Rafael Inclán pide una gelatina en el pasillo de camerinos del teatro San Rafael. El reloj marca las 6 de la tarde, faltan 90 minutos para que entre al escenario a protagonizar la pastorela de Miguel Sabido, Sor Juanita y su abuelo, así que hay tiempo para la entrevista.
Se olvida del refrigerio y amable da acceso a su camerino, donde proyecta la emoción por “trabajar nuevamente con Sabido, nunca lo había hecho en pastorela, pero con él hice El Avaro de Molière cuando empecé esta carrera”, dice al iniciar la charla, en la que comparte que su vocación “viene de familia porque todos estaban en esto (la actuación)”, por lo que “las carpas, los cabarets y los teatros” fueron el ambiente de su infancia.
En la charla que se produce mientras en el escenario siguen detallando los aspectos de la escenografía y el resto del elenco se prepara para salir a escena, el actor también se da tiempo de recordar su paso por el llamado cine de ficheras, que dice “fue muy estigmatizado, pero bendito sea porque gracias a las ficheras me dieron trabajo los productores”.
¿Cómo llega el abuelo que estás interpretando en la pastotela de Miguel Sabido?
Miguel Sabido es un enfermo de nuestras tradiciones y tiene más o menos 30 pastorelas de diferentes tipos. Esta me interesó, en primera, porque trabajar con Sabido te remite a la disciplina escénica. Además es en verso y, con todo respeto, no es el verso de Memo Ríos, es en verso de octasílabos. Entonces, como actor tienes que estudiar, prepararte, disciplinarte, no puedes soltar una morcilla nada más así, porque tienes que cuadrar el verso; y yo ahí hice dos o tres (risas), espero que el maestro (Sabido) no me las quite. Nunca había trabajado en una pastorela con Miguel, hice El avaro con él, dos veces, y desde ahí. Sabido es muy estricto, aquí hay 14 bailarines, ocho actores y la enfermedad de Sabido en cuanto al diseño, el trazo, los telones, el vestuario, todo está pintado a mano. Es un gran trabajo el que ha hecho.
Me interesó la idea de esta pastorela porque se toma una licencia como autor, al presentar a Juanita, que va a ser la Décima Musa, o sea Sor Juana; pero aquí a los 10 años, entonces, este abuelo ( mi personaje) es el que va llevándola en el otro idioma, tiene cosas muy interesantes, sobre todo este amor por la mexicanidad que nos lo inyecta Miguel, que quiere que la emoción se la lleve el público, ojalá lo logremos. Y para mi es reto agarrar un personaje tan serio.
Mi carrera se ha significado porque en la noche hacía El Avaro de Molière y en la mañana filmaba El Mofles o una de estas películas tan criticadas, pero tan vistas, entonces me siento como una dualidad, que me gusta porque te obliga a manejar los géneros. Ahorita estoy haciendo La Semesienta en EU. Es una caricatura de la Cenicienta, lépera, atrevida con Niurka, aquí en vez de los zapatos le miden el brasier porque es el que se pierde en El Palacio (risas).
Dices que te reta, ¿sigue habiendo retos, nervios…?
Sí. Los nervios de estar bien, de no fallar, de no confiarse y de siempre buscar lo que queremos todos los actores, y creo que todos en la vida. Nosotros queremos agradar al público que paga un boleto, que está invitado, entonces esto nunca se apaga. Yo veo a Sergio Corona, a López Tarso, que aunque no se les note y tengan toda la confianza del público, creo que si hay un sentimiento de tantita inseguridad antes de pisar el foro y antes de que das el primer tono.
¿Las ficheras te marcaron?
Sí y benditas sean porque gracias a ellas me dieron trabajo los productores, parece mentira, pero así fue. Y aparte las ficheras es un mito, muy hasta tonto, porque ese género se hizo en teatro, antes del cine, no más que con un poquito más de ropa, no tan grosero, pero pícaro, siempre se hizo y todos los que llegamos a estas películas tan satanizadas éramos los del teatro, Luis de Alba, Chatannoga, Zayas (Alfonso), Lalo El mimo, Flaco Ibáñez, Nateras, éramos 40 que hacíamos teatro de revista y teatro de vodevil, que le llaman teatro ligero, pero ya los quisiera ver arriba.
¿Ese género te limitó en cuestión de oportunidades?
Más que limitar, no es fácil decir cuál es la fórmula para salir de un género. Pero tuve la suerte de que un productor hermano de Ismael Rodríguez, Roberto, quien tenía una compañía de cine (Películas Latinoamericanas) me diera la oportunidad. Don Roberto me llevó un día un libreto y me dijo: ‘Quiero hacer esto con usted’, se llamaba El Billetero, de hace 30 o 40 años, y yo le dije: ‘Por qué no se lo da a Gómez Cruz, está perfecto por lo buen actor que es’. Y me dijo: Hágala usted, porque yo sé lo que hago, y la hice. El Billetero que dirigió José Luis Urquieta, con Pedro Armendáriz y Blanca Guerra, fue la primera, porque vinieron más. Un día Don Roberto le dijo a un director, “Busqué en el interior de Inclán, la mirada, lo trae”, y yo dije: ‘Pues ojalá’. Ese fue mi primer parteaguas en ese sentido, después vinieron El Héroe desconocido, Nicotina y más trabajos, pero igual me voy a hacer La Semesienta, porque creo que la dignidad del actor es personal en cualquier género.