Ángela Aguilar sale al escenario y de inmediato demuestra cadencia y seguridad. Aún no comienza a cantar y el público ya es suyo: su agradecimiento a la Feria del Caballo por dejarla mostrarse por primera vez en este palenque desata un griterío acompañado de aplausos y chiflidos.
Es la ‘princesa de regional mexicano’, indica el video de su presentación y nadie contradice este título (y si alguien antes del concierto se atrevía a dudarlo, tras ver su despliegue artístico seguro cambió de opinión). Y Texcoco, minutos después de las 6 de la tarde, la recibe como tal.
La euforia de los espectadores, que ocupan el 90 por ciento de los asientos, siembra una sonrisa en el rostro de la cantante de 19 años, que heredó el talento de familia.
Su abuelo, Antonio Aguilar (1919-2007), se evoca a través de clásicos como Un puño de tierra y Lamberto Quintero. Su abuela, Flor Silvestre (1930-2020), dejó huella como la 'Reina de la canción mexicana'. Su madre, Aneliz Álvarez, de bajo perfil pero responsable de la estructura y el desarrollo artístico de su clan. Su hermano, Leonardo, creciendo como compositor y cantante. Su hermana, Aneliz, influencer de gran impacto en redes sociales. Su prima, Majo, consolidando su voz enfundada en un traje de charro.
Y su papá, Pepe Aguilar, referente del regional mexicano que esta tarde custodia a su hija desde la penumbra del túnel que da acceso al escenario.
Es un concierto de colores y recuerdos.
Primero, la princesa, engalanada con un vestido blanco plagado de bordados multicolores, pregunta "¿Conocen a Flor Silvestre?", y ante la respuesta afirmativa procede a conjurar a su abuela con un popurrí.
"Soy del mar espuma, soy triste lamento, yo soy basurita, soy basurita que arrastra el viento...", canta Ángela en memoria de su ancestra.
Un par de canciones después, lo familiar vuelve a guiar la velada. "Me encanta presumir a mi papá", dice la orgullosa hija antes de interpretar Prometiste.
La nostalgia vuelve con los primeros acordes de La llorona, que la propia Ángela reconoce como el tema que la dotó de reconocimiento y le brindó un impulso que a la fecha, con sus 9 millones de seguidores en Instagram y sus 11 millones en TikTok, no se detiene; dicha canción se acompaña de una bailarina con mascara de catrina que con sus movimientos hipnotiza.
Y vuelan los colores: cientos de papelitos caen desde la pantalla superior del recinto y, como mariposas, revolotean alrededor de la cantante que, sabedora de que tiene cautivo al palenque, se regocija.
Ángela se coloca en medio del escenario, frente al atril adornado con flores amarillas y, mirando a su público, comienza a cantar Te quiero para mí.
Entonces, como si se hubiera activado una alarma, los miles de fans de la nacida en Los Ángeles – aspecto que no demerita su vena mexicana – sacan y sostienen hojas de papel con una frase de apoyo: “Que nunca apaguen tu voz”.
Ella, al ver el palenque repleto de estos papeles, que ya no son solo eso, son extensiones palpables del gran cariño que la gente le tiene, no evita que las lágrimas se asomen por sus ojos.
“Que nunca apaguen tu voz, muchas gracias, de verdad, muchas gracias”, dice conmovida, perdiendo momentáneamente el hilo de la canción.
Pero retoma el temple y concluye el tema entre un estruendo de fervor que evidencia su estatus de ídola.
El resto de la velada, con una muestra de su maestría vocal ante los tonos agudos de La malagueña y la capacidad de unir miles de voces para Qué agonía, es puro disfrute.
Ángela Aguilar, en la Feria del Caballo, ajustó su corona de princesa. Y, si mantiene el tesón, no pocas veces puesto a prueba ante las polémica mediáticas en las que la envuelven, asoma un reinado inminente.
hc