Luis de Alba dice que cuando nació, los doctores y demás presentes en su parto “se empezaron a reír”; así quedó sellado su destino como comediante, actualmente uno de los más icónicos no solo de México, sino de Latinoamérica, gracias a personajes que siguen cautivando a las nuevas generaciones, por ejemplo: Juan Camaney y El Pirruris.
“Desde que yo recuerdo casi todo ha sido reír, desde el kinder ya me daba por hacer chistes, imitar a gente, a los maestros. Así toda mi vida hasta que ya vivo de esto, vivo bien, hago lo que me gusta”, comenta el artista, nacido el 7 de marzo de 1945 en Veracruz, en entrevista exclusiva con MILENIO.
El humorista tiene fresco el recuerdo de su primer contacto con el entretenimiento: siendo niño, sus papás lo llevaron al Teatro Blanquita – templo ubicado sobre Eje Central, a la altura del Centro Histórico, que desafortunadamente se encuentra en desuso – y ahí “vi trabajar a Pedro Infante y Jorge Negrete… Era muy niño, pero me acuerdo perfecto del teatro lleno… A Celia Cruz, a la Sonora Santanera. Era mi máximo trabajar ahí”.
La semilla de deslumbrar en dicho escenario se implantó en él, y no descansó hasta verla germinar: “Fui a pedir que me dejaban cantar una canción o contar unos chistes, pero Margo Su, la dueña, ni me conocía ni quería”.
De Alba le decía a la propietaria: “Déjeme cantar un poquito, digo algo y ya”, pero fue hasta que uno de sus grandes amigos intervino, el actor Jaime Fernández, quien en los años 60 fue secretario general de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), que “me dieron chance de abrir la función, ser el primero que salía, que es el más chafa generalmente”.
Esas primeras veces en la gran tarima, Luis apareció solo con su guitarra, “porque ni la orquesta me acompañaba”, para cantar éxitos del momento como Son tus perfúmenes mujer, y luego “hacía chistes”.
“Se acababa la Santanera y llegaba Celia Cruz, luego entraba Fernando Fernández o Lola Beltrán, y yo seguía ahí porque me usaban para los sketches; estaba Pompín Iglesias, Fernando Soto Mantequilla, El Caballo… Ahí me fui haciendo amigo de muchos y luego ya tenía mis propios sketches”, detalla.
Tras encumbrarse en el Blanquita, De Alba saltó al cine, donde con películas de corte popular como Picardía mexicana (1978), La pulquería (1981), Los verduleros (1986) y Las calenturas de Juan Camaney (1988), se volvió un referente del humor nacional… Así se mantiene y mantendrá.
La muerte de Polo Polo, “un alfiler que te clavan”
El pasado 23 de enero, Luis soltó algunas lágrimas al enterarse de la muerte de Leopoldo Roberto García Peláez Benítez, mejor conocido como Polo Polo, pero también varias carcajadas porque recordó los “vaciles” que vivió con el legendario ‘cuentachistes’.
“Los comediantes somos un grupo muy único y cuando hay fallecimientos a todos nos duele, es un alfiler que te clavan, pero no la hacemos de tristeza o de llorar, siempre es puro vacile”, asegura.
De Alba revela que la última vez que vio a Polo “ya empezaba a tener problemas, pero no sabía de qué”.
Aunque más allá de lamentarse por su camarada, prefiere recordar sus cotorreos: “Me gustaba mucho trabajar con él, siempre fue puro relajo, me decía ‘Tienes esa panza porno’, y yo ‘¿Pornográfica?’, y él ‘Por no cag…, por no ir al baño’, así era diario”.
De su primer encuentro con Polo Polo, cuenta que ocurrió en la época que Televisa inauguró un centro nocturno en la calle de Florencia, Zona Rosa. “Para inaugurarlo me escogieron a mí y se llenaba, pero sabía que a la vuelta, en la calle de Amberes o no sé cuál, estaba un comediante muy bueno, en un café chiquito, me dijeron ‘Velo a ver’ y era Polo que salía con su guitarra a hacer lo de siempre: improvisaba y hacia relajo”.
Y al estar frente a frente, ocurrió lo inevitable: “Nos hicimos cuates”.
Así comenzó una cuadrilla a la que se sumaron otros artistas, como Raúl Vale. “Todos los comediantes nos juntábamos para ir a misa y remojarnos los labios con bebida etílica, la comunión hasta la mañana”, dice Luis con una sonrisa.
De pronto, segundos de seriedad asaltan a De Alba para mandarle un mensaje a su amigo al 'más allá': “Es como un alfiler que lleva uno clavado, pero no es de tristeza, sabemos que nos vamos a ver… Le digo a Polo Polo que nos vemos en el cielo, en el infierno no lo van a dejar entrar porque va a echar a perder a los diablitos”.
Panoramas
¿Cómo ves la comedia en la actualidad?
La censura cada vez desaparece más. De los tiempos que empecé a hacer teatro, me caía gordísimo que antes de presentar la obra al público teníamos que hacer una función especial para el gobierno, para ver si lo censuraban o no, nos quitaban cosas o no la permitían. Entonces, me caía muy gordo que estuviéramos todos los actores y que llegaran tres monos del gobierno con cara de fuchi a sentarse a vernos, luego algunos no se reían… Afortunadamente ya pasó hace mucho, entonces cada vez hay menos censura; si te das cuenta, ahora con lo del stand up ya se amplió.
¿De dónde sacaste a 'Juan Camaney'?
Yo viví en Lomas… Lo más jodido de la Lagunilla, entonces ahí aprendí muchas cosas desde niño, entre ello ahí nació Juan Camaney porque así decían echando las canicas ‘Yo soy Juan Camaney’, y luego yo le aumenté lo de ‘Bailo tango, masco chicle, pego duro, tengo viejas de a montón’… Es increíble cómo la gente se lo sabe, me ven en la calle y me lo dicen, los niños que les ponen las películas, me lo dicen. O naco, muchas palabras que he usado se han quedado como parte de la cultura de México.
‘Naco’, ¿es una palabra que acuñaste?
Sí, yo la inventé, se me ocurrió naco y se fue quedando al grado que ahora me asombra que… Esto fue en el 74, 77… Hace un buen rato de años que empecé a hacerlo y ahora se quedó como parte del lenguaje normal, inclusive está en el diccionario, que no dice realmente lo que significa, pero tiene una definición de que es todo lo subsecuente a lo establecido socialmente y rompe con las reglas. Es más o menos lo mismo, pero no así exacto.
Para cerrar, ¿por qué seguir haciendo reír? ¿Qué te provocan los aplausos?
Es increíble, no te lo puedo explicar, a veces se salen las lágrimas. Me ha pasado que canto una canción o me piden algo, me meto en el tono serio, luego viene el aplauso y está pasando una cosa conmigo… Empieza uno como comediante, como artista, pero ahora en las funciones tengo la bendición de que se levanta el público, se paran y yo digo ‘Ah Chihuahua’, pero es muy emocionante que te griten cosas. Y en Estados Unidos más, de ‘No dejes de venir, hazme un hijo’, y todo eso es emocionante porque te identifican.
hc