“No queremos nada más hoy que ver el cuerpo de nuestro señor padre˝, dijeron una y otra vez Jose Joel y su hermana Marysol Sosa ante los medios de comunicación que nos habíamos congregado frente al la Antorcha de la amistad Kennedy en Miami Florida, después de su llamado. Uno que esperábamos con ansia.
Habíamos llegado ahí el martes por la tarde, bajo nubes que intermitentemente amenazaban con tormentas, después de un día de silencio que se prestó hasta para las más descabelladas especulaciones. Pero algo es cierto, hasta ese momento nadie tenía ni la menor idea donde estaban los restos mortales de El Principe de la Canción. No había ningún registro oficial de su muerte, ni de su convalecencia en ninguna institución.
Realmente las pistas empezaban y acababan con la hermana menor, Sara Sosa, quien después de una llamada inicial no volvió a responder a sus hermanos.
El dolor y la incertidumbre de los hijos mayores de José José hacía eco a la preocupación y dudas por cada momento que las noticias no llegaban. Ahora sabemos que la información dejó de fluir porque, según ellos narraron, sólo estaban esperando ver a si Sarita, quien al final de su vida terminó siendo la apoderada en todo lo que a José José se refiere, los iba a recibir o no.
La mañana transcurrió en relativo silencio a diferencia del lunes. Y es que ese dia la noche al fin nos había traído un obituario. Un lugar donde “oficialmente˝ se encontraban velando a José José. Sin embargo, la ausencia de Pepe y Marysol, incluso después de que el mismo portal de la funeraria Dignity Memorial abriera un espacio virtual para que uno pudiera dejar algún lindo mensaje para “José Sosa”, era notable.
Esta casa funeraria, ubicada en una zona de la ciudad donde ese tipo de negocio prolifera, incluso invitaba a la gente a suscribirse para recibir cualquier actualización sobre los servicios funerarios que supuestamente se llevaban a cabo para el cantante.
El martes por la mañana, sin embargo, este obituario, tanto virtual como físico, ya había desaparecido.
Al llegar al triste y gris lugar llamado Caballero Rivero Westchester, era claro que ahí dentro no se estaba despidiendo nadie de uno de los más queridos interpretes de la historia de nuestra música. No había señales ni siquiera de que estuviera pasando nada en toda la mañana.
“Fuimos al hospital y nos sacaron como crimínales”, dijo aguantando las lágrimas José Joel, mientras que las nubes se cerraban y las gotas comenzaban a caer.
Pero a pesar de las incesantes preguntas, del momento en el que él y su hermana casi se quebraron a escuchar que su padre podría haber muerto no en un hospital, sino un “hospice”, lugar diseñado para pacientes desahuciados, y de las constantes interrupciones a sus respuestas de los reporteros que estaban conduciendo en vivo sus programas desde el lugar, siguieron hablando hasta que ya todo quedó claro: Si su media hermana ahora sí los recibía a las siete de la noche, después de dos cancelaciones, tratarían ya de cerrar el ciclo de acusaciones y dolor, para al fin poder despedir tranquilamente a su padre.
Y así, nos trasladamos todos al Consulado General de México, donde antes de la cita llegaron puntuales los primogénitos de El triste, quienes saludaron e ingresaron al lugar, no sin antes hablar con un grupo de personas que habíamos ya visto acompañando a su hermana menor.
Antes de las 19:30, algunos de los familiares y amigos declararon que sólo estaban buscando una solución pacífica a toda esta tragedia, y seguimos en espera a la llegada de la apoderada de todos los derechos y el destino final del amado, complicado y aclamado El Príncipe de la Canción ...
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