José José murió este sábado 28 de septiembre a los 71 años, pero tras de sí deja un legado musical que permea en generaciones enteras.
Por ello, aquí te compartimos un fragmento de Un chavo bien helado: crónicas de los años 80, de José Joaquín Blanco, quien se refiere a José José y su música como un elemento clave para entender al México de aquellos años:
"No se entiende la vida urbana de México durante los últimos 15 años, ni la mentalidad de dos o tres generaciones, sin la voz de José José. Probablemente no fue el primero ni, desde luego, el último de los cantantes románticos que acabaron con la inocencia de los 60 (la limpísima juventud en los temas clásicos de Angélica María, Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez, Leo Dan, Marisol y especialmente aquella Rocío Dúrcal de "Canción de Juventud" y aún de "Acompáñame"); pero aún adolescente, y con una voz tan sentida y candorosa que lo dejaba libre de toda sospecha, José José empezó a cantarle ya no a Mi Novia Popotitos ni a un Chico Yeye, sino a una -¡oh, amante!-; y al oír las grabaciones originales se advierte que esa amante tenía que ser ya una mujer madura. ¿Blanche Dubois recordando a los príncipes de las Mil y una noches, ante la frescura de un chamaco voceador?
"Con José José la canción se puso caliente; tardó en algunos años para romper convenciones -ya que otros (los españoles, sobre todo) se habían puesto más explícitos-, pero desde un principio mostraba que el mercado exigía una sexualidad más moderna, incluso agresiva, y a la vez decente, y siempre romántica... romántica.
"Entre la bragueta y el corazón no debe existir conflicto, aunque la poesía sí sepa que una y otra frecuentemente siguen caminos diversos: en la utopía sentimental el corazón manda, el sexo obedece y la música industrial pone en funcionamiento toda la inmarcesible armonía de las esferas pitagóricas. José José suele cantar desde la perspectiva del dolor, que todo lo purifica y lo perdona, como lo sabe quien quiera que haya ido al cine alguna vez, y al narrar su llanto cuela confidencias, por lo demás totalmente comunes: ya no las suntuosas aventureras ni las muñequitas de Esquire, sino mujeres clasemedieras divinizadas por la tienda de autoservicio más próxima:
"¡Espera!Aún me quedan alegrías para darte,
Tengo mil noches que regalarte,
Te doy mi vida a cambio de quedarte.
¡Espera!
No entendería mi mañana si te fueras
Y hasta admito que tu amor me lo mintieras,
Te adoraría aunque tú no me quisieras".
e hh