En los ecos del movimiento "MeToo", Alejandra Márquez Abella asumió un reto audaz: dar voz a las causas feministas desde un lugar poco habitual, despojándolas de solemnidad para revisar su complejidad con irreverencia y humor. La liberación, serie que esta semana llega a Prime Video, es un relato que utiliza la comedia como herramienta para explorar lo que significa ser mujer en la lucha por la igualdad, alejándose de lo políticamente correcto.
“La historia surge de mi compromiso para encontrar las maneras de ampliar la mirada de las mujeres, me interesa sumar a la conversación del feminismo y ponernos en los lugares incómodos para resolver, no redundar en el discurso que ya está allá afuera”, explicó Alejandra Márquez Abella a MILENIO, “quería alejarme de esa imagen del feminismo de la santa, pura inmaculada, porque las mujeres somos personas, nos podemos equivocar”.
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“Esa es la lucha feminista, como seres humanos vamos a tener impulsos, hay luz y sombra en la experiencia humana y siento que nunca se ha hablado desde la primera persona sobre nuestras experiencias y nuestro transitar en el mundo. Si un alienígena se llevara en una cápsula qué es ser un ser humano, se tendría que llevar la mitad de lo que nos pasa a nosotras, y por eso es importante para mí hacer proyectos como este”, agregó Alejandra.
Para el elenco femenino, la comedia permitió explorar terrenos incómodos. Ilse Salas, explicó cómo el set se convirtió en un refugio seguro donde fue posible despojarse del pudor actoral y eso funcionó porque “somos amigas, reconocí esa falta de pudor, no soporto a las actrices que se cuidan, en sus redes sociales o en su vida, ok, lo que quieran, pero actuando es horrible porque se nota. Y aquí vi un desparpajo y liberación potente de mis compañeras”.
Lejos de formalismos, Cassandra Ciangherotti exploró la contradicción de mujeres que sexualizan su cuerpo no para descubrirse a sí mismas, sino para complacer las expectativas ajenas. “Me consterna ver eso. Natalia, mi personaje, me hizo enfrentar resistencias personales, pero hablar de esto era necesario. Fue un reto grande y sí me puso muy nerviosa, pero me parecía muy importante hablar de esto con mucha responsabilidad”.
El concepto de bruja
La liberación rescata a la figura de la bruja como símbolo de las mujeres marginadas, rebeldes y sabias. En palabras de Ilse Salas, en la serie “vemos a las brujas como las mujeres que sabían más y no tenían miedo de decirlo. Estaban liadas con las artes ocultas. Todo era por miedo, no lo digo yo, está documentado. Uno de los libros más importantes para hacer todo el espacio mental medieval es el de Silvia Federici: ‘Caliban y la bruja’”, explicó.
El libro “te cuenta quiénes eran estas brujas y cuál fue el primer feminicidio avalado por el Estado. Son mujeres que nadie quería cerca y ahora estamos contándonos nuestras versiones y está bien porque somos las rebeldes o las que saben más y que no tienen miedo a decirlo. Entonces, ser bruja hoy empieza a ser algo bueno hoy en día”, agregó Salas, quien por cierto reconoce el trabajo detrás de una historia que reivindica la fortaleza femenina.
El patriarcado como personaje
Un elemento central de La liberación es el patriarcado, encarnado por Diego Boneta. Para él, aceptar este papel fue un reto tanto personal como actoral y “debo confesar que primero me dio pánico, pero entendí que interpretar al patriarcado no era un ataque a mí como hombre, sino una oportunidad para abrir los ojos, para burlarnos de esos mecanismos que oprimen incluso a quienes parecen beneficiarse de ellos”, explicó el actor, sobre el tema.
Bajo la dirección de Márquez Abella, su personaje se transforma como un ‘shapeshifter’, lo más complejo fue definir “cómo interpretar un concepto, porque son siete personajes distintos. Lo difícil fue cómo hacerlo de una manera diferente, divertida y con matices. Cómo podemos hacer para abrirle los ojos a muchos hombres con este personaje y en este tono, porque Ale se burla un poco de ese machismo y a mí me tocó tomármelo con seriedad”.
Una producción liderada por mujeres
En el corazón del proyecto está el colectivo. Las protagonistas también fueron productoras ejecutivas, lo que garantizó que su voz se escuchara en cada etapa de la producción. “Al principio había resistencia. Ser productoras a veces significa que no te paguen bien, pero aquí fue diferente. Nuestras opiniones contaron y aprendimos muchísimo”, explicó Joanna Murillo, quien destaca el impacto de crear un ambiente seguro y de colaboración.
“Es muy difícil en esta industria que las actrices o los actores se vuelvan productores. Le tienen miedo a eso, porque he escuchado muchas veces decir: 'pero si la actriz va a ser productora entonces va a poder opinar', pues claro, esa opinión será una opinión que beneficie al conjunto, porque esto es un trabajo colectivo y en la colectividad hay que escucharnos y las voces son importantes. Y además, aprendimos un montón”, agregó.
YVI