Tener un documento bien sustentado que revelará la historia personal y profesional de Roberto Cantoral García “sin omitir nada, ni en su vida familiar, ni en su faceta como autor y como líder” fue el objetivo que se propuso Roberto Cantoral Zucchi al investigar, analizar y contextualizar la vida de su padre, que dio origen al libro Detén el tiempo en tus manos, que presentará este miércoles.
En su oficina del Centro Cultural, El Cantoral, al interior de la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM); el director de la institución da la bienvenida a MILENIO para hablar de la “la gran, laboriosa y satisfactoria” experiencia que significó escribir la biografía de su padre.
Desde su ventana se aprecia el amplio jardín y la Casa Grande que distingue a la SACM, ahí donde el tamaulipeco que combinaba la corbata, pashmina “…y hasta mancuernillas, porque genio y figura hasta la sepultura”, trabajó y luchó por más de 30 años por el derecho autoral para lograr el beneficio de sus homólogos.
Acción que al creador de grandes temas como “El reloj”, “La barca”. “Noche no te vayas”, “El triste”, “El preso número 9” y “Yo lo comprendo”, no solo le costó el retino en su faceta de cantautor, el aplauso y el reconocimiento del público en los escenarios, sino también su relación matrimonial, reconoce Cantoral Zucchi.
“Es novelada porque no quería que fuera acartonada”, dice al iniciar la charla del libro que realizó a iniciativa de su esposa y algunos amigos, tras empezar con la idea de documentar la vida de Roberto Cantoral García, para apoyar los homenajes e investigaciones que diversas universidades le preponían. Y en la que siempre contó con el apoyo y aprobación de sus hermanos: Carlos, José e Itatí.
¿Cómo surge la idea de escribir ‘Detén el tiempo en tus manos’?
Totalmente accidental: cuando falleció mi papá, mis hermanos y yo nos convertimos en el nuevo canal de comunicación con respecto a su obra. Y ante las peticiones que nos hacían sobre homenajes, o una cátedra en la Universidad, un análisis de la obra… no sabíamos por dónde empezar.
Con un hermano en Canadá, otro en Estados Unidos, Itatí trabajando incansablemente, y yo con la gran responsabilidad del trabajo en la SACM, dije: “Tenemos que ponernos de acuerdo”. Y les hablé a mis hermanos, les dije que teníamos una responsabilidad moral con nuestro padre, y había que poner en orden todo. En mis ratos libres empecé a escribir, tratando de hacer una pequeña semblanza: cuándo nació, cómo creció con su hermano Antonio. Lo empecé a hacer accidentalmente, me acordaba de alguna anécdota y la ponía, como la del trenecito. Y me di cuenta de que estaba haciendo una historia muy amena, muy agradable. Y mi esposa y unos amigos me dijeron: “¿Y por qué no haces un libro?”.
Y ahí asumí el reto, me puse a investigar, a prepararme; mandé a mi hija a la casa de mi papá a que buscará lo que encontrara, y empecé a ver las fechas, las partituras, y a investigar con mis amigos y ahí nace el libro.
¿Por qué novelado y anecdótico?
No quería hacerlo tan biográfico y acartonado, quería que fuera como una novela, como un cuento; una historia más allá de que el personaje sea Roberto Cantoral.
La vida en capítulos
En el primer capítulo (Punto de partida) se habla del pequeño que traía la herencia del gusto musical por parte de un tío y de la escritura por tu abuela, que era poetisa; en “La distancia”, del amor entre sus padres; en “La lucha”, justamente de su pugna sindical, que por cierto no fue nada fácil porque eso implicó que Roberto Cantoral dejará su faceta de cantautor y que incluso se enfrentara a algunos de sus homólogos.
¿Cómo seleccionaste la información que compartes?
Hice un trabajo de análisis, traté de tomar los momentos más importantes, que fueron marcando las diferentes épocas y que consideré que la gente debía saber y que eran el hilo conductor de toda su vida. Te puedo asegurar que no hay omisiones importantes. Tanto en lo personal, como en el terreno de compositor y como líder, no omitimos nada y no mentimos en nada.
A mis hermanos les dije que: “Voy a decir todo de papá: sus mujeres, sus matrimonios, la distancia con mi mamá; después nos sentamos y vemos sí lo decimos o no”. Y en ese debate entendieron que no podíamos omitirlo, teníamos que decirlo. Lo único que hice fue decirlo correctamente y lo logré, hablándolo en tercera persona, y con respeto, sin hacer un juicio de valor. Mis hermanos lo leyeron, lo entendieron y ahí está. La gran apuesta fue no mentir, no mentir.
Un capítulo especial en la vida de don Roberto Cantoral, que está en el libro, fue la lucha por el derecho autoral, en la que destacan el sistema de distribución Pirámide, y cómo fue logrando el cobro por la explotación de obras musicales en hoteles, restaurantes, pero cómo también algunos socios no estaban de acuerdo con la situación de la SACM.
¿Cómo fue para ti tocar este tema?
Fue muy difícil, pero está en el libro y lo que sucedió, sucedió. Mi papá estaba consternado, pero gracias a Dios, con las grandes relaciones que siempre tuvo salió adelante. Yo le dije: “Háblale a Jacobo Zabludoswski”. Y él fue quien le dijo: “Es que hay un error, Roberto, no sabes hablar de tus logros, hay que hablar de tus logros, todo lo que has hecho: los convenios, los porcentajes que han crecido en la recaudación, los acuerdos internacionales. Si la gente no sabe lo bueno que estás haciendo, entonces lo malo empieza a permear. Y lo malo se rompe con las cosas buenas”.
Eso lo tranquilizo y después se envalentonó con los medios, fue un autor con una obra mundial. Y así lo decimos. Y con el tiempo se fue diluyendo. Y empezamos a difundir los resultados, y el autor empezó a entender, quizá nos faltaba más comunicación con los autores y ellos empezaron a entender. Duro un año, todo mundo los ubicamos y ellos desaparecieron.
¿Qué fue lo más complejo de compartir en el libro?
El capítulo de mi mamá y mi papá, “La distancia”; en el primer párrafo, las primeras cinco líneas, me tardé 48 horas intentando escribirlo. No podía poner como víctima, imposible, a mi papá; y tampoco podía poner como cornuda a mi mamá, porque además no lo fue; mi mamá jamás lo perdono.
Cuando yo me enfrento a mi padre y le digo: “¿Por qué no te divorcias y buscas a una mujer un poco más joven que tú y tratas de resolver tu vida y buscar la paz que te lo mereces?. Me dijo: “Yo, darle ese dolor a tu madre, jamás; el amor de mi vida está aquí y nadie va a ocupar su lugar”.
Era una relación increíble. A veces criticaba a mi papá por defender a mamá; y a veces ella nos decía: “De tu padre no vas hablar, él me dio 30 años maravillosos, así que hoy merece hacer con su vida lo que quiera”. Estábamos en medio de un juego y ninguno de los dos permitía que tomáramos partido. Mi padre hablaba maravillas de mi mamá y para ella, él era intocable. “Los problemas de él y míos, son de él y míos, de nadie más”, decía ella.
Fue impactante. Se murieron juntos. No sé cómo califiquen los críticos mi forma de escribirlo, pero yo me sentí tan feliz de escribir esa relación tan tormentosa. Después de que lo leyeron mis hermanos, les dije: “¿Saben qué rescato de todo de esa relación tan tormentosa, qué rescato de todo el pleito?, el gran amor que se tenían en esa distancia”.
Citas canciones suyas que va del huapango al bolero y del bolero a la balada, ¿tenía alguna preferida?
Mi padre era tremendamente inquieto, versátil, un gran talento, no sé si tuvo una obra favorita; creo que la que más respetó fue “El reloj”, está en la puerta de su casa (las partituras de la melodía distinguen su domicilio), fue la obra que hizo a Roberto Cantoral.
La anécdota de cómo se descubre compositor es memorable…
Sí, cuando no se sabía una canción, improvisaba para que no se le fuera el cliente, y así le llegó el que le puso la pistola, como lo cuento en el libro. Ahí es cuando él se descubre como compositor. Y vienen canciones como “El triste”, que escribió a la muerte de su mamá o las que hizo para conquistar a mi mamá.
¿Cómo participaron tus hermanos en el libro?
Con un par de anécdotas que ellos tenían, y que fortalecieron a mi padre como padre; por ejemplo, las fiestas de fin de año de Brownsville en las que siempre estaba toda la familia.
El último capítulo (“El final”) es como la despedida, ¿fue difícil?
Cuando él ya se retiraba me habló y me dijo: “Esto ya se acabó, no me van a ver en sillas de ruedas, voy a renunciar en diciembre (a la presidencia de la SACM)”; lo hizo en agosto, y me dijo: “Va a volver la dirección general, la vas a tomar tú, y quiero que pongan de presidente adjunto a Armando Manzanero y de vicepresidente a Martín Urieta”. Tuvo la visión de lo que iba a pasar, porque él no envidiaba a nadie. Siempre dijo: “Armando Manzanero me tiene que suceder”, y así fue, y tras él dijo que vendría Martín Urieta, y así es.
Claves
El prólogo del libro de 189 páginas que se presentará este miércoles en El Cantoral lo realizo Pavel Granados.Roberto Cantoral Zucchi destaca que aunque no es escritor, éste fue un gran debut por lo que representa para él.
El libro “ahora es el documento que puedo ofrecer a quien quiera hacer homenaje o investigación de la vida de mi padre”.
DAG