En los días previos al inicio de Bahidorá 2025, Iñigo Villamil, su director, siente "mariposas en el estómago". Aunque el evento ya cuenta con una estructura sólida tras 12 ediciones - comenzó en 2013 -, el "nerviosismo" es latente entre el equipo, pero no de forma negativa, sino como potenciador creativo y emocional.
En entrevista con MILENIO, Villamil desentraña los eslabones de Bahidorá y resalta su 'valor añadido': ser un "festival-destino". Es decir, a la par de brindar una oferta musical versátil y vigorosa, donde comulgan leyendas y talentos en ascenso, resalta la experiencia comunal, artística y medioambiental en su paradisíaca sede, el parque natural Las Estacas, Morelos. "Va más allá del consumo, es participación inmersiva y colectiva; parece trillado, pero es más que un festival de música", afirma.
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Generar una conciencia medioambiental es muy importante para el festival.
"Es un esfuerzo que viene del producir un evento sostenible en materia ambiental, social y económica. Los tres ejes de la sostenibilidad. En lo ambiental nos hemos asociado con organizaciones que nos han orientado y ayudado a implementar programas sostenibles que realmente tienen un impacto: una política de compensación de nuestra huella de carbono, decisiones operativas como producir vasos de fécula de maíz, completamente compostables... Nos lo hemos tomado muy en serio, creemos que los festivales son poderosos agentes mediáticos; si implementamos estas políticas y criterios, se reflejan en el festival y el público adopta y entiende. Sembramos una semilla de conciencia".
El año pasado tuvieron una carpa de análisis de sustancias...
"Un evento sostenible es un evento que cuida a su comunidad. El análisis de sustancias es una práctica que nos parece de vanguardia, implementada hace décadas en festivales europeos con el fin de proteger a los usuarios. Nosotros no promovemos el uso de sustancias, de hecho lo condenamos, incentivamos a la gente a no consumir sustancias ilegales y con un consumo responsable de alcohol. Pero hay usuarios que deciden consumir y nuestro interés está en protegerlos. Es un punto de contacto donde la gente puede asegurarse de lo que va a consumir e informarse de los riesgos".
¿Qué áreas de oportunidad encuentras en la gestión de Bahidorá?
"Hay una brecha entre definir una política de sostenibilidad y aplicarla, asegurarse que todos los equipos la implementen y la integren en sus decisiones. Hemos estado sofisticando nuestra estrategia y estructura de sostenibilidad. Que digamos que están prohibidos los plásticos de un solo uso, los materiales de un solo uso para escenografías o activaciones de marca, que llegue el mensaje a ellos, que se les ofrezca información o alternativas para tomar esas decisiones. En esa comunicación interna hemos estado mejorando y construyendo mejores prácticas para que todos entiendan el mensaje y, una vez dentro del festival, monitorear e incluso establecer penalizaciones para quienes no cumplan sabiendo de las políticas".
Este año, del viernes 14 al domingo 16 de febrero, Bahidorá presenta una programación musical que, revela Iñigo, ha sido su favorita en comparación con ediciones previas porque es "completa y congruente"
"Este año nos dijeron que sí todos. Es un cartel que aquí, en Berlín, en Los Ángeles, Bogotá y Buenos Aires, lo pueden leer personas afines a este circuito musical y emocionarse", dice en alusión al talento del festival, que va de la leyenda del techno de Detroit, Jeff Mills, al trap de la tapatía Emjay, pasando por la cadencia del Frente Cumbiero , el misticismo acústico de Laura Itandehui y la exploración onírica de Floating Points.
De la participación de Los Askis, ensamble mexicano de cumbia andina surgido a mediados de los 90, el director resalta el carácter transgeneracional del festival: "Han estado hace décadas en el ecosistema musical nacional, pero eso no quita que van a montar un súper bailongo el domingo a mediodía. ¡Son de las mejores cumbias del país! No tienen que ser un acto novedoso o emergente para llamar la atención, y se siente congruente musicalmente".
¿Cómo te sientes al dirigir un festival como Bahidorá?
"Es un regalo de la vida, que me ofreció esta increíble oportunidad de dirigir un evento donde se toman muchísimas decisiones creativas, donde se lidia con muchísimas personas diferentes, desde músicos hasta cocineros o artistas plásticos... Una gigantesca comunidad de creativos que se junta para crear este momento tan único y especial. Es hermoso, después de invertir tanto tiempo y esfuerzo en crear algo efímero, pasar un momento ahí, tres días donde se concentra el trabajo y la pasión de todas estas personas. Es una satisfacción más allá de lo personal. No puedo decir que hago Bahidorá, yo puedo decir que lo dirijo, es un rompecabezas más grande. Esa sensación deshace el ego, se necesita de todos para crearlo".
Y la música, ¿qué te significa?
"Es mi pasión principal, mi espacio imaginario, mi escape de la cotidianidad y al mismo tiempo mi conexión conmigo mismo. Cuando escucho música me transporto a lugares más abstractos, de sentimientos, que no por eso son menos reales. Es una vía para conectar con lo divino, con lo sublime. Es provocadora, de comunidad. Un tema de conversación, un trabajo, un quehacer, una causa... Siendo que la música en vivo es de los transformadores más grandes del mundo, junto con el fútbol, porque es un arte muy especial, sobre todo si se experimenta en conjunto. A pesar de que es una industria difícil, de márgenes muy pequeños y esfuerzos muy grandes, de cosas que no controlas como el clima, un sacrificio que hacemos por construir estos momentos".
hc