El libro empieza con tres testimonios muy importantes para el autor: los de sus hijos Pablo y Ximena, y el de su mamá, Pepita Gomís. Basta leer esas primeras páginas para iniciar un viaje de la mano de un padre y un hijo que se hablan con malas palabras, pero se besan y abrazan a la menor provocación.
A partir del primer capítulo, que tras una descripción del hombre, relata el momento de su muerte, las emociones suben y bajan, el lector pasa de la risa al llanto, y a la curiosidad de confirmar los datos históricos que va narrando el autor, lo confieso.
La narración de Héctor es muy fluida, leer las charlas de ambos es como escuchar mentar madres al primer actor y responder con lógica al hijo.
En una charla virtual desde su casa en Estados Unidos, acompañado por su perro Camilo, que interrumpe en algún momento para que su dueño lo consienta, Héctor habla del proceso de escribir sobre su padre, su héroe, como lo llama en el libro. Un héroe al que quiso pintar como el ser humano que era.
A ratos, a Héctor se le llenan los ojos de lágrimas, y también se emociona de recordar cómo escribió un libro completo en su dispositivo celular porque Camilo le tiró la computadora y el escritorio no le acomodaba; hasta enseña la ampolla que se le hizo en el dedo meñique por sostener el teléfono. La charla fue tan agradable como la lectura de su libro.
Héctor está convencido de que este libro es lo mejor que ha escrito en su vida, por mucho. Este es el tercer libro que publica, después de El pelón de los anillos y El pelón en sus tiempos de cólera. Se dice un obsesivo de la ortografía y de los hechos. Para narrar algunos de los pasajes del libro se metió a Street View de Google para confirmar su buena memoria.
¿Por qué decidiste escribir este libro?
Cuando terminé El pelón en sus tiempos de cólera, en la editorial nos dijeron que querían publicar la biografía de Héctor Suárez, pero contada por mí. Eso nunca pasó, porque yo estaba lleno de trabajo, y mi papá empezó a escribir algo. Cuando murió, les hablé y les pregunté qué tenían del proyecto. “El contrato se venció hace dos años y no tenemos nada”, respondieron. Les dije: “Yo lo quiero escribir”.
¿Cuál era tu objetivo?
Yo quería que la gente conociera el lado espiritual y filosófico de mi papá. Y así fue, esa idea que tuve fue lo que escribí durante ocho meses.
¿Cómo fue hacerlo con su fallecimiento tan reciente?
Fue drenarme, fue muy fuerte; debo reconocer que había días que me pegaba tan duro lo que había escrito, que no me levantaba de la cama, y me daba ese permiso; fue pura disciplina, mucho escribir, soltar las manos.
¿Cómo decidiste qué contar y en qué orden?
No sabía por dónde me iba a ir exactamente. Sabía que quería contar su historia conmigo, lo que me había enseñado, pero no sabía cómo. Dejé que mis manos se fueran. Sabía que quería contar la historia de Cantinflas, obviamente todo lo de su abuela y cuando él estuvo conmigo aquella vez de mi problema cardiaco, cuando me fui y regresé… Y así me fui, solo escribiendo; cuando acababa un capítulo empezaba el otro. Simplemente me deje ir.
Para quién hiciste este libro: ¿para ti, para tu papá o para su público?
Para los tres.
En el libro hay frases de tu papá maravillosas. ¿Con cuál te quedas?
“La muerte no existe”. “No vivas a la segura”. “No te quedes quieto nunca, muévete, porque el universo está moviéndose todo el tiempo incluso cuando estás quieto”.
Él no tenía miedo a morir. A un año de su partida, ¿cómo ves la muerte?
Los seres humanos le hemos puesto la palabra muerte a una manera de seguir viviendo, creemos que es el significado del final y no es así. Yo cuando me fui por la luz estaba consciente, como lo narro en el libro, seguía existiendo; no creo que sea el alma, es la conciencia lo que nos hace seguir; no sé a dónde se va pero sigue existiendo. Eso pienso de mi papá, pero igual es horrible no poder hablar con él ni convivir, por supuesto, (se le quiebra la voz) perdóname, lo sigo extrañando muchísimo.
¿Cómo hablas de la muerte con tus hijos?
Con la que más he podido hablar de eso es con Ximena, Pablo tenía cinco años cuando se murió mi papá, y sin embargo, él lo entiende como que su abuelo está en todas partes. Al día siguiente de su muerte, salió al balconcito de su casa y puso alpiste, “por si viene mi abuelo en forma de paloma y tiene hambre, aquí puede comer”. Me mató. Es un niño que todavía no sabe bien qué es la muerte como tal, pero sabe que su abuelo sigue existiendo en todas partes.
¿Qué fue lo más fácil y lo más difícil de ser su hijo?
Fue muy fácil tener un papá que me hablaba claro, que era muy amoroso y que siempre estaba ahí; eso me hizo la vida más sencilla porque me hice un niño seguro. Fue increíble que yo fuera su campeón, nunca compitió conmigo siempre dijo: “Si yo volviera a nacer me gustaría ser Héctor Suárez Gomís”. Lo difícil fue que todo el mundo me ha querido comparar con él, que cuando empecé mi carrera me exigían como si llevara el mismo tiempo y la misma trayectoria que él.
¿Quieres ser un papá como él?
Igualito, tal y como fue él, como fue su abuela. Y soy igual, Ximena incluso lo dice en su introducción: “Su lado paternal lo heredó completamente de ti”. Yo me hablo con mis hijos igual que él hablaba conmigo: “¿Que pasó, cabroncitos?” Y también les digo “mi amor”.
Tu papá dejó la arquitectura por la actuación, ¿siempre supiste que querías ser actor?
Yo empecé a los cinco años, inicié jugando, y de pronto descubrí que esta era mi profesión, mi vocación. Ahora que he hecho cosas como dirigir, quiero seguir haciéndolo: producir, escribir, crear, actuar; todo lo que tenga que ver con cosas creativas. Hasta ahorita, el stand up de El pelón en sus tiempos de cólera y Gracias, papá son las dos mejores creaciones de mi vida.
¿Cuál crees que es tu vocación?
Mira, creo que no nací actor, es algo que me apasiona y le tengo que echar muchas ganas, dedicación y disciplina; sí creo que nací escritor, es algo que se me facilita desde niño. Ahora me di permiso de no tener miedo porque siempre me dio temor que me leyeran. Aquí no tuve miedo, me dejé llevar y me gustó lo que descubrí de mí. Esto no se va a quedar en un tercer libro, voy a escribir cuatro, cinco… Estoy enamorado de hacer esto, de verdad. Es algo que se me da, es horrible que yo lo diga, es súper mamón y ególatra, pero se me da y está increíble; mi mamá lo supo desde siempre: “Mi hijo nació escritor como mi hermana y como su abuelo”.
¿Qué comentarios has recibido del libro?
Estoy impresionado, hoy es el más vendido en Kindle de Amazon, y ya está agotado en varias librerías. Cuando lo leyó, mi hija me dijo: “Papá, es como si estuviera un domingo en la sobremesa en Cocoyoc viéndolos discutir, muerta de la risa”. Nunca nos enojábamos, pero las discusiones eran muy divertidas: él siempre era todo espiritual y yo muy científico y mental.
¿Qué sigue para ti?
Pronto iré a México a grabar el audiolibro, ya le dije a los editores que seguramente se me va a quebrar la voz cuando lea algunas partes, y así quiero que quede. Y estoy en espera de ver qué más, no voy a regresar a México, soy muy feliz aquí donde estoy, no quiero volver. Estoy dando mi Taller de comedia honesta, y lo quiero hacer más grande, para empresas. Quiero escribir una novela que ya tengo en mente, estilo El código da Vinci, que tiene que ver con Cristóbal Colón y las tres carabelas.
bgpa