“La música le da sentido a mi vida”: Jaramar

El drama del artista que enfrenta a la familia, no atraviesa por la vida de Jaramar. La intérprete y pintora recibió desde siempre el impuso de sus padres e incluso la incentivaron para que estudiara en el extranjero.

Jaramar
Víctor González
Ciudad de México /

El drama del artista que enfrenta a la familia, no atraviesa por la vida de Jaramar. La intérprete y pintora recibió desde siempre el impuso de sus padres e incluso la incentivaron para que estudiara en el extranjero. Tras una incipiente carrera como diseñadora, descubrió su vocación por la música. Sin más norte que la curiosidad y el instinto, ha incursionado en distintos géneros. Su aventura más reciente lleva por nombre El hilo invisible, disco donde interpreta cantos sefardíes acompañada por el Cuarteto Latinoamericano.

¿Se mueve con la razón o por instinto?

Me guío por el instinto; estoy muy conectada con esa parte y es muy importante a la hora de interpretar.

¿En qué cree?

Vengo de una familia de artistas. La conexión con mis fibras interiores al momento de interpretar es la base de todo. La música es mi motor, mi trabajo es lo que le da sentido a mi vida.

¿Hace lo que quiere?

Sí y vivo agradecida por ese enorme privilegio. Ninguno de mis proyectos es fácil y siempre me complico la existencia. Nunca me voy por lo sencillo o lo vendible.

¿Cuál es el costo de complicarse la existencia?

La incertidumbre. A lo largo de mi carrera he descubierto el inagotable camino de la búsqueda de apoyos y financiamientos. Voy por las becas, busco alianzas con instituciones educativas, apoyos de la iniciativa privada, fondeos, es una chamba a veces muy desgastante.

¿Hace cuánto que no tiene un empleo con un sueldo?

El único empleo con sueldo fijo que he tenido fue como diseñadora. La verdad he tenido mucha suerte. Mi papá siempre me lanzó a la aventura. Tomé una beca para estudiar diseño textil en Italia y de ahí me fui a París. Cuando regresé a México, el Conacyt me invitó a un centro de diseño. Duré cuatro años y fue la única chamba con paga fija en mi vida.

¿Desde cuándo no se truena los dedos para llegar a fin de mes?

Hay periodos en los que todavía me los trueno. No sé qué va a pasar con mi vida dentro de un año, ni de qué voy a vivir. Es un trabajo de alto riesgo, pero todavía puedo sonreír. No me da miedo, ya lo perdí y esa es una de las enormes ganancias. Durante un tiempo vendí mis pinturas bastante bien y con eso, junto a mi ex marido, compré la casa donde tengo mi estudio/cuarto de ensayo. Pero de qué voy a vivir, es siempre un albur.

¿Qué le da miedo?

Hay pocas cosas que me dan miedo. El trabajo me ha enseñado a correr riesgos. Vivo agradecida de tener músicos de alto nivel que le entran a proyectos complicados un poco a ciegas.

Como buena Leo, ¿es dominante?

Sí, soy súper controladora. Mis hijos me lo dicen todo el tiempo. No tengo problema con delegar pero soy muy obsesiva con los detalles. No se me quita ese rollo de ser muy aplicada, es algo que viene desde la escuela. Soy muy perfeccionista.

¿En ocasiones no le juega en contra ser así?

Entiendo que puedo ser pesada a la hora de decirle a la gente lo que tiene que hacer. Mi hija, Elena Sánchez, fue mi manager, estudió producción de cine y tiene su proyecto musical. Ella es igual que yo. Luciano, mi hijo, es mi baterista. A él lo atosigo bastante menos, es muy talentoso, es uno de los arreglistas para mi proyecto Sueños. A pesar de que se quejan de que soy controladora y obsesiva, creo que están tan orgullosos de mí, como yo de ellos.

RECUADRO

Nació en la Ciudad de México en 1954. Entre 1972 y 1976 estudió Diseño Textil y del Vestido en la Academia di Costume e di Moda de Roma y en la Écoles de la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne, en Francia. Abandonó el diseño para dedicarse a la música y la pintura. Es miembro de la Academia de la Danza Mexicana y, como cantante, su discografía incluye Entre la pena y el gozo, Fingir que duermo, A flor de tierra, Que mis labios te nombren y Diluvio.

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