“Nada me hace más feliz que provocar carcajadas a la gente”: Benito Castro

Presentamos de manera póstuma la que es, quizás, la última entrevista que concedió Benito Castro.

Benito Castro (Fototeca Milenio).
Ciudad de México /

La muerte sorprendió al cantante, compositor, actor y comediante Benito Castro a los 77 años, cuando apenas hace un par de semanas conversaba sobre la gira que emprendió con la comedia ¿Por qué será que las queremos tanto?, del argentino Daniel Datola, en la que compartía escenario con sus amigos Luis de Alba, César Bono, Alejandro Suárez y Carlos Bonavides, dirigidos por Rafael Perrín.

Siempre bromista, sin temor a las palabras malditas (como las llamaba Octavio Paz) ni presto al lenguaje políticamente correcto, Benito Castro (5 de junio de 1946-11 de septiembre de 2023) arrancó la charla con este reportero con su preocupación por la violencia en el país, el clima electoral, la situación de las mujeres, pero, sobre todo, de la importancia de la risa en su carrera que se inició como cantante.

En esta que es quizás la última entrevista que concedió el artista y que se publica póstumamente, Castro rompe el hielo con una pregunta política, unos días después de la golpiza que propinaron unos maleantes a dos paramédicos después del partido Rayados-Cruz Azul, el 27 de agosto en Monterrey.

BC. ¿Y a quién le vas?

JJ. Quisiera irle al Cruz Azul, pero ya hasta pena me da.

Yo hablaba de a quién le ibas: ¿a Xóchitl o de Beatriz?

Pensé que íbamos a hablar de cosas serias, maestro.

“Es que estoy viendo la golpiza que le dieron a los paramédicos, carajo. Qué cosa más terrible que estamos viviendo con tanta violencia y con tanta impunidad, hermano. La risa no te salva pero te hace olvidar un ratito, te hace desafanarte un ratito de la dramática y triste realidad que estamos viviendo en un país copado totalmente por la violencia. Y digo totalmente porque hasta en las familias es increíble lo que se oye a diario en los noticieros. Yo soy fan de Milenio. Yo me chingo Milenio todo el día”.

Mejor vamos a hablar de su comedia teatral. ¿Por qué será que las queremos tanto?

¿Por qué? Si las mujeres son totalmente imprescindibles para nosotros. ¿Tú puedes vivir sin viejas?

¿Se puede vivir con ellas?

¡Qué chingona tu respuesta! Pero, pues claro que sí se puede vivir con ellas y se puede ser feliz. Claro que cuatro pinches viejos, como somos nosotros (en la obra), hablando de ellas, pues tenemos que hablar cosas fuertes. Y lo más chistoso es que se rompe la cuarta pared en esta obra y estamos pendientes de las reacciones de las señoras, cómo pellizcan a los maridos y les dicen: “Ves, cabrón, cómo sí son así ustedes”. O los esposos que les dicen a ellas: “Míralas, así son”. Es el diario acontecer de nuestra vida, el vivir en pareja, el torear a una pareja toda la vida. Pero, al final de cuentas, cuando cierra la obra, se les hace justicia a las mujeres, porque tampoco vivir con nosotros los hombres es una pinche perita en dulce.

¿A quién interpretas en '¿Por qué será que las queremos tanto?'?

Yo hago al más misógino de todos. Un cabrón que lleva cuatro divorcios en su haber y presume de andar con una chiquita, con una jovencita de 20 años de edad. Y al final termina llorando por ellas, porque al final se le voltea la escuincla y lo manda a la chingada y se va con otro. Y él se arrepiente de todo lo que dijo durante la obra. Pero todo está manejado con un sentido del humor por los argentinos que son especialistas en hacer comedias muy bien escritas y planteadas. Muchos dicen que lo más hermoso de la vida son las mujeres, o un atardecer, en el mar, con tu mujer… Para mí, lo más hermoso de la vida es ver a la gente reírse, cabrón, me caí. No hay cosa que me haga más feliz que las carcajadas de la gente y ser tú el que las provocó, eso es algo verdaderamente indescriptible. ¿Me lo crees?

¿Y cómo es que un misógino puede provocar risas?

Porque es el sentido del humor, hay humor negro y este también es muy gracioso, también causa hilaridad. Pero no es una misoginia agresiva o violenta; es nomás en su actitud y es de dientes para afuera, porque en realidad el que está de la chingada es él, porque por algo cuatro viejas te han dejado. Y a mí las cuatro me abandonaron y las cuatro me pusieron los cuernos.

En lugar de estar con las cuatro mujeres, está con otros cuatro como usted en escena.

Sí, con otros cuatro cabrones igualitos que yo, ja, ja, ja.

Como que algo falló ahí, ¿no, maestro?

Ahí falló la relación, ahí no falló nadie más que nosotros, porque los hombres a veces provocamos que nos abandonen las mujeres, porque también hay cada pinche ejemplar en el gremio masculino, que que los aguante su madre de como son: agresivos, borrachos, apestosos, pedorros. Madre y media que somos los hombres y que las mujeres no lo son.

A lo largo de todas estas temporadas con esta obra ¿cuál es la anécdota que más te gusta?

Que la gente al final que se sube al escenario para tomarse la foto con nosotros, unos me hablan de La carabina de Ambrosio o de Ensalada de locos. A cada uno de nosotros, por lo que han hecho en su vida en la televisión, le dice el público cosas hermosas: “Usted me ha regalado momentos de felicidad tan hermosos” o “Esta 'Güereja' era maravillosa (María Elena Saldaña), bla, bla”. Otros que me dicen: “Con la música de ustedes, Los hermanos Castro, me enamoré de mi mujer y nos casamos”, eso es muy común que me lo digan. Esas cosas compensan cualquier sinsabor, cualquier pena que esta carrera te haya hecho pasar o sufrir. Cuando te dicen cosas tan hermosas. “Yo me casé cantando Yo sin ti”. Te quedas que no sabes qué hacer más que voltear al cielo y darle gracias a dios.

Eso es un gran homenaje a sus carreras.

Eso es justo lo que es. Lo que pasa es que es como muy presuntuoso decir que es un homenaje que me hacen, pero al final de cuentas tengo que reconocer que eso es lo que la gente nos regala: un homenaje. Es un homenaje cuando la gente se ríe así al final de la obra, en una comedia que despierta polémica. Al final es un homenaje que se paren a aplaudir por la calidad de tu trabajo, porque tu trabajo les encantó. Y no es común que la gente se pare a aplaudir en una comedia; la gente se ríe, se para y se va. Aquí no, se quedan parados aplaudiéndonos como si hubieran cantado en un recital o un concierto. En la comedia no sucede, nunca lo había yo vivido como en ¿Por qué será que las queremos tanto? ¡Qué chingón!.

Luis de Alba me decía que todos ustedes en la obra son actores de formación. “No somos payasitos”, me aclaró.

Yo empecé cantando y cantando cosas de amor, no cumbias ni cosas ligeras. Siempre Los Castro se significaron por cantar cosas muy profundas, muy intensas. Hacer comedia y que te vaya muy bien también es hermoso. No hay nada más bello que ver reír, que hacer reír a la gente con tan buena gana como lo hacen. Mi experiencia después de Los hermanos Castro fueron puros programas de televisión, pero la televisión, a diferencia del teatro, te tienes que esperar una semana, para oír comentarios de qué opinión despertó tu trabajo, qué éxito. En el teatro lo maravilloso es que inmediatamente tienes la respuesta del público. Y eso no se paga con nada. Inmediatamente estás sintiendo el calor, el cariño. Y no puedes evitar ver caras, gente, cómo te están mirando sin interrumpir la obra te hacen caras de qué chingón, qué chistoso, qué bonito. Te acarician el corazón nomás con una mirada.

¿Extrañas la televisión?

Sí la extraño por la popularidad que te da, es lo único. Pero ahora, la respuesta inmediata del teatro es lo de ahora. Además, yo nací y crecí en el teatro, con mi padre El Bigotón Castro, un gran actor genérico que comúnmente se les dice así a los patiños, que es el que prepara el chiste al cómico. Mi papá fue un gran, gran patiño de los más chingones: Cantinflas, Palillo, Resortes, Óscar Ortiz de Pinedo. Y yo crecí de niñito viendo a todos esos señores trabajar y actuar. Yo no entiendo a esos comediantes de ahora que dicen un chiste y se quedan viendo a la gente provocando que se rían un poco más y que esa risa saque un aplauso. Palillo no dejaba al público respirar. Era pum, pum, pum. Y cuando él quería, como buen toreo que era porque le gustaban las corridas, se dejaba cachondear después de un chiste. Y esperaba que la gente le aplaudiera. Y la gente no aguantaba más, ya lo que querían era aplaudirle, por su ritmo de trabajo. Con esa gente aprendí yo. Con un humor de verdad.

¿Cómo es trabajar con Luis de Alba, César Bono, Alejandro Suárez y Carlos Bonavides? ¿Cómo es trabajar con grandes amigos?

Es tan grande mi admiración por todos y cada uno de ellos, porque ellos ya eran cuando yo estaba en Los hermanos Castro haciendo otro trabajo. El haberlos admirado por tantos años, creo que tenía yo 17 años cuando vi por primera vez trabajar a Alejandro Suárez en una obra que se llamaba Por eso estamos como estamos, al lado de Fernando Luján, otro grandísimo actor cómico; El Loco Valdés, Héctor Lechuga… Ahí vi a Alejandro Suárez trabajar por primera vez y luego ya me hice fan de él y lo veía en Chucherías, en televisión, te hablo de blanco y negro. Crecí con tanta admiración hacia esas personas, que el día que me tocó trabajar por primera vez con El Loco Valdés en un Tenorio cómico, estaba yo temblando de la emoción. Y sacaba yo un buen bonche de risas, no me iba mal, no cantaba mal las rancheras, pero era muy emocionante de un monstruo de la comicidad como era El Loco Valdés.
“Ahora me pasa lo mismo. De repente me pasa por la cabeza porque tengo esa dualidad de poder estar pensando y analizando cosas, cuando estoy diciendo diálogos. Me puedo partir en dos. Y de repente me viene a la memoria decir: ‘Uta, qué felicidad de estar viendo a este cabrón de Alejandro Suárez, a quien tanto disfruté. A Luis de Alba, uta madre, también tan chistoso, tan cagado; a César Bono que lo adoro y además lo admiro por su fuerza, su fortaleza anímica, hemipléjico y ahí está en el escenario rifándose con todos nosotros, pero rifándose en serio, sacando unas risotas y unos aplausos preciosos. Con Carlos Bonavides… Es para mí muy satisfactorio compartir mi vida con gente tan talentosa”.

¿Por qué no incluir a una mujer en el elenco?

No, si lo bonito es que no estén, para eso están las del público. Para eso están las señoras del público que nos dicen chingadera y media, no te creas que se quedan calladas. Hay unas señoras cagadísimas que nos gritan unas cosas que nos hacen reír a todos, al público y a nosotros. Una señoras bravas, de esas chingonas para gritar.

¿Hacia dónde va ahora '¿Por qué será que las queremos tanto?'?

Estamos haciéndola, cada día tratamos de hacerla mejor, surgen cositas que le vamos encontrando. Cada día es una experiencia nueva. Así es como se hacen las cosas grandes. Lo que es importante es que nunca fracasa, siempre es lo mismo, el aplauso de pie final, el abrazo de la gente. ¿Cuánto dure? ¿Adónde vaya? Sólo Dios sabe. Sólo Dios, si no nos recoge antes.

Descanse en paz Benito Castro.

caov

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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