Joan Manuel Serrat: un rebelde español con el corazón mexicano

El músico catalán conversó con la periodista Azucena Uresti en MILENIO Tv sobre temas tan diversos como México, su niñez y Alfonso Cuarón; expresó su agradecimiento por lo que la vida le ha dado.

El cantante y la periodista durante la charla que sostuvieron en la visita de la gira Mediterráneo Da Capo. Santiago Chaparro
Libertad Ampudia
Ciudad de México /

Joan Manuel Serrat se encuentra en nuestro país como parte de su gira Mediterráneo Da Capo. Aprovechando la visita, no perdió la oportunidad de recordar lo que México le enseñó en sus primeros años, evocó su niñez, sus ideas sobre la política y la libertad, el agradecimiento que tiene a la vida y el legado musical que ha regalado al mundo.

Llegué en el 69 y veo que es un exotismo, un país que te engolosina, te enamora en el proceso pero de momento te deslumbra, porque es un país donde ocurren cosas insólitas; con el tiempo uno descubre que el surrealismo en México no es otra cosa que cultura cotidiana, pero eso tarda tiempo en aprenderse”, dijo en entrevista para MILENIO con Azucena Uresti.

Aterrizar un año después de la masacre de Tlatelolco lo llenó de hambre de conocimiento; por fortuna halló a las personas correctas: la flor y nata de aquel México maravilloso, viva en decenas de nombres que lamenta no poder citar en su totalidad, pasando por la familia Taibo, Luis Buñuel, Juan Rulfo y Rius.

En 1975 regresó exiliado de España, compró un camión, montó a la banda y se fue de gira por la República. “Lo recorrí muy bien, pero aquel México y el de hoy distan mucho, hay muchas cosas para mejor y otras para peor, como la violencia y la delincuencia”, lamentó.

Sus ideas

Yo no nací contestatario, no me levanto por la mañana y digo: ‘Hoy voy a ser más contestatario’. Yo lo agradezco, pero yo hago música (...) No hay política sin crítica y todos, lo sepamos o no, somos políticos; lo que pasa es que a veces hacemos contestación y otros solo se dejan llevar por las aguas”, indicó, al ser considerado un ícono de protesta.

Cuestionado sobre sus ideas, plasmadas en sus letras y que desde hace años permean en Iberoamérica, mencionó que la libertad se defiende a base de trabajo cotidiano y sin esperar que otro lo haga por ti, y que los sueños se mantienen vigentes “de milagro”.

Joan Manuel Serrat. (Santiago Chaparro).

Destacó que mantenerse apegado a las creencias no es necesariamente saludable, porque la vida es un cambio constante y el pensamiento debe hacer lo mismo a medida que uno aprende nuevas cosas y reconoce al mundo como un ente variable.

“Lo que sí ocurre es que aquí las cosas que han sido importantes para uno y que de alguna manera han sido las raíces del árbol que uno puede ser, deben conservarse; lo que yo aprendí en mi casa, de mis padres, con mis vecinos, con mis maestros, lo que la vida me ha enseñado, todo esto ¿por qué lo voy a cambiar si es fantástico y me mantiene?”, agregó.

Enseguida, reflexionó sobre la felicidad: no la ve como un estado de ánimo constante, sino como algo que nos llega muy a cuentagotas; pero él es un hombre afortunado, ha tenido suerte con las cosas importantes de la vida: sus padres, su mujer, sus hijos, sus nietos y su salud, que a pesar de los “achaques” le permite mantenerse de gira.

“Debemos aprovechar cuando la felicidad está, porque es algo muy voluble; los momentos de satisfacción llegan cuando uno menos se lo espera (…) Yo lo primero que hago al levantarme es llamar a mi mujer, para que ella me cuente qué pasa en casa, con los hijos, nuestras cotidianidades y todo eso me baja al suelo”, aseveró.

El pasado

Serrat se lleva “muy bien” con su pasado. Sabe que cuando uno sufre se ve obligado a reaccionar, así se viven más vidas y se logra empalmar de manera coordinada los disgustos y las alegrías; aunque en su opinión los recuerdos dependen de dónde esté situado el corazón: recordar los años 50 no es igual hoy que hace un par de décadas.

“Hoy, la fotografía de mi niñez es mi calle vista desde el balconcillo de mi casa, una calle donde apenas entraba el sol, donde jugábamos los niños y había una vida social extraordinaria, sencilla, de pequeñas cosas, los vecinos se conocían y sabían todo lo que ocurría”, evocó.

Y añadió: “Se sabía quién maltrataba a la mujer y la respuesta colectiva que había que darle, alguien enfermaba y tenía quien lo cuidara, alguien moría y había quien lo enterrara, era una forma de vida extraordinaria; ahora, en la medida que el bienestar aumenta el desconocimiento del vecindario se hace mayor, aunque en los barrios pobres todavía sigue habiendo mucho del conocimiento que estoy platicando”.

Avanza en el tiempo y llega a aquel momento en que terminó la carrera en agronomía y comenzaba la de biología; cuando decidió convertirse en un profesional de la canción, algo que le parecía extraordinario, pero que no le sentó muy bien a su madre.

“Si me hubiera ido mal, no hubiera pasado nada (…) Yo era la joya de la corona de mi familia, el que había podido ir a la universidad, era la esperanza blanca, a ella (su madre) la entiendo, en sus circunstancias hubiera dicho lo mismo, al final fue la madre más orgullosa, mis padres pudieron viajar y ver mi obra”, comentó.

La música

Con humildad, el músico y compositor de 75 años considera que no tiene tantos temas y que muchos podrían borrarse de su repertorio y no pasaría nada. Sin embargo, para la cultura musical sus obras son icónicas, siguen vigentes y son cantadas por más de una generación.

“No se me ocurre una canción que pueda llegar a retratarme, no creo que haya un pintor que solo un cuadro lo retrate, no creo que a (Alfonso) Cuarón solo Roma lo llegue a retratar”, sostiene para después hablar un poco de algunas de sus piezas más sonadas.

Ahí está “Penélope”, que narra las historias de las mujeres que se quedan en casa, esperando el regreso del marido que se fue a la guerra; “Lucía”, de la que prefiere no contar nada; el “Tío Alberto”, que fue un gran amigo suyo a pesar de los 50 años de diferencia, un personaje de la alta burguesía catalana que dedicó su vida a la guerra a sacar gente del territorio nazi.

Joan Manuel Serrat. (Santiago Chaparro).

También “¿Qué va a ser de ti?”, que en sus palabras califica como una canción que parece escrita por un viejo, pero fue compuesta a los veintitantos años; respondiendo así a ese pensamiento juvenil tardío en el que uno cree que ya controla las cosas, cuando tiene mucho por controlar aún.

“Si hubiera que buscar una canción para cada estado de ánimo y para cada momento, me faltan muchas por escribir; afortunadamente yo he hecho lo que he querido hacer, nunca he tenido que escribir nada que no quisiera, ni cantar nada que no quisiera, ni cantar para nadie que no quisiera, ni cantar donde no quisiera, por eso quizá soy feliz con mi oficio y mantengo una relación con la música y la gente más allá de otros problemas que pueda haber”, expresó.

Finalmente, afirma que sus planteamientos siempre han sido a corto plazo, que en el oficio significan hasta un par de años; tiene muchas canciones por tocar y muchos conciertos por hacer, seguirá el tiempo que la naturaleza le dé.

“Haré lo que pueda hacer, utilizaré el tiempo que me queda de la forma más satisfactoria posible, pero tampoco dejaré de hacer cosas que crea que deba seguir haciendo aunque no me reparen ningún beneficio; el tiempo es escaso y no hay más, pero tampoco creo en la avaricia del tiempo, no hay que despilfarrarlo”, concluyó. 

México

Cuestionado sobre su visión del mundo, Serrat comienza por México: considera que en el gobierno hay gente “que dispondrá de más tiempo para ocuparse de la gente marginada históricamente”.

Estados Unidos

Al mirar hacia el vecino del norte, el intérprete habla sobre el presidente Donald Trump: “Está empecinado con el muro y mira que le crecen los enanos, tiene una habilidad increíble para que le crezcan los enanos y los vuelve a disminuir a base de tuits”.

Venezuela 

Finalmente, volteando hacía el sur y lo que sucede con Nicolás Maduro, afirma: “Es una tragedia en estos momentos, que no tiene visos de resolverse rápidamente, a no ser con una tragedia mayor”.

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