No se trató de una fiesta, menos aún de un concierto, la noche del 20 de abril fue una celebración; con esas palabras inició el show que marcó el regreso de Madonna a Ciudad de México.
El Palacio de los Deportes fue el templo que congregó a cerca de 20 mil fans, quienes asistieron con plumas, lentejuelas, brillos y tiaras para apreciar las joyas de la corona.
Poco después de las 22:30 horas, el escenario resonó al ritmo de “Nothing Really Matters”. Con la gema de 1998 y ataviada en un kimono negro, la última sobreviviente de la realeza pop subió al tren de la nostalgia, del homenaje de una vida de rebeldía, de una vida contestaría, pero también de una vida rodeada de muerte, como ella dijo en una de sus interacciones con el público mexicano.
Al centrarse en la pasarela con su yo del pasado, el de la década de los 80, Madonna recordó la conexión inquebrantable con México a través de su “musa, inspiración y animal espiritual”, Frida Kahlo.
“Espero darles esperanza como Frida me la dio”, señaló la cantante. “Gracias por apoyarme”, complementó.
Mediante un repaso por las décadas en las que ascendió y se consolidó como la ‘Reina del Pop’, pintó un lienzo con los momentos de mayor brillantez en los que reinventó el juego y la cultura popular, pero también viajó hacia la oscuridad que le tocó enfrentar, como la muerte de decenas de amigos -entre ellos Freddy Mercury- a causa de la pandemia del SIDA.
Si el convoy en el que trepó junto con sus fans recorre su línea artística, no pudo dejar sin espacio a una estación para su polémica relación con la Iglesia Católica, que incluso deja ver como un cuestionamiento de fe.
Madonna en el amor, la sexualidad y el baile subversivo
La intérprete de "Hung Up" abrió un espacio especial, en el viaje por su trayectoria a la insoslayable acogida a la comunidad LGBT, a la que expusó en una ventana frente al mundo mediante “Vogue”.
En "The Celebration Tour", Madonna recreó un salón de la cultura del ballroom con la ayuda de su hija Estere (11 años). En este segmento, también dio la bienvenida a su esperado invitado, Guillermo Rodríguez, famoso “guardia de seguridad” del programa nocturno de Jimmy Kimmel.
La cantante habló ante el público mexicano del momento en el que se convirtió en “la persona más odiada del mundo” con la publicación de su libro ‘Sex’.
La reina, en su trono y ante su gente, no pudo evitar las lágrimas al rememorar su pasado y rebeldía inquebrantable; sin embargo, al final este camino le hizo saber que “la música es la mejor forma de unir a la gente”.
En este homenaje a su historia y legado, la artista de Michigan recordó a sus grandes héroes, influencias y compañeros inspiradores: David Bowie, Prince, Ernesto Guevara y Michael Jackson.
Las eras de La Reina
Hacia el final de la celebración, Madonna llevó sobre el escenario -y por encima de éste- el baile con el que mutó a la electrónica en la década de 1990 de la mano de Björk. “Bedtime Story” y “Ray of Light” pusieron a bailar los sombreros , los estoperoles y a tronar los grandes abanicos.
Para el cierre, Madonna presumió algunas de sus últimas joyas; el orgullo de una diva: la propiedad camaleónica única en su especie.
Emergió, en un escenario que emula al icónico templete de los VMAS 2003, con más de 10 versiones de sí misma, dando un abrazo a su camino, esfuerzo y testarudo tesón. Marca un precedente: no es un pecado envejecer.
AJR