Este miércoles se llevó a cabo un homenaje póstumo a Ignacio López Tarso en el Teatro Jorge Negrete, recinto ubicado en las instalaciones de la Asociación Nacional de Autores (ANDA).
En dicha ceremonia, comandada por Juan Ignacio, hijo del icónico actor que falleció el pasado 11 de marzo, un momento muy emotivo lo protagonizó Alejandro Tommasi.
Al subir al estrado, Tommassi dijo: “La poesía se reúne en dos palabras, conjugada, dando un sentido a veces ambiguo o a veces concreto. El maestro López Tarso es poesía: actor y público. Una simbiosis que solamente se da con un gran actor, para mí el mejor actor del mundo”.
“Aquel actor mejor del mundo es el que nunca se baja del escenario, y él lo hizo, nunca se bajó del escenario; el mejor actor es el que está siempre arriba. No hay otro en el mundo que haya hecho esa labor; que yo sepa, no creo que se haya tomado el descanso”, agregó.
Asimismo, Alejandro resaltó que Tarso “es un ejemplo, es una enseñanza, y todos sabemos el legado que nos ha dejado, que es impresionante”.
“Creo que muy pocos actores en el mundo han hecho esta carrera y él, alguna vez le hice una entrevista que la tengo en un casette, me dio tantas enseñanzas que no puedo menso que tratar de seguir su ejemplo para, al menos, tocar sus pies, un poquito de lo que él fue”, dijo.
Entonces, contó una anécdota de su etapa en la obra El rey Lear, donde compartió escenario con López Tarso: “Cada vez que salía del escenario, él entraba a escena, el salía de escena y yo volvía a entrar. Entonces, yo no me iba a cambiar, me quedaba a verlo, a observarlo, a aprenderle, y a ver ese esfuerzo que siempre hacía cuando decía ‘Rómpete corazón mío, cómo es posible que viva una rata, un perro, y tú ya no respires’”.
Tras este recuerdo, Alejandro Tommasi leyó un poema que escribió en honor al protagonista de la película Macario:
“Ese esfuerzo que veía en sus venas me hace decirle este poema, que humildemente le quiero ofrecer. Amo tus venas satisfechas, rehidratadas por el esfuerzo, imponentes por lo intenso de respirar constantes flechas”.
“Tus cándidos movimientos enlazados con armonía, resistiendo cada día tan precisos segmentos. Ultrajadas por la piel que resalta sus formas, unas lisas, otras gordas, destilando pura miel”.
“Esos giros contenidos, los latidos más frecuentes, esos muslos bien prudentes, sosteniendo siempre asiduos. Ya en tu frente y en tu cuello, se perfilan voluptuosas, sudor con olor a rosas, y tu perfil hermoso y bello”.
Y cerró su poema: “Rotuladas en mi mente las arterias conjugadas que el temblor de tu quijada y la fuerza centelleante, ese amor por lo que haces y el fervor de tus impulsos, el vaivén de esos pulsos es tu arte, y cómo creces”.
Hc