La historia de los sobrevivientes de los Andes vuelve a la pantalla, esta vez bajo el sello de Juan Antonio Bayona, quien resignifica el relato de los integrantes del equipo de rugby uruguayo que, tras la caída de su avión en la cordillera sudamericana, lucharon por sus vidas contra todo, incluso contra ellos mismos, durante los 72 días que permanecieron atrapados.
En su momento, esta historia de supervivencia ocurrida el 13 de octubre de 1972 se plasmó en un documental dirigido por Gonzalo Arijón y en un libro de Pablo Vierci. Años después llegó otro filme bajo la dirección de Frank Marshall, pero ninguno tan profundo, filosófico y espiritual como el de Bayona, que rinde un homenaje a los héroes no reconocidos.
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“35 años después del accidente, los supervivientes se juntaron para volver a contar su relato, porque sentían que el que se había establecido no era exacto. A partir de ahí se creó uno nuevo: el que me llega a través del libro de Pablo Vierci. Me sorprendió, porque pensaba que conocía esta historia, pero es mucho más grande”, dijo a MILENIO Juan Antonio Bayona, quien hoy presenta La sociedad de la nieve.
“Con los años, el relato se fue simplificando y convirtiendo en uno clásico de héroes, de aventuras, donde el que hacía más sobrevivió. El libro me enseñó que era un relato mucho más complejo, que hubo gente que hizo mucho y aun así se quedó en la montaña, y otros que hicieron lo que pudieron o menos, y volvieron a casa”, agregó Bayona, sobre su lectura.
En esas contradicciones el relato se volvió “más humano”, explicó el cineasta: “Había que volver atrás, revisar lo que pasó y poner a todo el mundo en el mismo nivel, porque especialmente en esta historia los que se quedaron atrás fueron indispensables para que regresarán los héroes, como les llamó la sociedad”, y así como volvió al lugar de los hechos.
Los Andes, una locación de retos
Filmar en la nieve fue uno de los retos más importantes. Bayona fue a los Andes, justo al lugar donde cayó el avión, para encontrar la forma de contar esta historia. Realizó varios traslados en helicóptero, fortaleció su mente para sobreponerse a la altura y lograr filmar con un equipo pequeño un par de escenas. El resto del rodaje ocurrió en la Sierra Nevada.
La locación fue fundamental para que el elenco encontrara la conexión con los personajes reales; fue una exploración del miedo, del frío, del hambre y de la soledad a la que tuvieron que sobreponerse, y sobretodo un acercamiento mucho más filosófico a los dilemas morales que llegaron cuando tomaron la decisión de comer la carne de sus compañeros.
Este momento queda plasmado en la película a través de cartas y fotografías, pero sobre todo a través de la voz de Numa Turcatti, quien hace de narrador, interpretado por Enzo Vogrincic. Es él quien guía al espectador por esta historia: “Era importante encontrar una perspectiva en la historia que pusiera a todo el mundo a la misma altura”, dijo Bayona
“El sacrificio que hicieron los que cruzaron los Andes a pie fue una hazaña extraordinaria, de las mejores historias de supervivencia del siglo XX, pero también aquellos que se morían dando su cuerpo a los otros para que no desfallecieran, convencidos de que sí iban a llegar a casa; todos esos héroes anónimos de los que no habló nunca la prensa”, agregó.
De acuerdo con el cineasta, este era el momento justo para retomar la historia, después de sus reuniones con los supervivientes se dio cuenta de que “necesitaban volver a contarlo, resignificarlo”.
Cuando vio la película por primera vez con ellos, supo “que era un buen momento para exponer el testimonio de todos, porque todos fueron importantes”, explicó.
Sensación inmersiva
La filmografía de Bayona es impactante y de gran formato cuando así se requiere, lo vimos recrear un tsunami para Lo imposible; La sociedad de la nieve no es la excepción.
El director no solo viajó a los Andes, también recreó el accidente de la forma más vivencial que pudo, logrando una secuencia que parece inmersiva, “sientes cómo se rompen los huesos”, dijo.
“El accidente supuso un antes y un después en sus vidas, tenía que ser un golpe muy fuerte, en el que realmente se sintiera un shock tan grande como el que supone estar en un avión en los Andes. Me reuní con ellos e intenté sacar el máximo de detalles y entender lo que sucedió, porque cada uno tiene un recuerdo muy diferente del accidente”, explicó.
De aquel retrato coral lo que intentó fue que, en la ficción, se viviera desde dentro del avión, “consiguiendo una experiencia muy inmersiva y sobre todo que fuese una experiencia casi física. Hay un momento que el golpe casi se siente, se sienten los huesos quebrados, todo con la idea de que el espectador sintiera ese quiebre, como lo sintieron ellos”, detalló.
AJR