Están quienes ven la cocina a distancia, obtusos ante lo que sucede en ese lugar donde ‘alguien más’ prepara lo que calma sus estómagos. Luego aparecen esos ‘alguien más’, adoradores de cualquier otra actividad – arquitectas, estudiantes, contadores, maestras, cantantes, políticos – que dos o tres veces por semana vierten un poco de aceite en un sartén. En otro nivel se encuentran los feligreses de la sazón, que en rara ocasión hacen moverse a un repartidor de aplicación, pues parten jitomates y limones con frecuencia, no se pierden los programas de cocina, e incluso puede que trabajen o tengan su propio local. Y arriba de la pirámide gastronómica se iluminan los apóstoles de los sabores, que no se conforman con recetas existentes, que derramaron una lágrima con la muerte de Anthony Bourdain, que saben que Michelin no son solo neumáticos, que pueden diferencia entre el vinagre blanco y de vino blanco, y que suelen ser los protagonistas de los contenidos que ven los feligreses.
A esta última categoría pertenece Claudia Sandoval, primera latina en ganar la versión estadunidense de MasterChef.
- Te recomendamos Mole, esquites y barbacoa: lo que el chef Augusto vendía en Rusia antes de la guerra Estados
En entrevista con MILENIO, la chef nacida en San Diego, California, viaja en el tiempo para hablar de su infancia, en específico de esos días que su mamá y su abuela preparaban aguachile, una forma de recordar a la tierra de origen, Mazatlán: “Es algo que nunca hacía falta los fines de semana; aunque fuera una carnita asada, siempre hacíamos aguachile para botanear”.
De la infancia a la adultez, Claudia perfeccionó su sazón a modo de hobbie, pues su foco profesional estaba orientado al marketing, hasta que en una afortunada ocasión, viendo un programa de las primeras 5 temporadas de MasterChef versión Estados Unidos, pensó: “Yo puedo hacer eso”. Y lo hizo mejor que nadie.
“En Estados Unidos hay un nivel de casting más largo: hice audición en agosto (de 2014) y hasta diciembre me dijeron que había pasado las etapas. Tuve todo ese mes para prepararme, estudiar, me comuniqué con varios amigos chefs, mis amigas llegaban con bolsas de mandado y me decían ‘Reto de eliminación’. Así empecé la preparación hasta que el 6 de enero (de 2015) me fui a Los Ángeles. Al programa te dejan llevarte 6 libros, y uno de los libros que me llevé era uno de mil 700 páginas… Lo leí como 3 veces. Cuando no estaba en escenario, estaba estudiando”, recuerda.
Y tal vez su día más feliz no fue cuando le informaron que iba a participar en la sexta temporada del programa o cuando se alzó con el trofeo, sino la primera vez que estuvo frente a uno los jueces: su ídolo, Gordon Ramsay.
“¡Sentí que me iba a desmayar! Yo soy muy alta, mido como 1.80, soy una mujer grande, pero este hombre todavía me pasa por 6 pulgadas. Obvio que cuando entra a un cuarto… para que yo me sienta intimidada por una persona así es que está grandote. Ha tenido momentos criticables por conflictivo, pero es una persona que siempre he admirado porque se toma su cocina muy en serio, y es una cosa que mucha gente percibe incorrectamente, que piensan que los chefs solo quieren ser malos. Uno, cuando es apasionado, así es. Admiro su trabajo, su cocina, he hecho miles de sus recetas por YouTube, entonces fue algo impresionante, muy bonito. ¡Me enamoré!”.
“Todos somos cocineros”
Un tamal de huitlacoche, un pez espada a la parrilla y una pera escalfada conformaron el menú que Claudia presentó en la final del programa – transmitida el 16 de septiembre de 2015- ; triada que le valió el máximo trofeo, además de 250 mil dólares y la oportunidad de publicar un libro de recetas.
“En la preparación para la final fui muy estricta, planifiqué todo al nivel de que cada 5 minutos sabía qué tenía que estar haciendo. Eso fue lo que me llevó hasta la final: que siempre me enfoqué en prepararme, en estudiar muchísimo”, recuerda sobre ese episodio en el que enfrentó al baterista Derrick Peltz.
Hace hincapié en que convertirse en chef profesional y tener una trayectoria mediática que incluye participaciones en programas como Worst cooks in America, Food network challenge y The best thing I ever ate, son situaciones que no la alejan del estudio: “Creo que tener tantos logros después de una competencia como esa (MasterChef) implica mucho de uno: mucha responsabilidad, disciplina, saber cómo manejarse en medios, cómo presentarse con marcas, trabajar frente a cámara… Es mucho estudio y cosas en que la gente no quiere invertir su tiempo, pero yo soy muy estudiosa”.
Pero Claudia tiene un tema cuando se prioriza lo académico y se desdeña lo empírico en el panorama culinario: “Muchas veces se me critica porque no tengo estudio culinario de escuela, pero creo que eso es falso, porque las escuelas culinarias se inventaron en Francia… he ido a eventos y cocinado con algunos de los mejores chefs, y ellos no te pueden hacer un tamal ni saben en qué consiste. Entonces, creo que es muy ilógico comparar a una chef mexicana o latina con otra cocina”.
“Lo importante es dejar de criticar a los que no van a la escuela, porque ir a una es definir incorrectamente a un chef cuando en realidad todos somos cocineros; con que tengamos una educación ya sea por aprender por la familia o los trabajos o manejar restaurantes. Cuando llegas a un nivel donde manejas a un equipo de cocina, ahí te conviertes en chef, no por ir a la escuela. Es importante saber valorar lo que uno sabe”.
Sin miedo a arriesgarse
Sandoval es el ejemplo perfecto de que una pasión se puede equilibrar con otros ámbitos de vida: actualmente, además de protagonizar MasterChef Latinos y Taste of the border, gusta de pasar el tiempo con su hija, su motor y mejor crítica gastronómica, y descubrir nuevas culturas, principalmente a través del paladar.
“Ahorita estoy muy metida con la comida coreana, me fascina que tienen cosas similares (a la mexicana). Tienen unas sopas que se llaman sundubu, que son a base de tofu, las hacen en unas ollitas de barro negro… imagínate una sopa de mariscos con tofu, y luego le echas un huevo crudo que con lo caliente se cose. Te hace una cremosidad increíble”.
Sobre su vida en casa, dice que siempre consiente a su pequeña con los platillos que le pide, y ocasionalmente comparte estos en sus redes, sobre todo Instagram, lo que también le ha traído un disgusto con aquellos internautas que la critican por mostrar algo rústico.
“Estoy en mi casa, así desayuno. ¿Cómo voy a tomarle una foto bonita a un huevo estrellado? A mí también me gustan los frijolitos con un poco de queso y tortillas, con eso soy feliz. Es un mito que piensen que siempre comemos muy detallado”.
Lo que no es un mito es que, con disciplina y esfuerzo, los sueños se cumplen, y Claudia es prueba de esto: “Nos sirve mucho ser luchones, pero eso a veces nos limita; pensamos que el trabajo que tenemos es lo único que podemos hacer y dejamos de lado nuestros sueños. Entonces, lo importante aquí es pensar: ‘Si ellos pudieron, ¿por qué yo no?’. Igual te van a decir no 100 veces, pero con una que te digan que sí, ya vas en camino. Ten un poquito más de fe y no tengas miedo en arriesgarte”.
Ella se arriesgó y triunfó: ahora eso que hacía de niña junto a su abuela y mamá, que siguió haciendo a la par del marketing, eso que la motivó a entrar a un concurso de proyección internacional, eso que comparte con su hija; eso –prender la estufa, picar una cebolla, preparar la masa para un hojaldre, cortar un trozo de carne –, le da estabilidad económica, reconocimiento social, amplitud cultural y, sobre todo, una sonrisa incandescente.
Claves
Olor favorito“Como todos los mexicanos, el oler cuando se están quemando, dorando o tatemando los chiles; esos olores me llevan a mi infancia en un segundo”.
Alimento para el olvido
“Nunca me gustó y todavía no me gusta el hígado. No lo como, todavía no puedo, aunque ya creció mi paladar. Lo he vuelto a comer y guácala”.
Taste of the border
La chef se embarcó en un viaje por la frontera entre México y Estados Unidos, del Pacifico al Golfo, “en busca de una historia que mostrara la riqueza cultural y la increíble comida que se puede encontrar a ambos lados”.
hc