El martes 2 de septiembre falleció a los 72 años la vedette Wanda Seux, una de las más cotizadas durante la época dorada de la diversión nocturna en los años setenta. En esta charla cuenta la travesía que la llevó a radicar en México, donde vivió años de gloria pero también de mucho sufrimiento.
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¿Dónde nació la Wanda?
Yo nací en Paraguay, exactamente en Paraguay, como a una hora de Asunción.
Entonces, ¿de qué nacionalidad te sientes?
Pues yo digo que soy de nacimiento paraguaya, de crianza argentina y de corazón mexicano. ¡Arriba México! Ya tengo 34 años aquí (2011).
Qué curioso: te creíamos argentina.
Pues no tanto. Llegue al norte de Argentina de donde es Atahualpa Yupanqui, en la mera mata de lo regional argentino.
¿Y ahí qué hacías?
Pues ahí se instaló mi madre y se casó con un árabe que tenía tlapalería, farmacia y almacén. Estuve hasta los 21 años con ellos. Pero antes, a los 16 empecé a modelar, aunque mi carrera la empecé a los dos años cuando escuché aplausos y dije ¡école!
Y a los dieciséis empezaste a modelar.
A los 16 empecé a modelar y a los 21 años, cuando llego a Buenos Aires, el diseñador Jack Dorian me contrató como modelo. Luego me gustó el baile árabe y, como todas las bailarinas de ese tipo son de pelo oscuro, al ser rubia fui la sensación. Me decían La Bomba del Barrio Norte.
Pero mejor decidiste ser vedette y dejar el baile árabe.
En realidad, fue un buscador de talento muy necio que, pese a que era muy delgada y a que le decía que no sabía cantar ni bailar, me insistió. Para animarme me llevaron a ver un show donde bailarinas francesas hacían topples, pero yo seguía renegando hasta que me decidí a ser una vedette, con elegancia y respeto al público y ganas de querer llegar a ser una primerísima figura.
¿Quién te puso el nombre?
Cerca de Paraguay hay una isla que se llama Wanda, salvaje y todo. Como utilizaba ropa de piel de antílope, toda rasgada, con el cabello güero larguísimo, pues me puse así.
Salvaje. ¿Y por qué elegiste México?
Tenía mi show en el hotel más lujoso de Venezuela y Hugo López, que fue quien hizo a Luis Miguel, me dijo “Ché, venite a México, ya Thelma Tixou tiene muchos años ahí, necesitamos otra atracción”. México me fascinaba, pero lo sentía muy lejos, todavía tenía el cordón umbilical atado a mi mamá. Sin embargo, me convenció y viajé.
¿Y qué sensación tuviste?
Cuando vi a Thelma Tixou y Lyn May, dije: “Yo soy un espagueti al lado de éstas y, si así es el gusto del mexicano, de mujeres frondosas como Rossy Mendoza u Olga Breeskin, pues no tengo nada que hacer”.
¿Qué cosas marcaban la diferencia entre ser de primer nivel o del montón?
En los lugares en dónde te presentabas o si ya habías hecho televisión o cine, o en lo caro de tu producción. En 1977 mi espectáculo valía cuatro o cinco mil dólares. También impuse la pluma; incluso Olga Breeskin me pedía mis tocados para ver el trabajo del armazón. Entonces de ahí empezó una sana competencia donde todas queríamos ser la mejor.
Pero seguro te tocó sufrir.
En algún sentido tuve éxito, pero sí le batallé. En ese tiempo nunca tuve representante; llegaba a los periódicos y me presentaba con los jefes de espectáculos: “Hola, soy Wanda Seux, vengo de Argentina, tengo tantos años —nunca me he quitado la edad—, y quiero divertir a la gente, marcar un precedente”. ¿Lo logré? Cuando se habla de las que marcaron época en México, se habla de Olga, de Wanda Seux, de Thelma, de Lyn May.
¿Qué tan ciertas son las historias de que siempre se las querían ligar empresarios o políticos?
Es parte del juego. El ligue sexual se da en los periódicos, en las clínicas, en los hospitales, en las escuelas, ¿por qué no en un ambiente artístico dónde estás expuesta? Vestidas con poca ropa, despertamos el deseo sexual de muchísima gente; entonces éramos las inalcanzables.
Las inalcanzables.
Por cierto, hicimos una temporada en El Blanquita con el nombre Las inolvidables. Y fueron los hijos de nuestros admiradores y nos aplaudían y admiraban: pensaban que éramos como teiboleras. Y bueno, muchos de nuestros admiradores son grandes políticos de hoy.
Que les regalaban carros y casas y...
No, no, no. Te querían regalar lujos, pero ya sabes a cambio de qué. Yo ahorita tendría un chingo de castillos, de pieles y joyas, pero lo que tengo es por mi esfuerzo, por sacrificios como estar ausente de tu familia en fechas importantes. Yo en mi vida nunca recibí dinero por dejarme tocar, como las teiboleras que se ganan 3 mil pesos diarios, pero no como artistas.
Bueno, ahora es un trabajo más.
Digo, hay chavas que lo hacen para estudiar, como la que vendió su virginidad por internet en Londres. Le tenían que haber pagado muchísimo más, se apendejó ahí. Además, nosotras nunca hemos sido mal vistas. Había encueratrices que se hacían llamar vedettes, que es diferente.
¿Cuándo vino el declive de toda esta época dorada?
El declive vino con las crisis cuando les llegaba la cuenta, la miraban y decían “ay cabrón, pues qué rompí”. También ya comenzaba la inseguridad.
¿Qué hizo Wanda Zeux en la época del derrumbe?
Seguir trabajando.
Con espectáculos afuera.
Ajá. Conservé mi revista musical que se llama: Ché México, Gracias. Y llevaba dos bailarinas, ya no trece como antes. Además de un secretario y dos músicos.
¿Nunca te entraron las ganas de regresar a Argentina?
No. En México se me ha enseñado a ser gente, a ser amable, no estilo burgués pseudo europeo, donde pasas, te tropiezas y ni perdón dices. Elegí este país por su gente, elegí este país por que en la época que estuve enamorada, en 1976, esa persona me enseñó a amar.
¿Quién?
Una gente muy importante que no diré su nombre.
¿Ahorita es muy importante?
Mucho.
¿Ya no se hablan?
Nos hablamos en fechas importantes. Porque esa separación fue por amor. La mejor época de mi vida y creo que es lo único que me alimenta como ser humano.
¿Quién es? ¡Dinos!
No, no, no, no.
Bueno, al menos dime a qué partido pertenece.
Al número uno. ¿Me entiendes?
Ufff, pues todos dicen ser el número uno. ¿Y fue el único?
No, yo creo que, como buena capricorniana, he tenido dos grandes amores en México: uno de Sinaloa y otro de Puebla; el otro, un general muy famoso.
Sinaloa, ¿Labastida? Puebla... general...
Ni le busques. Al segundo lo conocí en una de mis presentaciones; ya había terminado con el del norte. Luego de tres o cuatro meses se dio. Mucha gente decía, ¿cómo te gusta? Pero de repente mujeres como yo no buscan al guapito para tenerlo al lado sino a la persona que te comprenda.
Te querías sentir apapachada.
¿Qué es lo que quiere, por ejemplo, la señora Irma Serrano? Pues que la apapachen, que la quieran.
Que la acompañen.
Que la cuiden. Porque ella es un mujerón que tiene toda la experiencia del mundo. Este es un mensaje a todos los que la critican.
Tú la defiendes.
Imagínate, todo lo que logró hacer esa señora, todo lo que le puede enseñar a un galán. En mi caso, tengo suerte con los jóvenes, pero no me gustan. Prefiero hombres maduros como el gran amor de mi vida, pero jóvenes no, ¿qué hablas con ellos?
Entonces, prefieres ser coleccionista de animales...
Exacto, tengo cuarenta, entre gallinas, patos, perros.
¿Por qué?
Vi en una revista que ahí vuelcas todo el cariño que pudiste haberle dado a uno de tus hijos, o a los hijos que podrías haber tenido. Tengo una niña que adopté a sus cuatro años, vive en Buenos Aires; ahora ya soy abuela pues tiene tres hijos.
¿Y no se le antojó vivir en México?
Ella vivía aquí, nada más que a los quince años me dijo: “Mamá, el hijo del dueño de todas las gasolineras de Puebla se quiere casar conmigo”. Entonces la llevé con su abuela a Buenos Aires.
¿Cuándo empezaste a coleccionar animales?
Desde niña. En mis 57 años debo haber tenido como 400 perros.
¡Guau! Así se puede llamar tu show: Los 400 perros.
Puede ser y podría hacer un llamado a los dueños: "Oigan los animales tienen sentimientos", pues luego los perros viven en la azotea de las casas, bajo la lluvia, sin salir. Si no quieren cuidar a un animal, entonces para qué lo tienen.
¿Cuál fue tu noche más gloriosa?
En el parque de béisbol de Mérida Yucatán donde hice bailar al que era gobernador en ese entonces. Toda la gente se paró. Y otra noche impresionante la viví en el estreno de Yo soy una chica Almodóvar, que presentamos en el CNA, cuando al final salía como Wanda Seux y entre los periodistas jóvenes se escuchó un “¡aaaahhh!” Eso te baña y se te cubre todo el cuerpo. Porque causar admiración en el periodista que siempre está rejego, o sacarle una sonrisa a alguien cuando estás actuando, es un logro que llevaré por siempre en mi corazón.
yhc