Los recuerdos se mantienen frescos en la memoria de César Costa: desde los ensayos que su mamá, Josefina Schreurs, concertista de violín, tenía en casa cuando él era un niño, hasta la primera canción de rock and roll que grabó, “un arreglo de La Cucaracha”, junto a los Black Jeans.
A sus 81 años, el artista, en el sentido más extenso de la palabra, acude a su pasado con cariño; al hablar en entrevista con MILENIO de eso que tuvo lugar hace algunos lustros o décadas, se emociona, detalla y, sobre todo, sonríe.
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Nacido en la Ciudad de México el 13 de agosto de 1941, César Roel Schreurs, su nombre de pila, recuerda que en su infancia tomó clases de violín, “cuatro años con el maestro Icilio Bredo” para gusto a su mamá, pero cuando una guitarra llegó a sus manos todo cambió.
“Tendría 15, 16 años, fui una temporada a vivir a Estados Unidos con unos tíos y ahí empecé a escuchar rock. Al llegar (a México), cambié el violín por la guitarra y empecé a tocar algo de rock”, rememora.
En la década de los 50, el rock era visto como “una música muy loca” que de inmediato remitía a James Dean en Rebelde sin causa, pero su mamá, Josefina, y su papá, Cesar Augusto Roel González, prominente abogado, no vieron con malos ojos que su vástago asimilara esta expresión, al contrario, lo apoyaron. Y con este respaldo pronto encontró cabida en un grupo: Black Jeans, luego rebautizados como Los camisas negras.
Pionero del rock and roll
“Fue en una audición donde los conocí – recuerda César –. El bajista, que antes tocaba el tricordio, Carlos González Loftus, me invitó a escucharlos, y cuando vi que estaban tocando música instrumental porque no tenían cantante, les dije que me dieran una audición, que yo cantaba y tocaba la guitarra”. Así se volvió el vocalista de la banda. Era 1958.
Ese año, los Black Jeans pasaron a la historia como la primera banda en grabar temas de rock en español bajo el sello Discos Peerless. “Grabamos un arreglo que hicimos de La Cucaracha, luego La batalla de Jericó”.
“No había industria musical – expone el cantante sobre el panorama de esa época –. Es decir, nosotros conseguimos un contrato en un lugar y tocábamos de 4 a 7 de la tarde, y luego entraba Jalil el Árabe con su grupo, que tocaba jazz. Luego debutamos en el Teatro Lirico junto a la Sonora Santanera, que también estaba debutando”.
La mayoría de los eventos tenían lugar en casas, por ejemplo, la de los papás de César en la colonia Nápoles: “Entre el jardín y la cochera hacíamos las tardeadas”. Pronto la gran convocatoria obligó a buscar un lugar más amplio: la iglesia de San Antonio de Padua, en la misma colonia. “En la parte de atrás daban catecismo y nos prestaban un corralón grande, y sacábamos a los niños rápido para empezar a montar los instrumentos, tocábamos de cuatro a siete”, dice el artista y suelta una risa.
A estos shows iban los rockeros del momento: desde Los Locos del Ritmo, Los Rebeldes del Rock y Los Teen Tops, hasta el mítico Luis Vivi Hernández.
“El rock and roll empezó a nacer ahí, en la colonia Nápoles, en la calle de Pensilvania, y antes en la casa de mis papás, entre Louisiana y Nueva York”, afirma.
En 1959, Black Jeans firmaron con Discos Musart y cambiaron su nombre a Los camisas negras. Un año después, lanzaron un disco homónimo plagado de versiones de éxitos estadunidenses como Zapatos de ante azul, tema de Carl Perkins, y Fiebre, de Elvis Presley... Y entonces, el acabose: los intereses personales de cada músico, aunados a la poca estructura de una industria naciente, terminaron con el ensamble.
Aunque todo final es un inicio, así lo ejemplificó César: “Al desintegrarse el grupo, estaban dando audiciones en Discos Orfeón y fui con el tecladista de Los Rebeldes del Rock. Me aceptaron de inmediato y a la semana estaba con Gustavo Pimentel tomando tonos, y una semana después ya en el estudio grabando. Fue meteórico mi lanzamiento”.
Se volvió solista y cambió su nombre: adoptó el Costa inspirado en Dominick Don Costa, el arreglista de Paul Anka y de Frank Sinatra. Así empezó su faceta como el gran crooner de México.
Entre suéteres y rodajes
César Costa debutó y el éxito llegó rápidamente; le bastaron sus primeros discos con Orfeón – Canta (1961) y Sinceramente (1961) – para consolidarse en el gusto de las nuevas generaciones, y no solo por su voz y el pique artístico que protagonizó con Enrique Guzmán, también por su estilo.
Estilo: esos suéteres que volvió característicos de su efigie. “Me invitaron a hacer televisión por primera vez y no sabía qué ponerme – recuerda sobre cómo empezó a utilizarlos –. Me habían dicho que un smoking y yo no entendía qué era, entonces un compañero, Martín de la Concha, que veníamos del Colegio Alemán y luego estudiamos juntos la carrera, me dijo: ‘Te doy un suéter que me dio un tío’, con unas grecas enfrente, para esquiar. Me convenció y usé el suéter por primera vez en televisión”. Y fue un éxito.
“Los clubes de Bogotá, de Buenos Aires, de Quito, todos los de Centro y Sudamérica me empezaron a enviar suéteres; llegué a tener una colección grande y luego los fui regalando para obras de caridad y subastas”, agrega.
De tener miles de prendas de este tipo, ahora solo conserva una: la primera, la que le regaló Martín, pues “tiene un valor muy importante”.
Ante las tentaciones de la fama, el cantante asegura que no perdió - ni ha perdido - el piso gracias a dos decisiones “muy afortunadas”: la primera, no salir de casa de sus padres, “seguir viviendo como normalmente era mi vida, como un hijo más”. Y la segunda, acabar la carrera en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Me mantuvieron con los pies en la tierra porque en casa era uno más, no quise independizarme; era una casa muy divertida, sucedían muchas cosas de tipo cultural, los ensayos de mi madre con la Orquesta de Cámara Vivaldi, mis hermanos siempre llevaban amigos, nos gustaban las carreras de autos, así que no me costó trabajo seguir viviendo ahí. Y en la carrera de leyes era un estudiante más, tenía que estar a la altura de los demás”, explica.
'La historia de Tommy'
De una de sus canciones más populares, 'La historia de Tommy', el artista cuenta el origen: "Esta canción fue muy exitosa. Yo corrí un par de veces en Pachucha, mi hermano mayor corría más seguido, y la canción me vino como anillo al dedo porque tenía una relación estrecha. Hicimos la letra y la canción fue un éxito, por desgracia coincidió con la muerte de Ricardo Rodríguez y mucha gente pensó que era una especie de homenaje a él, pero la habíamos grabado anteriormente".
De la música saltó al cine. Tras una breve participación en Si yo fuera millonario (1962), producción dirigida por Juan Soler, “me empezaron a llover ofertas de actuaciones especiales”.
Pero a esto César dijo que no porque ya tenía algo claro: “entrar con un protagónico”, cosa que logró con El cielo y la tierra (1962), de Alfonso Corona Blake, donde compartió los reflectores con Libertad Lamarque. Desde entonces, desarrolló una carrera sólida en la pantalla grande.
“Es una carrera difícil que te ofrece muchas cosas, muchas tentaciones, y es fácil caer, entonces, hay que mantenerse en lo más en control posible para seguir lo que quieres; yo quería comunicarme con el público, tener reconocimiento, obviamente tener éxito, he sido muy competitivo toda mi vida, pero sin sacrificar estos valores: congruencia, respeto a mí mismo, no meterme en líos, no caer en drogas. Así me he mantenido", reflexiona.
La carabina de Ambrosio y Papá soltero
Tras tener éxito en la música y el cine, César aterrizó en la televisión, donde ha ejercido los roles de actor y conductor.
Ambos los pulió durante su paso por La carabina de Ambrosio, programa de sketches cómicos que se emitió de 1978 a 1987. Ahí convivió y se hizo amigo de celebridades como Xavier López Chabelo y Alejandro Suarez.
“La carabina de Ambrosio estuvo muchos años en primer lugar con un éxito bárbaro, y algunos sketches son tan buenos que resisten el tiempo y siguen funcionando”, resalta.
Aunque Costa apunta que en la actualidad la comedia “se ha ido degradando” debido al “albur obvio, la grosería, las malas palabras”.
“No es que me asusten, pero no son necesarias; creo en la comedia de buen gusto, que no agreda a nadie, como en esa época de la televisión que te veían en cualquier casa. Siempre fuimos muy respetuosos, nunca dijimos una mala palabra”, añade.
En 1987, con el fin de La carabina, César arrancó otro proyecto que se volvió referente de las series televisivas: Papá soltero.
“A mí me dieron el título y dije ‘Denme una semana para ver qué se me ocurre’. Empecé a trabajar la idea y, como no era común en ese entonces que hubiera un papá soltero, diseñé una familia disfuncional”, cuenta.
En el programa, que duró ocho temporadas, César utilizó su nombre para dar vida a un padre de familia libertino que,al morir su ex esposa tiene que cambiar sus hábitos en compañía de sus hijos, Miguel (Gerardo Quiroz), Alejandra (Edith Márquez) y Cesarín (Luis Mario Quiroz).
“Diseñé un papá que se equivocaba, que necesitaba comunicarse y aprender con ellos, y así dimos con una formula maravillosa, un programa familiar que creo sirvió de mucho: creo que el mayor mensaje era el poder de comunicación del padre con los hijos, y aprender todos cómo convivir, hacer una familia disfuncional que funcionara”.
Curiosidad y cultura
Como Embajador de buena voluntad de la UNICEF, César está atento de las oportunidades y riesgos que experimentan las infancias y sus familias en la actualidad.
“Creo que las familias actuales tienen un reto enorme con los hijos con tanto bombardeo de cosas, tanta tontería que existe, tanta banalidad”, expresa el artista, y señala que “antes era todo más sencillo”, pues aunque las opciones de esparcimiento eran menores, “tener demasiadas opciones no hace más que confundirte la mayoría de las veces”.
“No estamos viviendo un momento fácil”, sentencia.
Pero esto puede revertirse con la cultura, que no es per se la solución a los problemas sociales, “pero sí un gran apoyo”.
“Creo que la cultura, en el mejor sentido de la palabra, puede ayudar mucho; lo mensajes positivos a través de ella. Aunque definitivamente se ha olvidado a la cultura y es un elemento importantísimo en el desarrollo de la sociedad”.
También insta a usar la curiosidad, "uno de los elementos más importantes en la vida", como motor,
"Yo soy un buen aprendiz, me gusta aprender de todo y de todos, entonces hay tanto que aprender en la vida si abres los ojos; puedes aprender de la gente menos esperada y te pueden dar lecciones maravillosas".
Por último, César Costa, que al mirar atrás se siente bien "porque no hay nada de lo que me avergüence”, dice que le encanta seguir trabajando y aprendiendo, “me siento activo”, y revela sus definiciones de éxito y amor.
“El éxito que me importa es el interno, no el externo; el externo te puede marear, te puede distraer de las cosas importantes, te puede perder fácilmente. Es agradable que te reconozcan, pero hay que tomarlo con muchas reservas. He aprendido a repetarlo y procurar lo interno: ser mejor ser humano, mejor esposo, padre, abuelo, amigo. Para mí, esos son los valores que más me importan".
“Y el amor es importantísimo en la vida; el amor a tu trabajo, a tus padres, a tus amigos, a todo, a la vida. Hay muchos tipos de amor, pero creo que hay que estar enamorado de la vida”.
hc