Tras el éxito de Ya no estoy aquí, ganadora del premio Ariel a Mejor película, y nominada al Oscar como Mejor película extranjera, el director Fernando Frías regresa a la pantalla de Netflix con una nueva propuesta: No voy a pedirle a nadie que me crea, inspirada en la novela homónima de Juan Pablo Villalobos.
En la trama, el joven escritor toma caminos bastante extraños, absurdos y hasta oscuros lo que hace que en todo momento el espectador se cuestione si es real o no lo que está viviendo, generando una mezcla de fantasía y realidad. MILENIO platicó con Fernando Frías sobre esta adaptación que, dijo, ha admirado por años.
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“Para hacer la cinta y tomar puntos clave, quise respetar todo lo que me atrapa de la novela, y por otro lado respetar ciertas convenciones clásicas y estructurales del cine para llevar la novela a la pantalla: no solo en su forma también en lo que evoca y en su efecto, lo disparatada que es y la resonancia que tiene con la realidad”, explicó Fernando.
De qué trataNo voy a pedirle a nadie que me crea
La historia es una autobiografía ficcional: el protagonista (Darío Yazbek) da vida al mismo Villalobos, que viaja de México a Barcelona con su novia Valentina; antes de irse se involucra en una red criminal mexicana, que lo persigue hasta España y lo inspira a escribir una novela.
“Son elementos metaficcionales desde el punto en que la novela tiene al personaje principal que se llama Juan Pablo Villalobos; es una autoficción en la que hay una idea de sí mismo que no es verdad. Al protagonista le pasa algo muy loco y el espectador participa activamente; nos damos cuenta de que lo que estamos viendo es la novela que el protagonista intentó escribir: hay un manuscrito que se avienta al aire como especie de borrador y cuando las páginas caen aleatoriamente se ve qué es lo que le pasa”, añadió el director.
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No voy a pedirle a nadie que me crea combina diversos géneros: humor, tragedia, fantasía. La idea era desafiar las estructuras clásicas de lo que usualmente vemos en la pantalla, buscar nuevas narrativas que llamen a los espectadores a involucrarse de fondo.
“De repente viene una secuencia caótica de eventos que intentan tener apenas la claridad necesaria para que la historia esté hilvanada sin que sea algo hiperdidáctico que el espectador nada más se siente a recibir”, anotó el director.
Y abundó:
“Tiene una densidad significativa y es un poco eso, vivimos en un mundo con gran cantidad de contenido, que incluso evoca el relleno con todo lo que cabe ahí; vivimos en una realidad en la que la oferta es tan grande que todo tiene que caer en una categoría específica como la comedia, el thriller o el terror, y se tienen que cumplir ciertos requisitos. Para mí la creatividad no funciona así, se me ocurren ideas y me inquieta mucho el interés de probar cosas nuevas”.
Hacer cine también invita a desafiar las normas e ideologías del arte, con esta cinta se genera una experiencia que se aleja de los contenidos que vemos regularmente, generando algo mucho más creativo y experimental para la audiencia, así lo asegura Frías.
“Es uno de mis motores principales, porque hacer cine es bastante difícil desde que te comprometes con un proyecto, son años; es como un hijo al que tienes que querer sea bueno o sea malo. Si va a ser algo que demanda tanto de mí, quiero aportar, experimentar y proponer, porque sí me interesa partir de lo que ya se espera y sobre eso construir”, terminó.
evt