Después de explorar el suicidio con 50 o dos ballenas se encuentran en la playa, Jorge Cuchí dio el paso a un nuevo tema: la violencia sexual en la industria del cine. La idea de filmar esta historia surgió de un caso real ocurrido durante el rodaje de El último tango en París, la cinta de Bernardo Bertolucci que lo llevó a prisión a mediados de los años setenta.
En entrevista con MILENIO, el cineasta compartió que durante la pandemia conoció el caso de María Schneider, protagonista de El último tango en París, quien confesó, cuatro décadas después, que las escenas junto a Marlon Brando la hicieron sentir “un poco violada”. Con esto en mente, Cuchí decidió filmar Un actor malo, para reflexionar sobre el abuso sexual.
“Le preguntaron a Bertolucci si se sentía mal por lo que había hecho y dijo que no, porque un artista tenía que hacer lo necesario por el bien de la obra. Lo primero que pensé es que esa entrevista no la habría podido dar hoy en día, porque estaría confesando un crimen y estaría preso inmediatamente después; esta película es una reflexión sobre eso”, dijo Jorge.
“Hoy en día, la industria pone coordinadores de intimidad para proteger la integridad de las mujeres, pero es necesario que los hombres reflexionemos sobre ese tipo de conductas. Quiero decir a los hombres que los tiempos en que los hombres nos salíamos con la nuestra se acabaron y que es momento de repensar nuestra relación con las mujeres”, agregó.
Un actor malo pone en pantalla el caso de una actriz que acusa a su compañero actor por violación después de filmar una escena íntima. La historia cuenta con las actuaciones de Alfonso Dosal y Fiona Palomo, quien habla sobre la urgencia de lograr cambios dentro de los espacios laborales, “estamos hablando de derechos humanos básicos”, explicó Fiona.
“Como decía Laurence Olivier: ´has escuchado del actuar´, es innecesario hacer escenas que te dañen como persona, hay métodos y formas, pero esa libertad de justificar los hechos como algo artístico abre la puerta a que ocurran casos tan fuertes como el de la película, querer que sea realista o artístico no lo justifica, no se puede, no se debe hacer”, agregó.
De acuerdo a Fiona, “es importante ejercer tu labor de una manera en la que te vuelvas tan bueno que te puedas creer lo que sea que estés retratando. Es increíble que Cuchi le dé luz a este tema, me deja más tranquila saber que no hay esa libertad artística donde todos dejen salir lo que crean necesario, porque son proyectos profesionales donde hay límites”.
Espacios seguros
A mediados de los años 70, un tribunal ordenó la prohibición de El último tango en París y la destrucción de los negativos de la película; además, se condenó a Bertolucci a cuatro meses de prisión y a la pérdida de sus derechos cívicos durante cinco años. Hace poco más de cinco años, el movimiento MeToo dio pie a protocolos para prevenir el abuso.
“He trabajado en proyectos en los que ya hay coordinadores de intimidad, si está en papel te da poder para denunciar. Es cierto que son cosas que dejan de suceder porque generan miedo y hay un riesgo legal, pero al menos está dejando de ocurrir; lo más importante es generar empatía sobre los temas, porque ahí vendrá el verdadero cambio”, explicó Fiona.
Un actor malo no contó con un coordinador de intimidad, pero se filmó de forma profesional y con el consentimiento de Fiona.
“Cuchí, Dosal y el resto del equipo lo cuidamos como un baile, hasta el último detalle estaba medido, cada movimiento, y esa es la confianza que puedes tener como mujer en los proyectos que incluyen escenas íntimas”, explicó la actriz.
AJR