Michel Franco cuida mucho los detalles y trabaja duro para realizar sus ideas. Durante la filmación de Chronic era muy importante el plano fijo y que los actores siguieran actuando fuera de campo para luego volver en cuadro. Un día el director decidió hacer movimientos de cámara y todo el crew explotó en un aplauso. Se lo digo y Franco suelta una carcajada.
“Sí, a Tim le gusta reírse con eso. Yo quería hacer la película… no perfecta, porque esto no existe, pero dominar por completo ese lenguaje. Sentí que con Después de Lucía y Chronic se terminó esa etapa. No quiere decir que no vuelva a filmar otra película así, pero en esa época tenía referentes y reglas y ya no. Ahora filmo como se me da, y ya. Ya no hay referencias de otras películas”.
En 1978, en una entrevista con Playboy, Fassbinder dijo que hasta que no se aprenda el oficio, uno piensa que siempre hay que tener el control de todo, y luego ya no es así.
—En Sundown te dejaste ir, dejaste la rienda suelta.
—Busqué crear un entorno en el set en el que tuve mucha libertad para perderme, encontrarme y volverme a perder. No lo había hecho con Daniel y Ana, y Después de Lucía. En Chronic todavía era muy rígido el proceso. Una búsqueda a partir de la precisión. Y Nuevo Orden tuvo también que ser así por el tamaño de la producción y la cantidad de gente que involucraba. Pero ya mi instinto me quería dar más espacio para moverme con libertad; en Sundown lo encontré.
¿Sientes menos la angustia ahora?
No, es igual; que tenga más libertad o que no haya referentes no garantiza que quede mejor. Un director que se confía ya tiene media perdida la película. No, yo creo que hay que desconfiar mucho de uno mismo y de los demás. Por lo menos la mitad debe ser desconfianza. Y curiosidad. E ir a encontrar. Pero no hay una fórmula, por eso es interesante el trabajo.
El encuentro con Tim Roth fue determinante. El actor británico vio en Michel Franco muchos aspectos en común. Michel cuenta que cuando era poco más que adolescente vio The War Zone y pensó: “Este es el tipo de cine que me gustaría hacer si llegara a hacer cine”. En ese entonces no sabía que el director era Tim Roth.
“A Tim Roth y a mí nos gusta pensar en el cine como un juego que vale la pena si eres radical”.
Para Michel Franco el peor riesgo es no correr riesgos, quedarse sin hacer nada. “O quejarse de no poder hacer cine por falta de dinero. Que filmen sin dinero, yo lo he hecho muchas veces. Pero cada quién —ríe y se prepara para otra entrevista— gracias, Fede”.
—Gracias a ti.
hc