El aplauso del público, mejor homenaje para Héctor Suárez

El actor, quien hizo de la comedia su mayor instrumento para divertir y hacer crítica social y política, murió ayer a los 81 años.

“En la vida tienes que adaptarte a los éxitos, fracasos, alegrías y levantadas”, dijo. rocha/milenio
Leticia Sánchez y Adriana Jiménez
Ciudad de México /

El mejor homenaje que se le puede hacer a Héctor Suárez “ya lo tuvo, el aplauso que siempre recibió por su trabajo”, dijo Leticia Perdigón de su “amigo y compañero”, con quien no solo compartió créditos en la película Lagunilla mi barrio, sino también camerino. “Nosotros estábamos jóvenes y los camerinos eran para Manolo Fábregas y Lucha Villa; entonces Héctor le habló a un amigo, creo que era Chente Fernández, y así llegó el camerino para nosotros”.

En entrevista para MILENIO Televisión, Perdigón recordó al actor que murió ayer a los 81 años: “Era un hombre compartido, con un gran sentido del humor, aunque con un carácter especial, siempre decía lo que pensaba, no se quedaba callado, a pesar de las amenazas”, dijo la actriz.

Héctor Suárez llegó a la actuación sin pensarlo. En 2018 rememoró para M2: “Yo estudiaba arquitectura y siempre viví en un cuartito con mi abuelita y mi hermano, éramos gente humilde; un día mi hermano se ligó a una chica española. Mi hermano enfermó, esta chica le llevó uvas y manzanas. Yo estaba haciendo una tarea. La vi viendo un papel, moviendo los labios y cerrando los ojos, y le dije: ‘¿Qué haces?’. Me respondió: ‘Estoy estudiando un papel porque voy hacer actriz’, y me pidió que la ayudara con sus parlamentos.

“Cuando acabamos me dijo: ‘Oye, ¿por qué no te metes de actor?’ ‘¿Estás loca?’, le contesté.

“Ahora, yo hacía bromas, imitaciones, pero nunca pensé en ser actor. Pero esta mujer me estuvo fastidiando para que fuera a tomar las clases de Carlos Ancira. Al llegar con él, pasó algo muy importante, que me cambió la vida. No sé qué me hizo levantar la mano y decir: ‘¿Puedo pasar al centro?’. Entonces, Ancira me pasó a escena, me puso a hacer los ejercicios que les había puesto a los otros compañeros, y acabaron aplaudiéndome. Bajé enfiebrado. Como si tuviera fiebre, bañado en sudor, mojado de todo el cuerpo, sudando y temblando. Algo me pasó. El maestro Ancira me tomó por los hombros y me dijo: ‘¿Quién es usted?’ Le dije: ‘Soy Héctor Suárez’. Y me preguntó ‘¿Y usted qué hace?’ ‘Pues estudio arquitectura’, le respondí. Y ahí empezó mi carrera.

“Al día siguiente dejé la arquitectura y me dediqué a esta profesión que tanto amo”.

A partir de entonces comenzó la historia y el romance con la comedia, con el humor que, decía Suárez, “es cosa seria, ya que su raíz está en la tragedia del dolor ajeno”.

Ese humor lo llevó a la crítica social y política y al reconocimiento del público, que veía en sus personajes, además de diversión, la oportunidad de desfogar su coraje, su ira ante la injusticia y la inequidad social. Pero también le valió la censura por la incomodidad que ocasionaban los diálogos de personajes inolvidables, como Tránsito López, el No Hay, el Flanagan, Doña Zoyla y tantos otros.

“Hay veces que cuando checo programas viejos para alguna edición, tomo conciencia de la cantidad de cosas que he hecho, de la cantidad de personajes que he representado, tantos que he perdido la cuenta. La entrega que he hecho a esta profesión tan hermosa, a la que le profeso un respeto extraordinario. El público es testigo de que todo mi trabajo lo he desempeñado con toda mi pasión y cariño”, dijo en esa entrevista con MILENIO.

El hombre que además parecía “un niño de ocho años”, dice el productor Guillermo Wiechers, con quien compartió sus últimos años de gira con la obra La señora presidenta, también era feliz porque en lo personal no anhelaba nada.

“Nada me falta, de verdad. Tengo una mujer maravillosa, tuve una maravillosa esposa, Pepita. Que Dios me la bendiga, mi primera compañera, madre de mis dos hijos, todavía la quiero, la veo, la frecuento, nos vemos. Mi mujer sabe que me veo con ella. Es mi hermana, mi amiga, pero ahora tengo como compañera a Sara, que Dios me la bendiga, es una mujer fuera de serie; tengo cuatro hijos (dos con Pepita y dos con Sara) que son mis prioridades y mis amores”, recapitulaba Héctor Suárez.

En los últimos años dio la batalla al cáncer, que ayer lo venció. Sin embargo, su filosofía ante el mal, a pesar de las múltiples operaciones a que se sometió, siempre fue optimista y procuraba también que fuera aleccionadora.

“Yo me enfermé de cáncer por meterme alcohol, por tragar dulces, por unos 25 años anduve en la borrachera, pero nunca llegué a mi casa así, fui muy hábil para que mis hijos no me vieran borracho, me quedaba en algún hotel. Un borracho como yo, todo lo que toca lo daña, lo convierte en mierda. Llegué a chupar alcohol del 96, el de los teporochos. Quiero hablar de todo esto porque la gente tiene que saberlo, la actitud y las ganas de vivir son importantes”, dijo en una entrevista con Carlos Marín el pasado noviembre.

Esa filosofía lo llevó a levantarse cuando el castigo a su libertad de expresarse apareció en la carpa, el teatro, el cine, la televisión y en cuanto escenario proyectaba su creatividad, porque honesto, siempre reconoció que vivió de todo.

“Éxitos, fracasos, alegrías, caídas, levantadas, esa es la vida, el proceso de la vida, al que tienes que adaptarte y tienes que superar, depende cómo, qué cara le pongas a los problemas, qué actitud le pones a las situaciones difíciles, ese es el chiste de la vida. Tú eres lo que comes, tú eres lo que piensas, lo que deseas, lo que anhelas, y lo atraes. Nosotros vamos a lograr lo que visualizamos, nunca vamos a lograr lo que deseamos. Yo aprendí a visualizar las cosas, a materializarlas”.

Desde que era un niño de 12 años, evocaba, comenzó “a materializar cosas” y llevó una buena relación con Dios. “Recuerdo que me iba caminando a la escuela, al Centro Escolar Revolución, desde la colonia Obrera, y me regresaba caminando. Pasaba por una iglesia que se llama Campo Florido, y ahí hablaba con el maestro Jesús, que me decían que era Diosito. Me laceraba mucho verlo sangrando; entonces platicaba mucho con él, desde chiquito. Nadie me inculcó la religión, ni la católica ni ninguna. Mi relación es con él, que para mí es Dios… Ahora, con los años, que he estudiado y he buscado, sé quién es el maestro Jesús, quién es la madre Virgen de Guadalupe; sé quién es todo: Buda, el Universo. En mi casa tengo un centro de meditación, pero también tengo una capilla, y ahí tengo al maestro Jesús y a la Virgen de Guadalupe… Medito todos los días y agarro fuerzas para que a esta edad que tengo pueda hacer lo que estoy haciendo”.

Los personajes

Hizo historia en cine, televisión y teatro.

El Tirantes

Cine

El hombre que interpretó en la película Lagunilla mi barrio, haciendo pareja con Leticia Perdigón.

Flanagan

Televisión

Con este rebelde punk hizo historia por la empatía que encontró con los jóvenes de aquella época.

Tránsito

Cine

En la década de los 80 retrató en la pantalla grande la discriminación social en la cinta El mil usos.

Destroyer

Televisión

Esta interpretación le valió la empatía del público por su afán de destruir todo lo que tenía a su paso.

La señora presidenta

Teatro

La última interpretación en el escenario, apenas hace un par de años.

Tomás

Televisión

La picardía fue otra de sus habilidades y de ellas nutrió a este personaje en ¿Qué nos pasa?

El No Hay

Televisión

Una de las caracterizaciones más exitosas en la serie que hizo para Televisa en los años 80.



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