María Rojo Amanecer, María de mi corazón, María Danzón, María de cine, la que ha hecho bien La tarea por casi ocho décadas, cumple años este 15 de agosto. Y quiso el destino que al cine mexicano se le festejara el mismo día en que nació esta actriz que ama la política pero no tanto como la película. Y que la Cineteca Nacional de las Artes nazca igual hoy, aunque no de parto natural.
Y por eso, este martes, María Rojo no sólo cumple, también inaugura y conmemora. Y recuerda que los directores mayores con los que trabajó se han ido y sólo le quedan directoras. Y portará un traje negro, porque el rojo no es su color favorito, aunque se haya puesto un vestido rojo para bailar como la Julia Solórzano en Veracruz bailó.
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Cuenta que hoy hay quien todavía tacha La tarea de porno y la gente se asusta más que cuando la hizo. Las recientes muertes de los cineastas Jaime Humberto Hermosillo (1942-2020), Felipe Cazals (1937-2021) y Jorge Fons (1939-2022) la dejaron tres veces huérfana, más huérfana que de su padre Roberto.
Su partida la deprimió tanto como la deprime que ya no la llamen directores nuevos a hacer películas, a ella, cuyos filmes en su mayoría estaban basados en obras o guiones de escritores mexicanos y latinoamericanos como Juan Rulfo, Rosario Castellanos, José Revueltas, José Agustín, Salvador Novo, José Emilio Pacheco, Gabriel García Márquez, Héctor Aguilar Camín o Víctor Hugo Rascón Banda.
Su último filme fue Los crímenes de Mar del Norte (José Buil, 2017), sobre el asesino Goyo Cárdenas.
“Se me juntaron las muertes de tres directores que fueron los mejores de México, con los que más trabajé; se me murieron los que más quería. Toda una generación que entró cuando se acabó la llamada época de oro del cine mexicano, que era muy bonita pero realmente no era lo que sucedía en México; ellos fueron una generación única porque entró el cine de autor, un cine muy social y político, muy acorde a su época, ellos fueron realmente la época de oro del cine mexicano”, sostiene.
Y si María Rojo (1943) sabe que las primeras películas que vio fueron Las zapatillas rojas (1948) y Cantando bajo la lluvia (1952), también sabe cuánto le ha dado al cine: un centenar de películas con su propio abecedario de la A de Apando a la T de Tarea. Y hasta un hijo le dio: Santiago Núñez Rojo (1951), ingeniero de sonido internacional, con nominaciones al Emmy y hoy al Ariel por Bardo (2022). “¡Y si le dijera cuántas películas mías se quedaron guardadas!”, señala con sarcasmo.
A los 80 años, ha dedicado 75 al cine, al teatro y a la televisión; ganó 14 premios internacionales y cuatro de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas (Amacc), institución que abandonó en 2002 cuando a su juicio se convirtió en un “club de Tobby” conservador que rechazó la película eXXXorcismos de su llorado Jaime Humberto Hermosillo, por su temática gay.
“Yo no estoy en la Academia, aunque usted no lo crea”, dice la primera actriz en vísperas del homenaje que se le rendirá por su cumpleaños con una retrospectiva de ocho filmes, al inaugurar la Cineteca Nacional de las Artes, en el Centro Nacional de las Artes, este martes 15 de agosto, fecha deliberada porque también se celebrará el Día Nacional del Cine Mexicano, decretado por el gobierno desde 2018.
María Rojo confiesa, en entrevista con MILENIO, que ha pasado por depresiones tras la muerte de los tres grandes cineastas con los que trabajó, pero también porque ahorita ya no la llaman para filmar. Ni siquiera Luis Estrada la invitó para su más reciente filme ¡Que viva México! (2023), a pesar de que hicieron juntos Un mundo maravilloso (2006), El infierno (2010) y La dictadura perfecta (2015).
“Hay películas que hice que a mí sí me ayudaron a pasar las depresiones, porque he tenido muchos muertos, empezando por el padre de mi hijo, que se murió muy joven”, dice sobre Juan de Dios Núñez.
Se asume como tímida; tanto, que Hermosillo tuvo sus dudas para que protagonizara La tarea. Pero, apenas el fotógrafo Octavio Hoyos le muestra la cámara, ella entra a su reino: posa, da un tour por la casa en la Florida donde ahora habita rodeada de pinturas que le han regalado, como una miniatura de José María Velasco o un cuadro de José Luis Cuevas, porque la suya en Coyoacán “está en mal estado”.
Por instantes, en ese viaje privado por la historia de lo que María Rojo llama la verdadera época de oro del cine mexicano con Cazals, Fons, Hermosillo, Ripstein, Mitzi Valdez, Alberto Isaac y Luis Alcoriza, se pierde la frontera entre la actriz, la protagonista y el personaje. Todos los rostros y ninguno de María.
Es entonces ella: María Rojo. Protagonista de su película homónima, del largometraje de 80 años de duración en el que ha sido la niña de los cuentos fantásticos, del teleteatro, la estudiante en Jalapa con su maestro Manuel Montoro (1928-2022), que también ya la dejó en un monólogo solitario, como murió Víctor Hugo Rascón Banda, que le prestaba dinero bancario; diputada, senadora, la primera delegada electa en urnas en Coyoacán, hija de una normalista seguidora de Othón Salazar y afiliada al Partido Comunist, Águeda Incháustegui (Águeda, como la protagonista de Cuando florezcan los rosales, de Eduardo Marquina, 1913), que inculcó a María y sus hermanas el amor al teatro y la escena.
Todas las Marías en una
María La Rojilla, como la apodaban en una televisora por su ideología de izquierda. Amiga de Fidel Castro y de Gabriel García Márquez, reconoce que no hizo carrera internacional en Hollywood porque no habló nunca inglés, pero, sobre todo, porque en México tenía a los mejores directores para filmarla. Ni siquiera Pedro Almodóvar que la miraba en los filmes de Hermosillo la pudo convencer de migrar.
María La Mechuda, como la llamaba Cazals, aunque promete que se va a peinar este martes para su cumpleaños, homenaje y Día del Cine Mexicano e inauguración, todo en la misma vitrina de una flamante Cineteca.
María La Poquianchita, como la llamó García Márquez, que “la descubrió” en la actuación fílmica de un personaje de nota roja que seguro le habría gustado haber inventado, aunque a cambio le dedicó el guion de una de sus historias mágicas y la rebautizó María de mi corazón (1979).
Afirma que hay filmes suyos que nunca se han exhibido por censura, como Las dos Auroras (Hermosillo, 2005), pero hay otros que no quiere ni que aparezcan en su currículum, como Me llaman la Chata Aguayo (Manuel Bonilla, 1986). Sí, Rojo Amanecer (Fons, 1989) tuvo cortes, dice ella, que estuvo en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 con sus hermanas y su “gran amor”, Juan de Dios Núñez.
“Todavía hay quien piensa que La tarea es una película porno –dice–. Hay quien espera que me arrepienta de haberla hecho”. Incluso, hubo una persona que le reclamó por pretender ser alcaldesa de Coyoacán en la elección de 2018 nomás por haber hecho la película de Hermosillo, con José Alonso como coprotagonista de esa pareja que se filma en su casa teniendo relaciones sexuales toda la cinta.
Comenta que nunca ha hecho películas de ficheras, y se las ofrecieron. Aunque filmó Salón México, el remake de 1996 de José Luis García Agraz del clásico homónimo de Emilio Indio Fernández. También Danzón (María Novaro, 1991), donde encarna a Julia Solórzano, ambas películas que se desarrollan en el contexto de los cabarets y salones de baile en los que trabajaban las ficheras. Y también en teatro encarnó a la bailarina a destajo La Tacón Dorado, en Cada quien su vida (1959), el drama de Luis G. Basurto.
Hiciste desnudos antes de La tarea. El Apando, por ejemplo. ¿Hubo censura? ¿Le costó hacerlo?
El apando a mí no me costó hacerlo, porque mi mamá tenía toda la obra de José Revueltas. Y cuando yo le dije que iba a hacer la película, mi mamá, admiradora de Revueltas, no lo podía creer. Fíjese, cuando se presentó en San Sebastián, Dolores del Río se salió. ¿Cómo lo iban a premiar si la señora que venía de jurado de México se salió? No fui de las mujeres que tuvo que convencer a nadie y nunca tuve un compañero que me dijera a mí qué película podía yo hacer. Pero sí dije no a varias, no vaya usted a crecer que siempre dije que sí. Pero no hay una película de ficheras que yo haya hecho. Y sí me llamaron, pero no era lo mismo hacer El apando con un director extraordinario como Felipe Cazals, con guion de José Agustín y José Revueltas, que por eso valía, porque la adaptación de su cuento Revueltas la hizo en la cárcel, y nada menos que con Cazals, que fue quien me metió al cine.
¿El desnudo fue una liberación?
No, no, no. Era muy penosa, pero eso no tenía que ver con que pudiera o no; yo conocía antes El apando (el relato de Revueltas), pero era tímida. Incluso La tarea no era para mí. Jaime (Hermosillo) decía: “Yo quiero a María, pero María es tímida para la película”. Y lo iba a hacer otra actriz, no le voy a decir el nombre porque no lo puedo hacer por cuestiones que no puedo platicar. Y Hermosillo me dijo del papel y yo feliz. Yo no haría pruebas de desnudo, porque las pruebas de desnudo terminan en Tepito y tenía un hijo de 14 años. No soy Miss México, pero no iba a hacer el ridículo.
¿Te arrepientes de algún filme al que dijo que no?
No, me arrepiento de muchas películas a las que les dije que sí. “¿Y ahora adónde me meto?”, me decía. Pero no fue mi intención que quedaran mal por una u otra cosa. Por eso siempre preguntaba quién era el director, porque el director es el que lleva el barco. ¡Cómo cree que le voy a decir qué películas! Si eran buenos directores, aunque ninguno de los tres (Fons, Cazals, Hermosillo).
¿Ves hoy un público, directores, actores, actrices más conservadores?
Fíjese que en parte, no conservadores, pero ahora se asustan más de La tarea que cuando yo la hice. Eso sí me da mucha risa. En una entrevista larguísima la entrevistadora me preguntaba de qué me arrepentía. “De cuánto novio estúpido tuve, de haber perdido el tiempo”, le dije. Y fíjate que con insistencia quería que yo dijera que me arrepentía de haber hecho La tarea. ¿Cómo me voy a arrepentir? Si es una delicia. La vi en todas partes del mundo, hasta en Rusia. Sofia Loren le entregó un premio a José Alonso. La entrevistadora se quedó frustradísima porque quería que yo dijera que Dios me perdone por haber hecho La tarea. ¡Si es una película extraordinaria!
García Márquez decía que si María Torres (yo le puse así al personaje de María de mi corazón porque Torres era el segundo apellido de mi madre) hubiera sido alta, güera, de ojos azules sí la hubieran dejado hablar por teléfono. ¿Más social que eso? O cuando en la fila de la cárcel (para la visita conyugal) en El apando me dice La Chata, el personaje que hacía mi extraordinaria amiga Delia Casanova, me decía: “Me gusta tu hombre”. Y yo le digo: “Pues llégale”. ¿Más feminismo que eso? ¿Quiénes son los que dicen eso? Los hombres ¿no? Cuando vi en el cine Las Américas El apando, la gente se espantó más de que yo le dijera a La Chata “pues llégale” que del desnudo que hice.
Tu no hiciste una carrera en el cine, hiciste una vida ahí.
Una vida, sí. Ahorita sí trabajo, me estoy dedicando a una serie para Netflix con un director salvadoreño, José Luis Valle, que ocurre en Iztapalapa, vengo de hacerla justamente. Para el cine ya no me llaman, porque creo que ya hice mucho y toda la gente que me llamaba ya no está.
Fue sorprendente no verte en ¡Que viva México!, de Luis Estrada, participaste en las tres anteriores , ¿qué pasó?
Yo creo que le gustaba, pero ya no le gusté. No se crea. Fíjese que sí pasé por una buena depresión por los muertos (Hermosillo, Cazals y Fons), porque dejé de trabajar. Me decía: “Ya me hice mala actriz”; estaba insegura. Me vino bien este homenaje y cosas que he hecho, para mi seguridad. Ya lo que hice, nunca lo voy a superar, porque ya no están las personas con las que trabajé. Nada más quedan María Novaro y Marisa Sistach. El maestro Arturo Ripstein, pero yo no soy actriz de Ripstein, con él hice Los recuerdos del porvenir (1968), me llamaron a Jalapa, no lo podía creer, nomás me acuerdo que pegué un grito. Cuando salió la película invité a toda mi familia a verme al cine y al salir me preguntaron: “¿Y dónde saliste, María?”. Pero, mi suerte cambió.
¿Es muy difícil para los directores trabajar contigo?
No, qué va. Amo a los directores. Lo primero que pregunto es quién es el director. Soy buena actriz, creo que sí, desde niña, luego estudié en Jalapa con Manuel Montoro, que también ya murió. Pero antes salvé una carrera de niña por muchos años y desconocimientos, que afortunadamente ya se le olvidó al público; nadie se acuerda del Teatro Fantástico, yo era la niña de los cuentos. Después con Montoro estuve tres años, aprendí mucho; tomé cursos con Héctor Azar, me dieron una beca para estudiar en la escuela del maestro Andrés Soler, con Javier Rojas. También estuve en la escuela de San Antonio de los Baños, en Cuba, donde conocí a María Novaro, que luego me llamó para Danzón.
Yo me la tendría que pasar dando las gracias. A mí se me cumplen siempre mis sueños, así conocí a Hermosillo, cuando él estaba filmando El cumpleaños del perro (1974), con Diana Bracho y Héctor Bonilla. Mis sueños se me hacían realidad. Pensé entonces: “Si este director me llamara”. Y de verdad se me hacían realidad mis sueños. Trabajé con Salvador Novo en una cosa que se llamaba No habrá guerra en Troya, en su teatro La capilla. De niña, con Enrique Alonso, Cachirulo. Con Luis Alcoriza”.
¿Qué te encandiló del cine cuando eras niña?
Todo. Yo era de la generación que se quería casar con Pedro Infante. En los cumpleaños, cuando me querían dar un gusto, pedía ir a ver películas, primero al cine Morelia y luego al México. Mi maestra de tercero de primaria fue la que me metió al teatro, no fue mi mamá, con todo y que en mi casa el teatro era sagrado, éramos de las que le llevábamos flores a María Teresa Montoya. Éramos una familia de mujeres: mi mamá, mis hermanas y yo, todas muy proclives a la cultura, a la música, hasta tuvimos piano, mi hermana Águeda es clavecinista profesional de la Sinfónica Nacional, ya jubilada. Todas estudiaron piano, yo no quise, sólo quería estudiar cine. También me gustaba mucho bailar.
¿Es cierto ese chisme de que enseñó a bailar danzón a Mick Jagger?
Ja, ja, ja. ¿Mick Jagger? Perdóneme pero soy muy chiquita para esas cosas.
Pero ¿sí bailaste con Mick Jagger o no?
Sí. Y con Resortes también, estuvo mejor con Resortes. Con Jagger fue en el Bar León, yo estaba con García Márquez. Y él (Jagger) me sacó a bailar porque estaba ahí sentada con Gabo, pero cómo yo me iba a atrever. Con Harrison Ford también bailé danzón en el Salón México. Tenía fotos, pero soy muy desordenada, distraída. A las mujeres, por el papel que nos han dado, nos hacen como pegarnos con una gente, que se diga esta película me la hizo fulanito. Pues no, no es así. Una vale por lo que hizo, no porque era amiga de tal ni porque se fijó en ella. Nunca he dicho que soy amiga de tal o cual. Y nunca voy a sacar mi foto con Harrison Ford; y, me dijo que era muy bonita, yo ni me lo podía creer.
¿Cómo conociste a García Márquez?
Porque vio Las poquianchis (1976) en los Churubusco. Estaba con Jaime (Hermosillo) y le dijo: “Vamos a hacérsela (María de mi corazón, 1979) a esa María. García Márquez me decía La Poquianchita. Tengo algunos escritos de él. Fue muy bonito porque fuimos a su casa del Pedregal Héctor Bonilla y yo para hacer los diálogos, con el talento de Jaime y de Gabo. Es más: yo escogí el nombre de Viajera, porque era la canción que le gustaba a mi mamá. Hay un momento en que estoy bailando con él (Bonilla) y él me pregunta: “¿Usted estudia o trabaja?”. “Yo viajo”, le respondí.
¿Cuál es tu personaje favorito?
Híjole, ahora sí me pone usted en problemas. Mire, he tenido mucha suerte, no hay actriz en México que haya tenido personajes tan bellos, algunos especialmente escritos para mí. No puedo creer, ahora cuando digo que no tengo trabajo por cuestiones de edad o de todo lo que usted quiera, para qué nos vamos a meter en rollos. Sí, hice de todo.
¿Cómo vas a celebrar tu cumpleaños?
Ya me parece una exageración decir que lo voy a celebrar. Mi hijo es ingeniero de sonido, es uno de los mejores, ahorita está nominado al Ariel por Bardo (2023), estudió muy bien, sabe inglés, y ama el cine totalmente. Mis nietos menores, ¿cómo vendrían a cenar ellos? ¿Cómo más podría celebrarlo?: mi hijo está haciendo cine, un nieto que tengo se va a ir a estudiar teatro y una niña muy linda que se llama Fabiana está en la universidad con las mejores calificaciones.
¿Sí irás a la inauguración de la nueva Cineteca y a tu homenaje?
Ay, ¿cómo cree que no? Ahí voy a estar. Espero no llegar muy temprano.
¿Ya escogiste el vestido?
Es a las 6:30 de la tarde, pero esto es más que una alfombra roja, hay que tomar en cuenta cuántas salas más se abren para el cine mexicano. Es una cosa de honor, no honor a María Rojo. Que coincida con mi cumpleaños no es para que yo llegue como la reina de la primavera. Ya tengo un trajecito negro con pantalón. Y ya. Pero, sí me voy a peinar, para que no me digan como me decía Cazals: Mechuda.
¿De qué está hecha María Rojo?
Fui una mujer que tuve una infancia muy, muy insegura, antes de los siete años no fue bonita mi vida hasta que comencé mi carrera. Tuve muchos amores que me quisieron, pero el amor de mi vida se murió pronto, él me acompañó a Tlatelolco en el 68 y es el padre de mi único hijo. Me dediqué mucho a trabajar, eso sí, fui muy dedicada a escoger mis cosas y a combinar con lo que me daba dinero para vivir, nunca llegué tarde a un ensayo. No he sido mala madre, pero sí muy distraída, en mi vida sí he sido muy distraída, muy sola, porque no soy de hacer cosas en equipo, sólo con mis amigos.
Como hija de comunista, y activista en el 68 ¿qué piensa de los ataques hoy a “los comunistas”?
Que no saben lo que es el comunismo. Da pena, pero sí me llevé bien con Fidel; es más, tengo dos reconocimientos con Castro. Me encantaba platicar de cine con él, no de política. Él era muy culto.
¿Por quién votarías en 2024?
Ay, no, ¿cómo cree que le voy a decir? Desde luego será alguien de izquierda. Decirlo ahora me parecería que me estoy dando atributos que no, yo no estoy en Morena y con el PRD terminé antes de que se fuera el licenciado (Andrés Manuel López Obrador). Así como entablé mi relación con el cine, la entablé con la política, no me fui a hacer pato, fui una secretaria (sic) de Cultura, si no la mejor que pudiera tener este país, sí la más trabajadora. Y ahora que están revisando todo, no tienen nada contra mí. La política se me dio desde niña por mi mamá, no porque fuera actriz. Además, yo hice política cuando ya casi había terminado mi carrera de actriz.
Hablas de que se acaba tu carrera de actriz, pero sigues trabajando.
La carrera importante ya la hice, con estos señores que se fueron.
¿Tienes miedo a la muerte?
No, no, no. A mi edad si le tengo miedo a la muerte me sentaría a llorar y ya. No le tengo miedo a la muerte, porque viví la vida que ni me esperaba ni soñaba tener. Y porque todos nos vamos a morir ¿Para qué le tengo miedo? Sería como estarse apurando a lo tonto, porque las cosas nos llegan a todos. Doy las gracias a todos los que me ayudaron, que fueron muchos, muchos más que el padre que no tuve; gracias a las mujeres que me ayudaron, a las compañeras que tuve, a mi madre, en muchas cosas insoportable como todas las madres y, en otras, ella sí me enseñó a decir que no y lo dije varias veces, asumiendo los riesgos. Si yo hubiera hecho un cine que no tiene nada que ver, no creo que después me hubieran llamado para hacer cosas interesantes.
Trabajé desde niña con Ángel Garraza, con Fernando Soler, con Manolo Fábregas, que me cuidó muchísimo porque yo no era una niña que iba con mi mamá, mi madre trabajaba. Cuando dicen ahora que todas (las actrices) han sido maltratadas o que a todas les han pedido que se acuesten, pues a mí no, a mí nadie me faltó al respeto. También tenía una educación muy rígida de mi mamá. Y también es el cine que uno escoge, a muchas películas les dije que no.
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