Los artistas internacionales que pisan la tierra de los faraones deben ir con cuidado. Samir Sabri, un puritano "picapleitos" acostumbrado a demandar a cualquiera que -a su juicio- exceda los límites de la moral, les acecha. La última víctima de su cruzada es Jennifer Lopez, de 50 años, y la supuesta falta de ropa, su delito más imperdonable.
La cantante estadunidense de origen puertorriqueño actuó hace una semana en El Alamein, una ciudad de la costa mediterránea egipcia de ecos bélicos que se ha convertido en uno de los destinos favoritos de los egipcios pudientes. Unas 2 mil personas acudieron a la cita patrocinada por la constructora local Orascom, propiedad de la familia cristiana egipcia Sawiris. En los asistentes, figuraban artistas locales y altos funcionarios del régimen.
El concierto, el primero celebrado en Egipto e incluido en su gira "It's my Party" con motivo de su medio siglo de vida, siguió el mismo guión de sus actuaciones previas en Tel Aviv, Moscú o la ciudad turca de Antalya. En el escenario sonaron algunos de sus grandes éxitos como "Jenny from the Block", "I'm Real" y "If You Had My Love".
Todo discurrió sin problemas hasta que las imágenes del concierto comenzaron a circular por las redes sociales y los medios locales. Entonces Samir Sabri, un abogado que ha presentado varias miles de demandas contra artistas e intelectuales egipcios por quebrar la moral, cazó las instantáneas y, raudo, ha llevado a Lopez a los tribunales.
Según el letrado, Lopez apareció en escena "desnuda y con vestidos transparentes" en pleno Eid al Adha, la fiesta musulmana del sacrificio.
"No resulta apropiado que la gente se halle rezando en el monte Arafat (un montículo cargado de simbolismo a unos 15 kilómetros al este de La Meca) mientras otros están en un concierto", argumenta Sabri.
El abogado acusa a la estadunidense de "vulnerar las normas y tradiciones egipcias" y exige que le sea prohibida la entrada al país para participar en futuras actuaciones. Durante el espectáculo, Jennifer Lopez no lució ningún atuendo que no hubiera exhibido en el pasado.
En los fotogramas que han trascendido de su cita egipcia, la cantante lleva un leotardo de falsos diamantes que le cubre un brazo y una pierna. Lopez es el enésimo blanco de Sabri.
A principios de este año el periodista local Mohamed al Gheiti fue condenado a un año de prisión por entrevistar en directo a un homosexual. El caso partió de una denuncia del abogado más celebre del país árabe.
"Estoy en contra de la decadencia, la desnudez, el alcohol, las drogas o la prostitución. Creo que no podemos permitir que esos ejemplos entren en nuestros hogares", explicó Sabri en una entrevista reciente con El Mundo.
Samir se ha forjado fama de hombre despiadado explotando los derechos que dispensa la justicia local, que permite a cualquier ciudadano denunciar a otros por una retahíla de cargos tan vagos como "libertinaje" o "blasfemia", punibles con hasta cinco años de cárcel. Un fiscal debe, más tarde, aceptar los cargos e iniciar el proceso.
El bufete de Sabri ha despachado a lo largo de décadas más de 2 mil 700 demandas por los asuntos más variopintos y, a veces, disparatados. En su nómina de acusados figura hasta una marioneta, Abla Fahita, una viuda convertida en estrella catódica que disecciona con desternillante humor los acontecimientos que han jalonado la traumática historia reciente del país árabe.
Las bailarinas de danza del vientre, un arte residual censurado por los sectores más pacatos de la sociedad egipcia, también han padecido sus embestidas. Hace cuatro años sus demandas lograron que la bailarina Sama al Masri tuviera que renunciar a presentarse a las elecciones parlamentarias por "falta de buena reputación".
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