Noé Hernández. “El cine es autoconocimiento y educación”

Protagonista con Daniela Schmidt de la película Ocho de cada diez, que analiza y cuestiona la violencia y la impunidad en México, el actor hidalguense cuestiona el silencio que se ha ido normalizando en una sociedad que poco se atreve a exigir justic

Noé Hernández llama a la reflexión con Ocho de cada diez. Especial.
Ciudad de México /

Noé Hernández ha ganado dos premios Ariel, ninguno por actuar de narco o sicario, papeles en los que lo encasillan en series por sus facciones. Prefiere personajes como Aurelio, de Ocho de cada diez, con los que crece, con los que crea; “para los de narco o sicario, prácticamente solo tengo que poner la cara”.

Obtuvo su Ariel por Mejor Actuación Masculina en 2019 por ese filme de Sergio Umansky, rodado dos años antes y que, debido a la pandemia, apenas se estrenó en cartelera comercial este diciembre, un título de estadística que alude a la proporción de asesinatos que se cometen en México sin investigarse.

“Pensábamos que la película ya no iba a ser tan vigente, que se nos estaba pasando el tiempo, pero, lamentablemente, no es así. La estadística de ocho de cada diez asesinatos en México que ni siquiera se denuncian sigue muy vigente y puede estar más arriba hoy”, comenta el actor, decepcionado de que en el lapso que se retrasó el filme, que coincide con los tres primeros años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la procuración e impartición de justicia no hayan mejorado, ni menguado la violencia.

Hernández (Atitalaquia, Hidalgo, 1969) interpreta a Aurelio, un trabajador textil cuyo hijo es asesinado en una plaza del Centro Histórico y, ante el desdén de las autoridades judiciales por investigar el crimen y detener a los responsables, decide él tomar el caso en sus manos, con ayuda de Citlali (Daniela Schmidt), una mujer que se prostituye para poder recuperar a su hija retenida por un padre golpeador.

Ocho de cada diez es una película necesaria de ver, analizar y gozar también”, sostiene el ganador del Ariel a Mejor Actor de Reparto por su papel de homosexual en La Tirisia (2014), en espera del estreno de otro filme que protagoniza, Nudo Mixteco, un drama de Ángeles Cruz con historias de violencia hacia las mujeres.



¿Cómo se siente como actor al interpretar un papel que interpretan en la vida real, cotidianamente, decenas de miles de padres y madres en México, que buscan justicia?

Hacer al personaje de Aurelio me llevó a reencontrarme, reestructurarme conmigo mismo, a confrontarme con mis puntos de vista. Ocho de cada diez pone un tema en la mesa para que todos comulguemos con él, lo analicemos, lo cuestionemos y opinemos crítica y responsablemente. Hacer a Aurelio me ha llevado a escudriñar el medio en el que vivo y a darme cuenta que el grueso de la población son todos esos Aurelios y Citlalis que no tienen acceso a la justicia por falta de recursos económicos, porque no pueden dejar su trabajo por tanto tiempo y ni aun haciendo todos los protocolos las autoridades ni siquiera dan seguimiento a sus casos, porque no tienen contactos allá arriba con alguien en el poder o no cuentan con dinero para comprar la justicia, como muchas veces sucede. Esa gente es la más vulnerable, son, o somos, a los que no nos llega la justicia que tanto anhelamos. Y a ellos los vemos con frecuencia, como padres y madres, en las calles, en las manifestaciones.

¿De qué manera cree que la película puede repercutir para mejor esa situación? En su ficción solo vemos escenas violentas al principio y al final, pero hay inserciones con asesinatos reales.

Los inserts son casos reales, encontrados en las redes, es lo que nos llama a la reflexión. Son como rompimientos brechtianos; es decir, nos enseñan que la historia de Citlali y Aurelio al final es ficción, son dos actores que están representando esos papeles y que de alguna manera representan al grueso de la población. Pero, lo que realmente tenemos que analizar es la impunidad y la manera tan cínica en que la violencia se ha desatado, sobre todo este silencio que poco a poco hemos ido normalizando en la sociedad, quedarnos callados y no poner el dedo en la llaga y no hablarlo ni cuestionarlo. Esperemos que con la película el público se lleve una idea en la cabeza, que pueda platicar con familia y amigos.

Habla de Brecht, pero creo que ya vivimos en el hiperrealismo. Una anécdota: Vi 'La dictadura perfecta', ahí matan a un diputado, y luego, al volver yo a casa, mataron a un diputado en la calle. ¿Cómo le hace un actor para dejar su personaje en la pantalla o el escenario, cuando la realidad lo está rebasando? ¿Cómo sale un actor de su personaje si la realidad lo obliga a revivirlo?

Este término de actuar, para mí, ya no es suficiente. De alguna u otra manera tengo que encontrar al Aurelio que habita en mí, en todas sus dimensiones. Cuando empezamos a mirar a nuestro alrededor, nos damos cuenta que no tenemos que buscarle demasiado, basta salir a la calle, estar atento a lo que sucede en nuestra familia, amigos, e incluso cuestionarnos hasta dónde yo soy injusto con mis actos, hasta dónde colaboro en este silencio y normalización de la violencia. Yo sí soy de los actores que buscan de la manera más cotidiana llevarse al personaje a la casa, a que conviva un rato conmigo y que me muestre lo que tiene que mostrarme, finalmente el personaje es quien me lleva y es quien me arrastra a este análisis de mí mismo, porque sí creo que el cine es autoconocimiento y educación.

¿Aurelio busca justicia o venganza?

Sí hay diferencia. Para mí, la venganza es ya un acto más de alevosía, incluso un poco enfermo. En lo personal no creo que matar a alguien o la violencia –la decisión que toma Aurelio– sean los caminos, la violencia genera violencia. Pero sí creo que algo tenemos que hacer, no quedarnos en silencio.



Ocho de cada diez aborda muchos tipos de violencia. Uno de ellos, quizás más sistemático y cotidiano, es la violencia laboral, de los patrones hacia sus empleados.

Exactamente, es perfecto lo que señalas. Ocho de cada diez no solo es ocho de cada diez asesinatos que no se denuncian ni investigan, hay muchos ocho de cada diez en México. Desgraciadamente, nos estamos convirtiendo en un número, en estadística para quienes ostentan el poder, ya no tenemos este grado de humanidad. Somo un número con el que nos reportamos cada vez que entramos a nuestro trabajo o salimos de él. De igual manera somos una cifra, un número en los hospitales, para la justicia. La violencia laboral está muy presente, igual que la violencia hacia la mujer, que se ha incrementado con la pandemia y encierro; hay muchos aspectos y aristas que la película plantea. Hay que ponerlo en la mesa para analizar de qué manera yo sufro o ejerzo esta violencia, si soy parte de esta estadística.

Se nota mucha química entre usted y Daniela Schmidt como actores y personajes. ¿Cómo la lograron?

Cuando nos dedicamos a la actuación, uno siempre tiene que estar abierto a la propuesta del otro actor, y su propuesta no solo tiene que ver con sus puntos de vista, sino también con la energía, con este abrirse y entregarse en todos los sentidos. Es una relación muy íntima, uno se abre para recibir y dar esta energía y estados de ánimo. Tenemos que ser una radiografía, que la mirada nos traspase y que el otro nos toque con su mirada, su calor y su energía. Tiene que ver también con el proceso de trabajo que realizamos antes de empezar a filmar, el guion lo ensayamos dos meses, eso implica que uno va conociendo al compañero actor, sabe cómo piensa, trabaja, analiza el texto, interpreta y va creando al personaje. Y eso va abriendo poco a poco un camino de complicidad, para tener esa empatía. Y más cuando hay una relación amorosa de por medio en la película, pues tenemos que abrirnos a estas posibilidades de amarnos, de querernos, de acariciarnos, en un sentido muy respetuoso, de mucha dignidad laboral, para llegar a tocar estas fibras que de momento los personajes nos llevan allá.

¿Entre Aurelio y Citlali hay amor o qué hay?

Sí, es un profundo amor, de momento se reconocen. Son dos personajes que funcionan como un contrapunto contra la injusticia; es decir, contra los que tienen el poder de la justicia y que no la ejercen de la manera responsable y digna que les está pidiendo quienes la necesitan. Las autoridades no hacen su trabajo y estos dos seres se encuentran, sus caminos se cruzan y se reconocen, y se dan cuenta que están igualmente solos, fracturados, rotos, y que en esa encrucijada la única posibilidad que les queda es de ayudarse, reconocerse, abrazarse, besar sus propias cicatrices y tenderse la mano, y en ese tenderse la mano van descubriendo que hay una relación y un amor genuinos y que es importante luchar por ellos. Estoy seguro que el director quiso subrayar este amor que existe en esta pareja, porque dentro de todo el horror y conflicto por el que están pasando, tienen una pequeña luz de esperanza: una pequeña relación de amor que les ayuda a salir adelante y a escribir una nueva historia.

Justo, una escena muy conmovedora es cuando Citlali enseña sus cicatrices a Aurelio y él se las acaricia. Es muy simbólica esa escena, como la metáfora de un México lleno de cicatrices por la violencia y la impunidad y los mexicanos lamiéndoselas unos a otros.

Sí, de alguna manera, metafóricamente es lo que el director y los actores estamos buscando en la película. Es exactamente reconocernos como mexicanos, como hermanos de un solo país, y abrazarnos y reconocernos. Nos falta mucha empatía como seres humanos, nos hemos estado deshumanizando a tal grado que los descuartizados, los asesinatos y la violencia, como que ya no nos importan, se han normalizado demasiado. Entonces, es apelar a recuperar este grado de humanidad que hemos perdido, y reconocernos como mexicanos, reconocernos el color de nuestra piel, que lo que hacemos en México lo hacemos de la mejor manera posible. Esta escena donde nos besamos las cicatrices, como país estamos tremendamente golpeados, fracturados, llevamos cargando muchas llagas de mucho tiempo atrás. Y cada día seguimos en esta encrucijada de seguir haciéndonos daño como humanos. Pero, también tenemos un punto bueno: el amor, la capacidad de reconocernos como sociedad y como humanos.

Usted es un actor muy versátil. Pero aparece mucho como narco. Ahora está del otro lado, como padre de víctima. Como actor ¿en qué papel se siente más seguro: de narco o de víctima?

Más que de víctima, me gustan los personajes que están analizados a ras de piso, personajes tridimensionales, que igual podemos ver sus virtudes y defectos. Aurelio no solo tiene virtudes ni solo es la víctima, creo que también ha sido victimario, tiene sus errores, sus defectos. Me gustan esos personajes a los que les podemos ver sus distintas caras, rasgos de carácter. Lo que sí no me gustan son estas especies de melodramas donde solo vemos una cara del personaje. Cuando me tocan personajes de narco, de sicario, el problema ahí no es que solo sea el sicario, sino que solo vemos ese rasgo de carácter del personaje; es decir, solo vemos una cara de la moneda, el malo malo requetemalo. Esos personajes abundan y me llegan mucho. Y sí los he hecho, claro que los he hecho, sí considero que hay personajes para pagar la renta, para sobrevivir, y hay personajes con los que uno crece profesionalmente, como son el caso de Aurelio y otros personajes que he hecho, sobre todo en cine.

En las series siempre me encasillan por la cara que tengo, por los rasgos físicos. Y la mayoría de veces me llegan estos personajes de sicario y demás, para los que prácticamente solo tengo que poner la cara, esos personajes no me exigen absolutamente nada, pues no me llevan a investigar, a crear, a encontrar el personaje bibliográficamente, físicamente, hacer investigación de campo, son personajes chatos, lineales, pues exactamente me eligen por mis rasgos, esos personajes ni los trabajo demasiado. Y, además, cuando me los dan, me los dan por lo general en series, y en series, sobre todo en México, se trabaja a granel, se tienen que sacar 20 secuencias en un día y pues uno con trabajos puede llegar con cierta memorización. El tiempo no alcanza para construir un personaje con todos sus antecedentes, rasgos de carácter, arcos emotivos y demás, pues no alcanza, lo resuelve uno casi técnicamente.

La espera de Ocho de cada diez para estrenarse coincidió con los tres primeros años del gobierno de López Obrador. ¿Cree que ha mejorado la situación en cuanto a violencia y justicia en el país?

No, en lo absoluto. Pero no es solo con este gobierno. Pareciera que no importa quién esté en el poder, o qué color, qué partido; no cambia en realidad. Yo, personalmente, sí pensaba que a lo mejor íbamos a tener la oportunidad de ver un México distinto, diferente; han pasado estos tres años y pareciera que no, que lamentablemente las cifras siguen creciendo. Ayer que prendí la televisión, informaron de tres balaceras en tres estados con “N” cantidad de muertos. La violencia sigue, los asesinatos siguen, la justicia tarda en llegar, porque los procesos son demasiado engorrosos, las trabas son infinitas, y después de una pandemia tan golpeada económica, emotivamente y sensiblemente, poco nos queda para exigir la justicia, cuando hay necesidades mucho más inmediatas, como el llevar alimento a casa.



  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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