La travesía marítima que emprendió un grupo de zapatistas rumbo a Europa en 2021 fue registrada por Diego Enrique Osorno en un documental y en las páginas de un libro. La montaña, nombre del barco que zarpó un 2 de mayo de Quintana Roo, trasladó a una delegación zapatista que, a 30 años de haber surgido el movimiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el sureste mexicano, busca expandir su ideología por el mundo.
El periodista mexicano fue el encargado de crear la bitácora visual para las comunidades indígenas y, al mismo tiempo, registró su propia historia. Subir a La Montaña en plena pandemia, revivió en él los intereses que mueven su carrera desde sus inicios: “fue una reflexión sobre los temas que me importan: la rebeldía, el pensamiento utópico y la lucha social; eso quedó trazado en la película y en el libro”, dijo Osorno en entrevista con MILENIO.
Como si se tratara de una colonización a la inversa, la comitiva zapatista tuvo la idea de “invadir” Europa en nombre de los pueblos indígenas: “con este viaje, ellos salen del territorio que recuperaron con el levantamiento armado y, a través de un viaje marítimo que tiene guiños a la historia colonial, en sentido contracorriente a la colonia, ofrecen una exploración directa de la realidad con la que conectaron hace treinta años”, explicó Osorno.
De hecho, el documental que lleva por nombre La montaña, es un reflejo “de esa metamorfosis” que ha experimentado la comunidad zapatista, dijo Osorno. En los años noventa, el EZLN demostró al mundo su deseo por un cambio; treinta años después, aún preservan las armas y los característicos pasamontañas, los cuales seguirán cubriendo sus rostros “mientras no haya democracia”, dicen en el filme, pero su ideología se extendió.
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Esa nueva semilla zapatista sigue defendiendo la autonomía y preservación de la paz en sus comunidades, pero ahora buscan hacerla extensiva al mundo: “lo que era un ejército indígena armando en los años noventa, es ahora un movimiento social, civil, pacífico y creativo, con actos de protesta performáticos. Y eso es uno de los puntos que aborda la película, es la metamorfosis del movimiento”, explicó el cineasta, sobre el documental.
Una mirada al pasado
El EZLN sorprendió al mundo hace treinta años con su levantamiento
“En un contexto de desencantó de muchas de las luchas progresistas que había; de pronto, Chiapas se volvió el epicentro de un movimiento que se vio en los años posteriores, una serie de conexiones en México y el mundo, era una década en la que internet y la globalización se volvieron una realidad, y el Zapatismo replantea la visión que tenemos del mundo”, dijo Diego Enrique.
De esta forma, el documental se convierte en parte de la memoria social de México,
“Esa lucha que comenzó en las comunidades indígenas tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles, desde ahí se hace una reflexión global. La película está planteada en el sentido de que pueda acceder alguien que no necesariamente conoce el zapatismo, pero que se interesen por entender los procesos de transformación y de cambio desde las comunidades indígenas”.
Reflexión por el cambio
Las historias que se entretejen en el documental permiten también una reflexión sobre si es posible o no cambiar al mundo,
“Sobre si este mundo que tenemos es al que nos tenemos que resignar, o si podemos cambiarlo. Creo que no hay tiempo hoy en día para hacer esa pausa, pero son preguntas fundamentales, independientemente si te interesa o no la causa zapatista, son preguntas que cualquier ser humano debería elaborarse”, agregó Osorno.
Sobre La montaña, el escuadrón 4-2-1 (conformado por cuatro mujeres, dos hombres y una persona no binaria) debate temas de actualidad, pero también se hace un repaso por la historia zapatista y sus 40 años de existencia, “esa lucha de estas comunidades de Los Altos, la Selva Lacandona, la Selva del Norte, de una región del país que hoy en día se encuentra colapsada por la violencia, ellos hablan de lo que significa ese territorio”, comentó Diego.
Viaje en tiempos de pandemia
La pandemia por el covid-19 colapsó al mundo, pero los tripulantes de La montaña, el viaje a Europa se convirtió en una bocanada de aire fresco. Cuando Diego Enrique recibió la invitación para documentar el recorrido, llevaba meses confinado detallando proyectos.“Mo se sabía lo que iba a pasar”, dijo, pero subir al barco representó un remanso de paz necesario, “el planteamiento de los zapatistas, fue muy liberador”, explicó el director.
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Los 52 días que duró el viaje sobre La montaña fueron liberadores, obviamente se cumplió con los protocolos sugeridos, “pero mi recuerdo es de liberación, de encuentro con los zapatistas, pero también con los tripulantes del barco, los marineros alemanes, uno colombiano; pasamos por Cuba, República Dominicana, las Islas de Portugal, sí fue un viaje más liberador que angustiante, en el contexto de la pandemia”, recordó Osorno.
Una de las demandas zapatistas hace treinta años era la reivindicación de la propiedad sobre las tierras arrebatadas a las comunidades indígenas. Hoy su cosmovisión sobre los territorios y sobre la tierra misma está amplificada, “el trabajarla, entenderla, valorarla, desde ese piso de realidad, a través de un viaje, nos permitió hacer preguntas sobre lo que pasa en el mundo”, explicó, sobre el valor que se le da a la tierra.
“Pero no queríamos quedarnos ahí, queríamos hacer preguntas sobre el mundo sobre la posibilidad de cambiarlo, una de las cosas que aprendí fue que: por más ímpetu que uno pueda tener para cambiar el mundo, es algo que si no cambias primero tu forma de ver el mundo será difícil que puedas cambiarlo. Y eso fue algo que aprendí de ellos y a partir de esa idea está construida la película” agregó el cineasta.
El impacto personal
Como periodista y cineasta, Diego Enrique Osorno conserva una mirada aguda de México, pero a nivel personal, las historias que toca con su cámara son también agentes de cambio. De acuerdo al realizador, este documental y el libro que está por salir al mercado a finales de año en la Feria del Libro de Guadalajara, lo vivido sobre La montaña reitera sus convicciones, “el movimiento zapatista me marcó, como a muchos de mi generación”, dijo.
"En México, la guerra del narco y la violencia de la democracia que se instauró a partir del siglo XXI en el país sí demandaba atenderla con el realismo y dramatismo que necesitaba, en todo ese camino que me tocó como periodista y documentalista, trataba de procesar esa violencia y no hay muchas cosas de donde agarrarse para mantener la esperanza, para plantar la cara a todos estos acontecimientos”, agregó.
Pero el zapatismo se convirtió para Osorno en esa fuente de esperanza:
"Aunque mucho de la corriente zapatista se fue a la búsqueda del poder, creo que el zapatismo sigue vivo y ahora tiene más urgencia su mensaje, porque hay este desencanto en Chiapas, el país está polarizado y por eso este viaje me hizo sentir que todos estos años sí tuvo sentido mantener la conexión con el movimiento para poder procesar la barbarie de la democracia mexicana”.
YVI