Alejandro Camacho: “Soy un animal del escenario, del set, del foro”

Antes de transformarse en ‘La virgen loca’, el actor comparte el terror que siente cada que sube al escenario, su orgullo por ser universitario, su pasión por el arte y su gusto por disfrutar de una buena comida.

El actor mexicano | Foto: Especial
Ciudad de México /

Es domingo y apenas unos minutos después de las 4 de la tarde, Alejandro Camacho llega al teatro 11 de julio, donde los fines de semana da vida a La virgen loca. Entra a su camerino y empieza su ritual: el rezo que lo aleja del terror que siente al salir al escenario, es primordial. Aunque han pasado más de cuatro décadas de que debutó en teatro, en la obra Zaratustra, confiesa que el miedo se mantiene latente.

Da un sorbo a su café y antes de encender su cigarro, pregunta amable: “¿Te molesta?”, y enseguida la charla con MILENIO se dirige por el bululú que protagoniza. Pero la entrevista también permite conocer que es un hombre disciplinado, amante del arte, de los viajes y del buen comer, y que tiene gustos sencillos.

¿En ese tiempo haces algún ritual antes de salir al escenario?

Primero, rezo, antes que nada, me encomiendo y toda esa energía de la obra la ofrezco para mis seres queridos, para mis amigos y para la gente que me hace el favor de venir, a ver este bululú. Porque la gente dice está solo, es un monólogo y no. Es bululú, cuando es monólogo es cuando un actor hace un personaje, cuando es piojo hace dos, cuando es ñaque hace tres, cuando es ñaño hace cuatro y cuando hace más de cinco es bululú; y este es un bululú.

¿Cómo son esos personajes de 'La virgen loca'?

Es una mujer-hombre que cree que tiene 160 años y que no tiene ni tiempo, ni espacio. Presenciamos el acto de locura de una persona y como no tiene ni tiempo, ni espacio va desde la longevidad más acentuada, hasta su parte infantil, hasta su parte juvenil, madura, su parte de hombre, de mujer; entonces es un personaje que solamente puede existir en el teatro.
Es un proceso de locura que el público está viendo en vivo, sobre la fidelidad, el amor, el triunfo, la honestidad, la luz, sobre Dios, sobre el sexo. Y también habla sobre la tristeza, la vejez, el desamor, la traición, el olvido, la vida y la muerte, pero siempre con humor. Tiene un sentido del humor particular que hace que la gente la pase bien. Es una locura que tiene que ver con todos.
Y de alguna manera las características que propone el texto son de una gran teatralidad. Todo esto lo armé con las visiones que tengo de la comedia del arte de Evaristo Gerardi, de los primeros cómicos de la comedia del arte, de Esmeraldina, de Colombina, de Arlequín, de ese tipo de teatro, que está lleno de máscaras, que yo las hago con mi cara. Y bueno salió este monstruito que estamos presentando, y que ha superado las expectativas que teníamos. La gente está viniendo al teatro.
Foto: Especial

Hablas del éxito, lo cual es muy positivo, considerando que vamos saliendo de la pandemia, la crisis está fuerte y todo siempre afecta al entretenimiento y sobre todo al teatro.

El teatro siempre tiene gripa.

¿Recuerdas tu primera vez en el escenario?

En 1970, en la obra Zaratustra, la segunda compañía, esa exitosísima obra que hizo Carlos Áncira, Isela Vega, Jorge Luke, Héctor Bonilla, Fernando Balzaretti, el grupo Las damas chinas, todos dirigidos por Alejandro Jodorowsky, fue en el teatro de la danza; y a partir de ahí empecé mi carrera. Me metí a la Universidad a estudiar, a hacer teatro universitario. Para mí es un orgullo haber formado parte de una de las universidades más significativas en Latinoamérica, la UNAM. Que es una fuente inagotable de gente que piensa, de gente que propone y de gente que dispone en todas las facultades.

¿Un actor lo es en cualquier medio o género?

Lo que pasa es que tenemos un sistema tan retrógrado. Yo pregunto por qué las principales plumas, en países como Brasil, como Rubén Fonseca, que es un gran escritor, reconocido internacionalmente hace televisión; porque David Mamet en Estados Unidos e Inglaterra, hace televisión; no hay que satanizarla. Ahora hay de todo. Hay buena televisión, hay televisión mediocre y hay televisión mala. Afortunadamente empecé a hacer telenovelas en Televisa, que para mí fue una extensión de la Universidad.
Y además empecé a hacer telenovelas porque en México se acabó el cine, se quemó la Cineteca Nacional. Estoy hablando de esos años, donde todos los directores, actores, escenógrafos de cine empezaron a hacer televisión y publicidad porque si no nos moríamos de hambre. Y del teatro pues no podías vivir. A menos que hubieras sido tan hábil y contundente como Don Manolo Fábregas, pero si no era difícil Y entonces, tenías que combinarlo.
Al principio solo quería hacer Shakespeare y cine, hasta que Héctor Bonilla y mi queridísimo Sergio Jiménez, que en paz descansen los dos (se han de estar peleando allá arriba, o abajo, quién sabe (risas). Los dos me dijeron: “Camacho no seas pendejo, te vas a morir de hambre, vente a trabajar a la tele”. Y yo decía: “No, yo no quiero trabajar en la tele, es una mierda”. Y ellos insistían: “Vente a trabajar a la tele”. Y tenían la razón, porque tuve toda la suerte de que la empresa me apoyara en ciertos proyectos que se salían de la nomenclatura que usualmente tiene Televisa, y me dejaron hacer proyectos muy locos que funcionaron.

¿En qué telenovela debutaste?

Se llamaba Juegos del destino y si mal no recuerdo, la dirigía Jorge Ortiz de Pinedo. Luego hice Cuando los hijos se van, que producía mi queridísima y admiradísima Silvia Pinal y que dirigía Héctor Bonilla. Estaba Saby Kamalich, Demián Bichir, Silvia Pasquel, excelente actriz siempre ha sido Silvia, y de alguna manera vas conociendo gente interesante.
Y yo entré a Televisa, porque hice El Rey Lear con Ignacio López Tarso en la Universidad, él era el rey y yo el bufón y fue una obra muy exitosa y la fueron a ver la plana mayor del país, por Ignacio, claro, porque los demás éramos unos chamacos, estaba Fernando Balzaretti, Humberto Zurita, Gabriel Araujo, Ernesto Yáñez, tu servidor; y entonces me vieron Ernesto Alonso, Manolo Fábregas y Silvia Pinal, significativos productores, y de ahí me jalaron. O sea yo no soy ni recomendado, ni nada. Afortunadamente la tesis del actor está ahí, no puedes decir más, ahí está.

Cuando no estás actuando, ¿qué te gusta hacer?

Me gusta leer, escribir, películas, viajar; soy lector asiduo de poesía. Me gusta mucho la poesía italiana, la mexicana, me gusta la ópera, voy a conciertos de música sinfónica; en fin, trato de que mi espíritu se esté moviendo constantemente. Me gusta ir a galerías, a museos, tengo muchos amigos pintores importantes, que están y otros que ya se fueron, pero que de alguna manera han fundamentado y alimentado las visiones que tengo en mi cabeza.

¿Te llama la atención dirigir?

He dirigido, pero me emociona estar en escena, soy un animal de la escena, del set, del foro de tele; me gusta, me excita, me prende, me da esperanzas en la vida.
Foto: Especial

¿Qué te hace reír en la vida?

Las cosas simples. Por ejemplo, que ahorita te levantes y te caigas (jajaja).

¿Qué te preocupa?

Tener un país que no tiene educación, quisiera un país educado, en todos los aspectos y con perspectivas para los jóvenes.
Cuando estaba en la preparatoria me acuerdo que nos llevaban al Palacio de Bellas Artes a la bola de salvajes preparatorianos a ver obras de teatro clásicas y era una catarsis para todos. Se han olvidado esas acciones que tenía el sistema de educación en México, sobre todo para la gente joven, esas actividades que nos brindaron la oportunidad de soñar. La realidad es muy importante, pero también los sueños, la ilusión, la imaginación.

¿La ilusión te da fortaleza?

Sí, y el humor. Chaplin decía que a través de una sonrisa entiendes mejor al mundo. Te da una nueva perspectiva sobre lo que estás viviendo, que puede ser terrible. Creo que el humor es muy importante y no hablo de la risotada, sino del humor inteligente, que lo puede entender un niño, un secretario de Estado o cualquier persona.

¿Qué personaje te falta interpretar?

Ricardo III, Galileo Galilei y hacer obras sencillas, como ésta, a la que la gente venga y se identifique.

Y a Alejandro Camacho, ¿qué le falta?

Aprender más, no me niego la posibilidad de aprender de mis semejantes, de su talento.

¿Qué te gusta comer?

Todo. Me encanta la comida libanesa, me encantan las libanesas; me encanta la comida china, me encantan las chinas.

¿Fuiste o eres muy enamorado?

Sí, estoy enamorado de la vida, soy apasionado.

¿De tu pareja?

Teresa, mi pareja, tenemos casi 10 años ya, y quiero mucho a Rebecca (Jones).

Fue una bonita historia tu matrimonio con ella, ¿no?

¡N’ombre!, la adoro. Tenemos contacto.

¿Fue como una historia de telenovela?

Hacíamos muchas cosas juntos, independientemente de la imagen que teníamos y de los trabajos que hacíamos en la tele, le metimos lana al cine, al teatro, en fin; me divertí mucho, pero el amor se transforma en otra cosa.

¿Qué te hace feliz?

Las cosas más simples, un buen desayunito en mi casa, una comida sencillita: arroz rojo con dos huevitos, unas tortillitas y una rica salsa, simple. También me gustan las cosas sofisticadas e ir a buen restaurante, ser un gourmant que se da el tiempo de disfrutar la comida, el atardecer y hablar de poesía, de pintura.

Claves

Las funciones

La obra que produce Rubén Lara se presenta los sábados y domingos a las 18:00 horas en el Teatro 11 de Julio.

Lo que viene

En marzo se estrenará la película de Gilberto González Penilla, Amores incompletos.


hc

  • Adriana Jiménez Rivera
  • jiramil@hotmail.com
  • Licenciada en Periodismo y Comunicación Colectivo, egresada de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales, ENEP Aragón, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Con más de 32 años de experiencia en el periodismo escrito, en los diarios El Esto y La Afición, y las revistas Tele Guía y Oye mi canto; y desde 2000 en MILENIO DIARIO como reportera, y Coeditora desde 2009 a la fecha.

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