Desde los primeros destellos de su carrera, hasta su consagración en la película 'Los Juegos del Hambre' y un Oscar por 'Los Juegos del Destino', Jennifer Lawrence alcanzó la popularidad que pocos alcanzan.
Pero detrás de las alfombras rojas, el éxito y los flashes, la actriz se enfrentaba a una audiencia que comenzó a cuestionar su personalidad mediática. En una reciente entrevista, Lawrence reflexionó sobre esa etapa, admitiendo que su propia energía se convirtió en parte del problema.
¿Por qué se sentía tan "irritante"?
En una reciente entrevista en The New Yorker, la actriz reconoce que, durante su periodo más alto, su comportamiento en entrevistas era una respuesta automática a la presión.
Para ella, la rebeldía y la espontaneidad eran formas de demostrar que no pretendía ser una estrella convencional. Sin embargo, esa actitud se volvió tan visible que muchos comenzaron a verla como "irritante".
"Cada vez que hago una entrevista, pienso: 'No puedo volver a hacerme esto'", recordó Lawrence, diciéndole a Viola Davis: "Siento que pierdo mucho control sobre mi oficio cuando tengo que hacer prensa para una película".
¿Fue criticada por su persona más que por su trabajo?
Lo sorprendente es que Lawrence identifica que el rechazo no venía de sus películas ni de sus ideas, sino de su propia presencia pública. Este giro revelo un lado poco considerado del estrellato, cuando la audiencia ya no ve solo el talento, sino la frecuencia, la familiaridad, el desgaste. En ese sentido Jennifer coloca su experiencia como un aviso sobre los límites de la presencia constante.
"Bueno, es, o era, mi personalidad genuina, pero también era un mecanismo de defensa. Y así era un mecanismo de defensa, simplemente decir: ¡Yo no soy así! ¡Me cago en los pantalones todos los días!".
¿Qué aprendió y cómo se ve ahora?
A día de hoy con proyectos más reflexivos y una actitud más tranquila ante la fama, Lawrence muestra una evolución. Ya no siente que deba demostrar que es una chica normal ni exhibir su personalidad como distintivo.
En cambio, busca actuaciones más profundas y una vida pública más equilibrada. El protagonismo sigue, pero el brillo es más controlado y autentico.
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