Consuelo Duval reconoce que nunca fue buena para poner atención en la escuela; sin embargo, dice que desde pequeña ha tenido la habilidad de imitar a sus maestros, así como a sus compañeros y vecinas, una característica que su papá siempre admiró y que ello pulió con el paso del tiempo al grado de convertirse en una actriz de comedia.
Federica P. Luche y Nacaranda son dos de los personajes icónicos de la actriz, quien actualmente es presentadora del programa Bar Central, de Comedy Central; sin embargo, fuera de los reflectores disfruta dormir por largas horas, jugar con sus perros, armar figuras con Lego y escribir, pero sobre todo pasar el tiempo con sus hijos quienes, asegura, “la matan de risa”.
¿Qué te hace reír a ti?
Mis hijos me hacen reír mucho, me dan ternurita; la gente neuras: pobres, me hacen pensar sobre qué estará pasando pos sus vidas.
¿Eres una mamá consentidora?
Sí, ciento por ciento. Desde chiquitos les dije que no quería 10 en la escuela, sino un 10 en la vida. No me importaba que pasaran con 6 o 7 las materias, porque las matemáticas no las van a usar mucho, pero la educación sí; prefiero tener niños educados, que sepan saludar, que sepan querer y respetar a los demás, a que sean niños con buenas calificaciones, pero bien pinches patanes.
¿Quién te influenció para adoptar la comedia?
El amor de mi vida es Héctor Suárez, fui su extra cuando hablaba por teléfono para “matar el oso a puñaladas” durante el programa Qué nos pasa. Ese hombre me marcó, me parece uno de los hombres más extraordinarios de México. Tin Tan, por supuesto;Vitola me llamaba mucho la atención, La Guayaba y la Tostada; Pedro Infante era un gran comediante... Mis maestros e inspiraciones en la vida son Eugenio Derbez, Adrián Uribe y Adal Ramones.
Tu trabajo es hacer reír a los demás, parece que todo es humor en tu vida, ¿has tenido descalabros?
Sí, la vida me ha dado mis buenos madrazos. Benditos, porque vives más bonito, en realidad. Valoras cada segundo de tu vida y cada minuto que tienes para compartir con los seres que amas.
¿Cómo te ha golpeado la vida?
Con los divorcios. Me casé por la iglesia por tercera vez, decidida y convencida de que era para siempre, y cuando no fue para siempre, me rompí como mujer. Pensé que no podía venir algo peor, y llegó el cáncer de mi papá; otra vez dije: Ya no puede venir algo peor, y llegó el cáncer de mi hermana; la orfandad es lo más fuerte que puede haber... Así han llegado cosas a mi vida que me han tumbado, revolcado y partido en mil pedazos, pero armé el rompecabezas.
¿Cómo se supera ese dolor?
A través de los hijos, que son una gran razón. Me vieron triste y tiradilla y, al ver sus caritas de angustia, me dije que no quería eso, porque soy alegre y me levanté.
¿Cómo es un día normal cuando no trabajas?
Me levanto tarde, estoy con mis perros en la cama, leo, armo rompecabezas, armo legos, escribo, aunque eso se me está dificultando.
¿Qué te conmueve en la vida?
Los niños, los ancianos y los perros.
¿Qué te da miedo?
Morirme, pero hice un pacto con la muerte y ya sabemos qué día nos vamos a encontrar. Ya sé qué año y día, pero hasta ese momento nos vamos a ver, antes no.
¿Te da miedo morir o la forma?
Eso no lo había pensado. Morirme en todas sus formas me da miedo, pero quemada o ahogada son los mayores temores; sin embargo, tengo mucha fe en el pacto que hice con Doña Muerte, la calaca, y ella y yo ya tenemos fecha de encuentro.
¿De niña te visualizabas como eres?
No, aunque a mi papá le llamaba mucho la atención que llegaba a contarle todo lo que me pasaba de forma divertida, de las señoras que veía platicar sus chismes y cómo hacían las caras. Me decía que era una gran imitadora; en la primaria imitaba a los maestros y compañeros, era un desmadre, me expulsaron 40 veces.
¿Fuiste buena para la escuela?
No, pero como tengo memoria fotográfica, cuando quería sacarme diez, lo sacaba.
¿Te falta algo?
Sí, una mamá siempre me va a faltar, así como un novio, ya estoy lista.
¿Eres una mujer feliz?
Sí, muy feliz. Nada más me faltan esas cosquillitas en la noche y el abrazo, pero si no llega, tengo mi almohada y mis perros.
¿Qué está leyendo?
El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel.