Natalia Santa: “Soy una guionista que dirige”

La primera cineasta colombiana en estrenar una película en Cannes hace siete años, estrena Malta, la historia de Mariana, este 7 de noviembre

La actriz colombiana Estefanía Piñeres interpreta a Mariana. FOTO: Especial
Ciudad de México /

La guionista colombiana Natalia Santa (Bogotá, 1977) presenta el 7 de noviembre su segunda cinta como directora: Malta; además de el éxito de su ópera prima La defensa del dragón, también encabeza el equipo de guionistas que escribió la serie de Netflix basada en Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que podrá verse a partir del 11 de diciembre.

Natalia estudió literatura, trabajó para la editorial Alfaguara, que dejó para escribir guiones y ahora filmarlos.

“Me siento una guionista que ha hecho dos películas”, acota en entrevista con MILENIO la cineasta colombiana, que empezó a escribir historias para televisión infantil y juvenil con su madre, Fabiola Carrillo, directora.

Su segundo largometraje, Malta (2024), retrato más intimista, con personajes ahora femeninos, también escrito y dirigido por ella, llega a Ciudad México el jueves 7 de noviembre para proyectarse en salas de la Cineteca Nacional, del circuito cultural y alternativas, con la distribución independiente de Daimon.

En conversación desde Bogotá, Natalia Santa cuenta la génesis de su segundo largometraje, que tuvo su premier mundial en marzo pasado en el Festival South by Southwest de Austin, Texas, en el que aborda la historia de Mariana (Estefanía Piñeres), una joven bogotana —con un padre y un hermano ausentes y una madre (Patricia Tamayo) derruida— que trabaja en un call center, aprende idiomas con sueños de viajar a Malta, archipiélago del Mediterráneo, para evadir su realidad asfixiante.

La guionista y realizadora vendrá a México a finales de noviembre para presentar el filme en Cineteca.

¿Malta es una cinta más personal?

Sí, un poco más; siento que La defensa del dragón también, aunque ninguna es autobiográfica. Tal vez Malta sí es un poco más cercana a ciertos momentos de mi vida. En La defensa del dragón hay mucho de mí en cada uno de los tres hombres mayores que son amigos porque comparten la afición por el ajedrez. Esa primera película tiene muchas cosas mías: obsesiones, miedos, preguntas que me hago a través de los personajes.

Malta estrena el 7 de noviembre en la Cineteca Nacional y algunas salas. FOTO: Especial

En Malta parece que todos los personajes se evaden, no sólo Mariana. ¿Por qué?

De alguna manera están huyendo de algo, y hay muchas maneras de evadirse del mundo. Para Mariana, la más obvia es irse fuera de Colombia, de su ciudad, de su casa. Una evasión más inmediata es la de no volver al hogar en las noches porque no siente que sea un lugar al que pertenece. Por eso busca amantes que le permitan no ver esa realidad que implican los conflictos con su madre, la ausencia del padre, una serie de cosas con las que ella tiene que lidiar pero no ha podido resolver. Y un poco también todos los demás personajes, excepto Gabriel (Emmanuel Restrepo), el chico que se enamora de ella, y su amigo Leonardo (Diego Cremonesi).

Excepto estos dos personajes, en su núcleo familiar todos están huyendo un poco de algo: el hermano (Edwin Riveros) huye de la responsabilidad de la paternidad; la madre (Tamayo) con ese neocolonialismo evadiéndose a sí misma. Sí, Malta habla de alguna manera de cómo hacerse cargo de esas heridas y esos asuntos no resueltos, porque si no dejas de evadirlos, no puedes avanzar.

Si no es una película autobiográfica, ¿cómo encontraste a Mariana?

Ella fue surgiendo de diferentes elementos. Antes de escribir el guión, yo tenía una imagen recurrente, que era una chica bañándose en un baño que no era suyo. Me gustaba. Es la primera imagen de la película, siempre fue la introducción a la historia, para después ir descubriendo los motivos de esta mujer, las heridas, los miedos, sus pasiones, también; lo que le gusta en momentos específicos de su día a día. Y siempre estaba ahí la primera imagen de esta chica bañándose, que está poniendo los pedacitos que encuentra para intentando descubrir a la persona que habita en ese lugar a través de sus cosas. Y es algo que ella hace a lo largo de la película todo el tiempo, en los espacios de los amantes con los que pasa la noche y que los descubre a través de sus objetos y de sus casas. Eso era lo que tenía.

¿Cómo exploraste al personaje en la construcción del guion y el rodaje?

Justo luego empecé a pensar: ¿por qué no llega a su casa? ¿Qué tipo de casa tiene? ¿Qué tipo de relaciones tiene? Y ahí encontré elementos que construían a una chica que estaba en constante fuga de sí misma y empecé a encontrar los conflictos con su madre, que se fueron apareciendo a medida que iba construyendo el personaje. Era casi como una búsqueda; a medida que yo escribía, encontraba más cosas que me iban revelando aspectos de esta mujer. Y luego me di cuenta, pero ya muy avanzado el guión, de que era una historia que giraba alrededor de la maternidad de la familia de la madre, del padre y de cómo se lidia con heridas familiares, ausencias familiares. Y empecé a explorar un poco más en esa relación de ella con su familia, con su padre, con su madre, y a entender quién tenía que ser la madre para que ella no quisiera estar en ese lugar. Entonces, es una búsqueda.”

La primera escena es muy íntima: Mariana orinando bajo la regadera. ¿Quisiste meter al público en la intimidad del personaje?

Sí, para mí esta es una historia íntima. Y yo lo que quería y todo el tiempo estaba buscando era eso en el guión y después en la puesta en escena con los actores. Lo que quería era que el espectador sintiera que estaba viendo algo tan íntimo, tan privado, tan personal, que se sintiera incómodo, que sintiera que estaba viendo algo que no debía. Así quería que se sintiera el espectador y que, de entrada, entendiera que este es el retrato de una mujer, así de cerca, así de cerca vamos a estar de ella, y no solo en el sentido de intimidad sexual, pues hay escenas sexuales, pero no solo en ese sentido, no solo en el sentido de la desnudez física, sino también en el sentido de la desnudez emocional, en cómo se siente ella frente a su madre, ver su dureza y su crueldad a veces y, en otros momentos, su vulnerabilidad.

¿Adónde te llevó más adelante en la trama?

Además de poder sentir esa misma incomodidad de ver a alguien orinando y sentir que no deberías estar viendo eso, porque es demasiado íntimo, también sentirla, por ejemplo, en las discusiones de madre e hija; sentir que, de repente, se dicen cosas tan fuertes, que es incómodo. Ese lugar de la intimidad mostrada de la manera más honesta y abierta se planteaba desde el inicio con esa imagen que me parecía potente y que iba de inmediato a ubicar al espectador en ese lugar que yo quería”.

Hay una palabra de moda: sororidad. En Malta sorprende que entre sus personajes femeninos no hay ninguna.

Mariana está de pelea con el mundo, sobre todo con su madre, con la idea de la maternidad. Pierde a su padre muy pronto y la culpa a ella de esa pérdida; su gran herida es esa pérdida y sentir que no le permitió tener ese hogar que ella añora, esa casa que ella visita.

¿Cómo luchar contra eso?

Mariana idealiza al padre a pesar de que es quien la abandonó; idealiza a este hombre ausente y culpa a la madre. Su proceso en la película es un poco sanar eso, entender el lugar de la madre, entenderla como mujer y no sólo juzgarla. Y al sanar esa herida se va a permitir una relación mucho más sana y amorosa y más abierta con las mujeres que la rodean, que para ella representan todo lo que no quiere ser: madre, buena hija, responsable, juiciosa como su hermana Mónica (Ángela Rodríguez).

¿Por qué el desprecio de Mariana al personaje de Luisa?

A Mariana le parece atroz que Luisa haya dañado su vida quedando embarazada a los 17 años, así como le parece irresponsable su madre. Todos esos roles de la mujer que ella no comparte, que no acepta, empieza a abrirse a ellos con pequeñísimos gestos: abre la ventana, escucha que el bebé de Luisa está llorando, sonríe. En el guion era un poco más explícita esa relación, esa cercanía con Luisa: la visitaba, veía al bebé, luego, me pareció más sutil dejarla sólo en esa sonrisa. Siento que al final hay luz en Mariana, un camino de reconciliación con esta idea de mujer con la que ella está peleando.

Es la historia de tres generaciones de mujeres, incluyendo a la bebé de Luisa.

Así es. La bebé de Luisa es niña. Y Mariana le dice a Luisa que más le habría valido que fuera hombre, como un poco diciéndole: “¿Cuál es el camino a las mujeres? Usted, como madre, se tiene que encargar de esa niña, mientras mi hermano puede huir y evadir su responsabilidad”.

¿Por qué la tajante diferencia social entre mujeres y hombres?

Nunca lo concebí como una división tajante entre los dos sexos. De hecho, el personaje que trae luz e inocencia, el único que no está cargado y no está en lucha con nada, es Gabriel, el chico que hace reír a Mariana, que la aligera. Mi idea no era tanto encasillar a hombres y mujeres, sino más bien hablar de la familia y de cómo en esta familia específica en la que vive Mariana se repiten roles.

¿Qué tipo de roles te interesaban?

Como el abuelo en silla de ruedas, que fue el proveedor, vemos el amor de la familia hacia este hombre, que reemplazó la figura del padre, que es padre ausente. Pero, sobre todo, quería mostrar cómo el hijo replica el lugar del padre, porque es lo que pasa en toda Latinoamérica, en Colombia: estamos llenos de hogares con padres ausentes, en los que el padre se puede evadir de responsabilidades, puede abandonar a la familia, mientras que a la mujer se le ha dado el papel de continuar ahí. Hay un juicio mucho más duro y más violento contra la mujer que abandonó un hogar que contra un hombre que lo hace. Mariana está haciendo un juicio más duro contra su madre, alcohólica, deprimida, con todos los problemas, pero que está ahí con sus hijos. El juicio es mucho más duro con ella que con el padre.

Mariana también quiere ausentarse, evadirse de sus responsabilidades.

Quería retratar un hogar latinoamericano o colombiano o bogotano, en donde el padre no está. Y como esa idea de que el padre no puede estar se transmite al hijo y el hijo piensa que también es una opción no estar, un hijo abandonado puede ser un padre que abandona después, entonces era más replicar eso que decir: ‘El hombre es esto y la mujer es esto’. Y el personaje que se sale de ese lugar es Gabriel. Tampoco quería que Mariana fuera un estereotipo; es un personaje complejo, contradictorio, capaz de entender más a su hermano que a Luisa. Ella misma está guardando un machismo profundo. Y yo quería mostrar diferentes tipos de mujeres: está Luisa, está Mónica, que es la hermana de Mariana, la responsable, la que se encarga de todo lo que es un juicio profundo a su hermano por ser un padre irresponsable, lo confronta y lo ataca por eso y lo juzga; por eso es una mujer muy distinta a la mujer que es Mariana, con la que probablemente el público podría relacionarse mejor y entenderla mejor.

En lo que hoy es Colombia surgió el mito de El Dorado para los europeos. ¿Por qué Malta?

Para mí era importante que fuera un lugar con el que Mariana no soñara desde chiquita. Malta podría haber sido cualquier lugar en el mundo; ella está buscando un sitio donde sentirse que puede empezar otra vez, sin cargar el peso de su pasado familiar. Aparecían los lugares obvios: Nueva York, Miami, Madrid, a los que están en constante fuga los latinoamericanos buscando —como dices— revertir este Dorado, esta idea de futuro lleno de abundancia y más luminoso que el que tenemos en nuestros países.

Y, de repente, en mi búsqueda aparece Malta, cuna de la civilización, una isla que ha sido invadida por miles de viajeros, guerreros e imperios. Un lugar estratégico, además, hermoso. Y pensé en lo raro que es para alguien que nace y crece en una ciudad como Bogotá, con más de 10 millones de habitantes, irse a una pequeña isla que no llega al millón de personas. Me pareció un lindo contraste. Para Mariana, Malta es un lugar nuevo donde refundarse. Me gustaba esa idea y que no fuera un lugar obvio”.

¿Fue tu fuga de ser guionista para realizar tus guiones?

No, no. Yo no me siento directora; me siento una guionista que ha hecho dos películas, y probablemente haga más, pero no me siento directora. No veo la obra como la vería una directora o un director. Para mí, dirigir es seguir narrando la historia como una extensión de la escritura, y usando los elementos audiovisuales. Y lo veo muy así, lo siento muy así, y no siento que me fui a otro lugar. No dirigiría nada que escriba otra persona. Para mí no tiene ningún sentido la dirección en sí misma. No. Tiene sentido contar mis historias, y si para contarlas tengo que llegar hasta dirigirlas y estar hasta la última decisión de la película, pues ahí estaré. Pero es por un afán de seguir narrando. Y, de hecho, el proceso de edición es una segunda edad de escritura. Y me encanta, porque es rearmar la historia.

MGR

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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