Nailea Norvin: “He querido hacer cine de autor toda mi carrera”

La actriz corona cuatro décadas de carrera como actriz con dos estrenos: una obra de teatro, 'Carne', y la película ganadora del Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín 2022, 'Manto de gemas'.

La actriz en la obra 'Carne' / Especial
Ciudad de México /

Al inicio de la charla, Nailea Norvind se pone a la defensiva cuando torpemente le expreso mi admiración por su maldad en telenovelas como Quinceañera (1987), hasta que, en el transcurso de la entrevista en la Cineteca Nacional, un lugar muy apreciado por ella, subraya que teatro y cine de autor son su lugar.

Norvind (DF, 1970) interpreta en Carne a Eva, una actriz casada con un ganadero; una tragedia escrita y producida por Reynolds Robledo y llevada a escena por Enrique Singer en el Teatro Helénico, que podrá verse en funciones lunes y martes hasta el 11 de abril. Un personaje que compara a la Hedda Gabler de la obra homónima de Heinrik Ibsen, autor cuya Vilma de Casa de Muñecas interpretó.

En Manto de gemas, ópera prima de la editora y cineasta Natalia López Gallardo, encarna a Isabel, una mujer que se muda con su familia a un pueblo donde su madre abandonó una villa. Ahí enfrenta el distanciamiento con su marido e hijos, mientras conoce la historia de Mari (Antonia Olivares), su antigua empleada doméstica, cuya hermana está desaparecida. Otra mujer, una policía (Aída Roa), investiga el caso mientras trata que su hijo Adán (Juan Daniel García Treviño) se aleje de los cárteles.

“Desde niña asistía con mi madre a la otra Cineteca, todas las noches, no hubo ciclo que no viéramos completo. Lo mismo me ocurrió en Nueva York, iba a salas de arte. Este cine es más potente y nutriente para nosotros. Con Michel Franco también venía muy seguido a la Cineteca. No es rechazar el logro que uno tiene por hacer una telenovela. Soy consciente del largo camino que llevo en el ámbito de la televisión comercial, pero una siempre añora ser parte de esto que uno admira. Y admiro mucho el cine en que ha trabajado Natalia antes de esta ópera prima, como editora, con su esposo Carlos Reygadas, o con Amat Escalante. Ese es el cine que veo. ¿Qué te digo? He querido ser invitada a él en toda mi trayectoria”, refiere la actriz de Después de Lucía y Chronic, obras de Franco.

Quinceañera fue un parteaguas para los jóvenes de mi generación. La cité con admiración.

Yo sé. Pero uno a veces no lo cree así.

Leonor, la mala de Quinceañera, me parecía un personaje triste, sufría mucho. Y ahora con Isabel me da la impresión de que algo fuerte está pasando en su cabeza, algo más violento que su entorno. ¿Qué pasa por la cabeza de Isabel en Manto de gemas?

Es correcto. Es un personaje que en apariencia es muy pasivo; bueno, no pasivo pero sí muy poco expresivo emocionalmente. Sin embargo, en el guion que yo había leído, a pesar de que no quisimos ponernos mucho de acuerdo, Natalia en ningún momento quiso hacer un análisis psicológico del personaje, y eso que la película deviene un viaje psicológico de nosotros mismos. No busca hacer eso en particular con nosotros los actores. En el guion no se entendía exactamente lo que Natalia iba a querer comunicar al final del camino, pero me fue dando herramientas. Una de ellas sí estaba presente, y lo vemos en el póster de la película, es una mujer en llamas, que dices que está ardiendo por dentro.
Y también hace mucha referencia a la historia que dices: puede estarse quemando el mundo o alguien enfrente de ti y no metes las manos al fuego, no nos involucramos cuando estamos viendo eso. Eso me sirvió mucho con mi imagen. Al final, hay una escena, que creo que Natalia no lo hizo intencional pero para mí fue muy útil, justamente en ciertos momentos de la historia, no lo ven como público, pero es una chimenea; me perdí en esa chimenea, imaginé ese fuego, y llegó un momento en que era una bomba en que iba a explotar. En esa escena, a Isabel la ponen desenfocada, y muchos sabemos que en el cine, cuando se desenfoca, el personaje está muy confundido por dentro, se está desmoronando. Se me hizo muy poético de Natalia como directora. Así como con otro personaje, María, donde sí vemos claramente su lágrima, el dolor que escapa de ella. En Isabel, era contención, contención”.
Foto: Especial

En Manto de gemas hay un concepto de familia muy fuerte. Isabel parece atrapada en su familia. Lo mismo podría decirse de Eva en Carne.

Es curioso, porque sí, está en familia, pero no fue hasta que yo empecé a ver la película que empecé a entender más cosas, porque Natalia no nos comunicaba lo que ella estaba buscando, era más un trabajo de ejecución: “Vamos a hacer este acto y vamos a decir estas palabras”. Sí creo que el personaje de Isabel no se siente cómoda en su núcleo familiar, se está lavando las manos de muchas formas. Ella cada vez se desaparece más, y se está involucrando en otra esfera que no tiene nada ver. En eso me identifico incluso con el personaje, lo he estado pensando, que Nailea tampoco se siente de una esfera en particular. No me siento de una esfera privilegiada, ni una desprotegida, pero a la vez sí me siento desprotegida. Al final, es el estado en el que en el fondo sí nos podemos sentir identificados: nacimos desprotegidos en este mundo, y ya las condiciones que hemos inventando para habitar en él son cada vez más caóticas. Y en mi caso es: ¡Sálvese quien pueda!

Bueno, perteneces a una aristocracia, a esa de la que habló E. M. Foster: la de los sensibles, eres artista.

¡Qué afortunados somos los artistas! El arte sí nos permite atravesar ese caos del que hablamos y esas flamas de manera más quimérica. Tenemos la bendición y el don de poder transformar eso que nos está agrediendo y transformarlo en arte. Gracias a eso no tengo que terminar en un cuarto de terapia.

Isabel termina con un desnudo muy violento. ¿Cómo llega Nailea Norvind a esa desnudez?

Era la escena que más añoraba hacer. Curiosamente, la veía como un reto. Sabía que era donde me iba a tener que atrever a más, a ver si así lográbamos –no sé si lo logramos– un momento que inolvidable en el cine. Eso es lo que a mí me gustaría. Afortunadamente, a esta edad de mi ser y de mi carrera, ya no tengo ese pudor con mi cuerpo. Al revés. Ya me he trabajado tanto, estoy tan a gusto con quien soy; sé quién soy yo, y que mi cuerpo no necesariamente soy yo, es mi instrumento de trabajo y me fascina manipularlo hasta los límites que me proponga. Me gustó mucho el reto. Sí, gocé esas escenas que, para quien no se dedica a eso, podrían asombrar.
Las partes físicas son en las que más me siento en mi elemento, casualmente. Pero, tenía que entrar no en Nailea, sino en Isabel. Claro que fue aterrador, sentí ese vértigo de estar a un disparo de morir, y cuando le metes más conciencia de saber que eso es nada con lo que en realidad está sucediendo afuera, es aterrador; como artista, es fascinante, me encanta. Ojalá me inviten a hacer más cosas así, ja.

Estás haciendo Carne, una tragedia con una carga sexual muy fuerte, primitiva. ¿Cómo conectas a Isabel con Eva?

Todos los personajes tienen un porcentaje de mí misma, y al revés. Cada trabajo lo utilizo para acercarme a conocerme más a mí, porque creo que esa tiene que ser nuestra misión en la vida, trabajarnos a nosotros mismos para lograr ser, antes de que acabe nuestra existencia, lo más digno que se pueda. No necesariamente el personaje que es el más ejemplar, pero como artista siempre tengo que justificar por qué ha hecho lo que hace. En el caso de Carne estamos hablando de cuatro personajes que se están agrediendo entre sí, se agreden y se desean. Hay mucho erotismo, es lo que a mí me atrajo en la obra de Reynolds Robledo, nos evidencia en la hipocresía que tenemos en las apariencias, en lo que debe ser una familia funcional. Y casi nadie se salva, todos tenemos nuestra animalidad intrínseca. El personaje de Eva es muy Hedda Gabler. Y esa es una de mis metas: hacer una Hedda Gabler.
Foto: Especial

Qué bueno que regresaste al teatro, la anterior vez que te vi fue en No queda nada que decir, esas cinco piezas de Samuel Beckett que interpretaste en el teatro Santa Catarina, en 2014.

¡Qué bueno que llegues al tema de Beckett! Es muy difícil encontrar actores que tengan la esencia de Beckett. He visto muy pocos montajes que considere afortunados de cómo tiene que ser, porque Beckett es sin color y en México le ponen mucho color porque se quieren lucir. O los actores, los directores, dicen: ‘Mira qué cambios puedo lograr”. En Beckett eso no se puede hacer. Tuve la fortuna de ver Esperando a Godot en McAllen. No es fácil. Mientras tanto, me limito a leer a Beckett.

En teatro me pareces libre, igual que ahora en Manto de gemas o en las películas de Michel Franco. Ahí expones tu libertad como actriz.

Me alegra que toques el tema. Me vas a hacer llorar. Gracias. Te juro que me vas a hacer llorar. Es que yo estoy convencida de que esos lugares son mi elemento, en donde sí me siento cómoda. Y lo otro me incomoda a veces mucho. Beckett es el dramaturgo que más me ha fascinado. Quisiera lograr algo y voy a trabajar hacia ello. Me veo como una actriz de teatro para siempre, me encantaría. Beckett tenía una actriz fetiche (Billie Whitelaw) que usaba para sus obras. Me propondría el reto de poder interpretar cada una de esas obras, porque creo, en esencia, que lo que él habla de nosotros es sobre la inadecuación humana, de cómo –otra vez– no nos sentimos adecuados desde el momento en que nacemos y nos inventamos un chorro de jueguitos para entretenernos. Vamos a destruirnos y a destruir a los demás. Pero, todo eso está sencillamente ocultando que no entendemos por qué estamos aquí. Y no nos sentimos en nuestra piel. Cada vez lo vemos más, luego los hombres no se sienten hombres, se sienten mujeres; y las mujeres, hombres; o las mujeres no se gustan. Cada vez nos aceptamos menos. Y el tempo que maneja Beckett, esa tonalidad de mantenerse como en un vacío es donde más conectada me siento.

¿Con qué otros cineastas mexicanos le gustaría trabajar en ese camino que indica?

Ojalá con el mismo Reygadas que habiéndome conocido por mi trabajo con Natalia, ya me invite. Siempre le he dicho: “Quiero trabajar contigo”. Y él me responde: “Es que no trabajo con actores”. Igual se va a abriendo una posibilidad. También con Amat Escalante, lo admiro mucho. O con Elisa Miller. Incluso otra vez con Michel Franco, con mis dos hijas (Tessa Ía y Naian González Norvind). Muchas veces nos han buscado a las tres, pero todavía no nos hemos convencido. Vamos a ser muy selectivas. No lo obvio de una historia de la mamá y dos hijas, ni que fuera reality show.

Al ver el trabajo de ellas en Después de Lucía o Los adioses, y en Nuevo Orden, Leona o Hamlet, me queda claro que el talento actoral también se heredó, en su caso.

Gracias. Quizá eso sería algo que Michel Franco podría hacer muy bien: juntarnos a las tres. Todo lo que es más obvio es lo que menos van a hacer, se van a retar mucho más.

En teatro siempre está Chejov para historias así.

Sí, algo así.

¿Has pensado en dar el salto a la dirección escénica o de cine?

Absolutamente. Es el siguiente paso. Ya es una necesidad vital en mí. Es muy extraño cómo me he adelantado a mi época en muchas áreas de mi vida: me enamoré joven, tuve hijas joven, hice una carrera desde muy chica... He vivido muy anticipadamente. Ya me considero con la madurez suficiente, ya siento esa necesidad de empezar a crear. Existe un guion que ya trabajé, que había trabajado, este año empezaré a ver cómo lo levanto, espero que no sean tres o cuatro años. Producirla y dirigirla. Y sí, actuar. Probablemente después querré dirigir y no actuar, pero ese personaje en particular sí lo necesito actuar. Quiero incluir a mis hijas, ellas podrán hacer seguro algunos cameos.

hc

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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