Los eventos ayudaron al magnate de la música a elevar su perfil. Una mujer que trabajó en ellas ha dicho en documentos judiciales que las fiestas también tenían un lado sombrío.
En la década de 2000, pocos eventos tenían el caché cultural de las Fiestas blancas organizadas por Sean Combs: eran celebraciones en Beverly Hills, los Hamptons y otros lugares vacacionales de los ricos, repletas de personajes famosos y escenarios fabulosos.
En la fiesta de 2009, Demi Moore apareció en escena con Lil’ Kim, unos bailarines giraban en globos gigantes de plástico junto a zanqueros tambaleantes, y Ashton Kutcher se balanceó, como Tarzán, sobre una piscina junto a la que unas modelos en bikini blanco descansaban.
Y en el centro de todo estaba Combs, el multimillonario magnate del hip-hop, también conocido como Puff Daddy y Diddy, que siempre brindaba con un vaso de vodka Cîroc y agradecía las comparaciones de sus fiestas con celebraciones legendarias.
“¿He leído El gran Gatsby? —dijo Combs a The Independent—. Yo soy el Gran Gatsby”.
Ahora, el destino de Combs provoca de nuevo una comparación con Gatsby, por el escándalo. Los fiscales afirman que contrató a empleados, facilitadores y trabajadoras sexuales para organizar veladas mucho más sombrías que las Fiestas blancas , denominadas freak offs en hoteles, repletas de drogas, que a veces duraban días, donde abusaba de los participantes y los forzaba a realizar actos sexuales, que a veces filmaba y con los que se masturbaba.
La acusación penal dada a conocer este mes en un tribunal federal de Manhattan ha provocado una reevaluación de las Fiestas blancas de quienes participaron o trabajaron en ellas. ¿Fueron solo eventos inocuos para la prensa en los que había que ver y ser visto? ¿O había, más allá de la fachada blanca, un elemento más oscuro?
Una reciente demanda afirma que en esos eventos también se cometieron conductas indebidas: en julio, Adria English, quien fue contratada por Combs para trabajar en una serie de Fiestas blancas en los 2000, lo demandó, y afirmó que en los eventos se le suministraron drogas y licor con éxtasis, y se le ordenó tener relaciones sexuales con ciertos invitados, convirtiéndola en “un peón sexual”.
Jonathan Davis, abogado de Combs, negó en julio que su cliente hubiera “agredido sexualmente o traficado sexualmente con nadie”. En un comunicado emitido el sábado por los representantes de Combs, su equipo negó que se hubiera cometido ningún delito en las Fiestas blancas.
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“Es decepcionante ver cómo los medios de comunicación y los comentaristas sociales tergiversan estos momentos culturales para convertirlos en algo que no son —dice el comunicado—. Avergonzar a las celebridades que asistieron, sacar de contexto videoclips y fotos, e intentar vincular estos eventos a acusaciones engañosas es falso”.
Las Fiestas blancas no se mencionan en la acusación con tres cargos que imputa a Combs, de 54 años, de asociación delictiva, tráfico sexual y transporte para ejercer la prostitución. Se declaró inocente, y su equipo legal presentó su procesamiento como un ejemplo de “persecución injusta” de un comportamiento consensuado.
Las acusaciones han vuelto a poner las fiestas de Combs en la atención pública, ya que han circulado cientos de fotos de famosos conviviendo con el músico, entre ellos Leonardo DiCaprio, el escritor Salman Rushdie y Donald Trump, un indicio del alcance del cantante en los mundos de la música, el cine, la moda y otros.
Todos querían asistir
Ninguna invitación era más codiciada que la de una Fiesta blanca, que Combs empezó a organizar a finales de la década de 1990. Eran eventos fastuosos y orquestados que parecían tener tanto de relaciones públicas como de juerga. En reuniones que a menudo tenían causas cívicas, celebridades veteranas se mezclaban con estrellas del momento y miembros de la alta sociedad. El código de vestimenta y la decoración —todo blanco— insinuaban una cierta sencillez prístina.
“Había gente bella, muchos de los Hamptons y gente joven, chicos de discoteca —comentó Patrick McMullan, fotógrafo de la vida nocturna, quien asistió a algunas de las fiestas—. Todos querían formar parte de ese mundo”.
En su demanda de 114 páginas —que incluía una “advertencia de activación” debido a su naturaleza gráfica—, Adria English dio a entender que el glamour era una fachada. En una fiesta, dijo que Combs le pidió que llevara un vestido negro para indicar a los demás invitados que estaba disponible para encuentros sexuales. Ella dijo que le pagaron mil dólares por un encuentro con un invitado, de acuerdo con los documentos judiciales.
English, quien había trabajado como bailarina erótica y actriz porno, también acusó a Combs en su demanda de permitir que otros hombres no identificados la agredieran sexualmente —y filmaran los actos— mientras ella estaba inconsciente en Fiestas blancas en Nueva York y en la casa de Combs en Star Island, Florida.
El abogado de Combs, Davis, dijo: “Vivimos en un mundo en el que cualquiera puede presentar una demanda por cualquier motivo y sin ninguna prueba. Afortunadamente, existe un proceso judicial justo e imparcial para encontrar la verdad y Combs confía en que prevalecerá contra estas y otras demandas infundadas en los tribunales”.
“Todo el mundo que podía ir, iba”, dijo R. Couri Hay, un publicista de Nueva York que también ha escrito durante mucho tiempo sobre la vida social en los Hamptons, aunque afirmó que ahora se preguntaba “lo que estaba pasando a puerta cerrada”.
El publicista estuvo de acuerdo en que las Fiestas blancas “de cara al público” estaban destinadas a impulsar y promocionar la imagen de Combs. “Era la Gala del Met de Puffy, los Oscar de Puffy, los Grammy de Puffy”, dijo.
Qué tan blancas
Las fiestas solían durar desde el día hasta altas horas de la madrugada. Algunos invitados llevaron a sus hijos —como hizo Combs—, que engulleron helado gratis junto a las estrellas. Las marcas patrocinadoras colocaban sus nombres en las alfombras blancas y daban regalos. Entre los invitados había a veces, junto a famosos y amigos, algunas modelos menos conocidas, a veces contratadas en desfiles de Nueva York.
Una vez que los invitados llegaban, a veces trasladados en autobús desde Manhattan, camareros vestidos de esmoquin blanco circulaban con champán. Nicholas Kraus, a quien Combs contrató para llevar a cabo la diplomacia con sus vecinos en Long Island, dijo que se tomaron medidas para asegurarse de que las fiestas fueran bien recibidas en los Hamptons, incluso ofreciéndoles viajes en limusina y cenas en restaurantes de lujo a cuenta del dinero de Combs, para evitar quejas por el ruido.
No se escatimó en gastos ni se pasó por alto ningún detalle: en 2004, Combs llevó una copia original de la Declaración de Independencia a una Fiesta blanca el 4 de julio en Bridgehampton, una reliquia prestada —del productor de televisión Norman Lear— que iba acompañada de un equipo de fornidos agentes de seguridad.
“Prometo no derramar champaña sobre ella”, bromeó Combs.
La fiesta, promovida por Sony y organizada también por Jay-Z y Paris Hilton, ofreció un bufet de opciones de entretenimiento de alto nivel, como bádminton, equitación y croquet. Además, sirvió de lanzamiento de la organización Citizen Change, fundada por Combs con el fin de “hacer de estas elecciones el acontecimiento más sexy de la historia”.
En la fiesta de 2009 en Beverly Hills, el decorado y la puesta en escena fueron igualmente suntuosos, con decenas de reposapiés blancos y un enrejado hecho a la medida sobre la piscina, envuelto en gasa blanca, desde el que Kutcher se columpiaría más tarde. La fiesta promovía a Malaria No More, una organización sin fines de lucro que proporciona mosquiteras y otros servicios en áreas afectadas por la malaria. El código de vestimenta era estricto, y se hizo cumplir.
“El blanco significaba blanco —dijo T. Scott Case, antiguo director ejecutivo de Malaria No More—. No te aparezcas luciendo color cáscara de huevo”.
Algunas de las fiestas también tenían un aire sensual. Las modelos llevaban alas de ángel y en ocasiones iban topless. Las fotos de la fiesta de 1998 muestran a Combs echando champaña a dos mujeres semidesnudas.
Algunos asistentes dijeron que cuando las celebraciones pasaban del día a la noche, los invitados y las modelos contratadas acababan en la piscina, total o parcialmente desnudos.
Jay Blaze, un artista cuya música fue presentada en el reality show de Combs Making the Band, asistió a la fiesta de 2009, después de presentarse sin invitación. Combs lo dejó entrar, sin embargo, con la condición de que siguiera “haciendo cosas buenas por la gente”.
A medida que atardecía, Blaze dijo que se empezó a sentir más incómodo. Según dijo, algunos hombres borrachos vociferaban a las modelos en la piscina, manoseándolas o impidiéndoles ponerse ropa seca. Nadie intervino.
“La respuesta fue: ‘Es una fiesta de hip-hop, es una fiesta de Diddy, es la fiesta blanca’”, recordó Blaze.
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En otra celebrada en 2006 en Nikki Beach, un famoso club junto a la playa de St. Tropez, los invitados se encontraron con fotos cargadas de erotismo, incluidas dos lenguas entrelazadas y la mano de Combs sobre la parte inferior del bikini de una mujer. Otra foto mostraba a la estrella sin camiseta, con sus características gafas de sol y un par de cruces con joyas incrustadas que colgaban sobre su reluciente pecho. Un yate se balanceaba mar adentro.
Combs suspendió sus Fiestas blancas después de la de Beverly Hills en 2009; sus representantes dijeron que parte de la razón era que el magnate pasaba menos tiempo en los Hamptons. Añadieron que las fiestas eran “icónicas, una verdadera convergencia de hip-hop, Hollywood y excelencia negra”, con “un sinfín de gente compitiendo por asistir”.
Ahora, sin embargo, tras negársele la libertad bajo fianza, Combs está en el Centro de Detención Metropolitano de Brooklyn. Podría enfrentarse a cadena perpetua si se le declara culpable de asociación delictiva; los otros dos cargos también conllevan la posibilidad de largas penas en la cárcel.
c.2024 The New York Times Company