La sonrisa se mantuvo en su rostro durante más de cinco horas. Él, que por su historia musical llega a cualquier escenario y atrae los reflectores, aquí, con un holgado traje blanco, tenis azules y el cabello despeinado, se desenvolvió como un espectador más, aplaudiendo y vitoreando a Luisa Almaguer, Mare Advertencia, La Bruja de Texcoco, Son Rompe Pera, Efe MalaFe y al resto de músicos que iban y venían por el escenario. Músicos procedentes de distintas partes del mundo que él se encarga de reclutar y que presenta con el nombre de África Express.
Él, Damon Albarn, líder de Blur y Gorillaz, fundó este ensamble multicultural en 2006 junto al periodista Ian Birrell con el objetivo de borrar los bordes geográficos, de género y edad a través de la colaboración musical. Y en un rol de director y maestro de ceremonias, lo presentó por primera vez en México como acto estelar de la edición 2024 del festival Bahidorá, en el paradisiaco – aunque por esta ocasión lluvioso – paraje natural de Las Estacas.
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El amanecer de Los Mirlos
Con los primeros pasos dentro del parque ubicado en el municipio de Tlaltizapán, Morelos, el calzado se llenó de lodo, testigo de la lluvia que cayó la noche del viernes sobre las casas de campaña de quienes acudieron al evento desde su día inaugural.
Por este clima, el sábado a mediodía imperaron las muecas de preocupación. ‘¿Y el sol?’, fue la pregunta de aquellos que con anticipación empacaron sus trajes de baño, bloqueador y chanclas para sumergirse en el río cristalino y las albercas artificiales.
Pero que no apareciera la luminosidad del 'astro rey' no significó la ausencia de calor: del escenario principal, Sonorama, que durante toda la jornada sabatina sufrió un retraso de 30 minutos, comenzó a transitar la energía gracias a las marimbas de Son Rompe Pera, proyecto originario de Naucalpan que el próximo abril aterriza en Coachella.
Y la siguiente presentación avivó la cadencia. El sonido cumbianchero y psicodélico de Los Mirlos hizo que decenas de espectadores, como una afrenta al frío, se quitaran sus calzados para bailar sobre el pasto recién acariciado por el diluvio.
La Cumbia de los pajaritos, emblema de la agrupación peruana nacida en los 70, sonó y marcó un antes y un después en el festival: a pesar de la abundancia de nubes, el sol se asomó en forma del vigor colectivo, sonrisas, brincos y cervezas. El amanecer de Los Mirlos impregnó a Bahidorá.
La tarde
Cientos de tiendas y carpas colorearon un lienzo de pasto y árboles llamado Camp A, zona por la que los visitantes pagaron 990 pesos (la más económica del evento; la más cara era Amatista Glamp Suite, de 7 mil 890 pesos por persona) para pasar las noches del festival. Con la residencia móvil establecida, nadie se quedaba más tiempo dentro: la música y la naturaleza llamaban.
Los caminos y puentes de Bahidorá, aunque nublados, asomaron colorido y bullicio. Desde el grupo de barbones que practicó slackline entre los árboles, hasta los veinteañeros que improvisaron clavados en una alberca llena de resbaladillas o las amigas que jugaron hula hula frente a un pequeño escenario donde previamente tocó Ali Gua Gua, sin olvidar los constantes abordajes de los vendedores de cerveza (un vaso lleno con dos latas de Corona valía 160 pesos), todos contribuyeron al ambiente festivo.
También los stands estimularon la alegría y preservación ambiental, eje del evento: la carpa rosa dedicada a las cosquillas y los masajes; el pequeño bazar de costosas prendas y collares; y el sitio que recolectó montañas de colillas de cigarro.
Mención aparte al espacio de Checa tu sustancia, un iniciativa del Instituto RIA que se enfocó en la "atención integral, anónima y sin costo a las personas que deciden consumir sustancias psicoactivas en contextos de ocio nocturno". Ante la inevitable presencia de pastillas de diversos colores, resultó valioso este foco de concientización e información sobre afectaciones a la salud y otros riesgos.
África Express
Al filo del ocaso, La Bruja de Texcoco y Mare Advertencia, como imponentes sacerdotisas musicales, salieron al escenario para comenzar ese ritual trotamundos llamado África Express. Los aplausos dieron la bienvenida a la primera canción, llena de elementos tradicionales oaxaqueños gracias al respaldo de Los Pream, músicos originarios de la Sierra Norte de dicho estado.
Los cuerpos se movieron y no pararon ante la embestida sonora que abarcó de las 18 a las 23 horas, aumentando su intensidad cuando se sumaron las voces y ritmos africanos de Fatoumata Diawara, Moonchild Sanelly y Olugbenga.
Aunque no todo fue perfecto, pues muchos espectadores sintieron cortos circuitos durante los abruptos cambios de sets: las vibraciones salvajes amainaron con esos intermedios techno-taciturnos.
Pero lo memorable prevaleció la mayor parte del acto, por ejemplo: cuando Luisa Almaguer, en un impecable vestido blanco, apareció junto a Damon en el escenario. Y así, con la ambientación lumínica rozando el azul y el purpura, y la noche también de espectadora, ambos interpretaron una versión lúgubre y emotiva de On Melancholy Hill.
O el momento en que Mare Advertencia, respaldada por las reverberaciones de los británicos Django Django, aprovechó el micrófono para hacer un reclamo que cimbró Las Estacas: "Queremos libertad pa' Palestina y justicia para América Latina y todos los pueblos del mundo. Que respeten su autonomía. ¿Qué se cosecha en una tierra que siembra sangre? Necesitamos cambiar esa violencia, necesitamos cambiar toda esa mierda. Queremos paz, pero primero justicia".
El cierre, con todos los músicos procedentes de América, África y Europa en la tarima, se vio - y vivió - como la mayor expresión de comunidad en Bahidorá; geográficamente distantes, pero unidos por esa pasión que es ir de un acorde a otro, de un agudo a un grave, de un verso a un coro, de una cumbia a un rap. Y Damon, con una sonrisa en el rostro, reverenció a sus iguales.
La noche
La mujer de la barra se carcajeó ante la pregunta de si valía la pena la paga por estar desde el jueves trabajando aquí. Aunque aclaró que el festival no es quien la contrató, sino una empresa que presta sus servicios para convocar personal. Luego, dijo que estaba cansada, pero lo suyo era "de aguante", pues con el avance de la noche también se incrementaron los clientes que, además de cerveza, le pidieron tragos como el Black Mojito, de 190 pesos, o el Azulito Tradicional, de 200 pesos.
En diversos puntos de Las Estacas, las fogatas crecieron para calentar a los friolentos e iluminar los caminos de aquellos energizados gracias a lo actos de escenarios alternos al principal, como el latin club de Danny Daze en El Cubo o el dembow sombrío de Mediopicky en La Estación.
También varias mentes volaron ante esa instalación de luz - perteneciente al Circuito de Arte del festival - ubicada frente a La Estación: una especie de láser que, valiéndose a un dispositivo que soltaba humo, proyectó un túnel onírico capaz de hacer olvidar la visita a la cercana área de baños tipo SaniRent.
Entonces, el reloj anunció las 22 horas, tiempo que los feligreses del baile marcaron en su itinerario: el set de Rosa Pistola. La DJ nacida en Colombia, pero formada en los barrios del Valle de México, no decepcionó: desde su primera canción invocó al canto y al perreo sucio. Y lo que comenzó como un notable grupo de escuchas se convirtió en una multitud que, cumpliendo la profecía de Don Omar, quería 'la canción que causa en sus cuerpos esa sensación. Reguetón, piden reguetón'.
El anochecer de Flying Lotus
Un sábado que comenzó gélido solo podía acabar en el extremo puesto: entre el fuego. Y el encargado de encender la antorcha fue el DJ y rapero californiano Steven Ellison, que escudado en el mote de Flying Lotus ha agitado y cautivado a sus escuchas desde que irrumpió en 2006 con el disco 1983.
Tras el rápido acomodo de su escenario, que consistió en varias pantallas repartidas al frente de su cabina y otras dos con forma de torre ubicadas a los costados, el músico se presentó con una canción donde dejó claras sus intenciones de profanar sentidos.
Lotus, que se proyectó como una pequeña sombra entre sus visuales lo mismo pirómanos que dignos retratos de conexiones neuronales, no fue in crescendo: desde el principio azotó, a la mitad azotó y hasta el cierre azotó la estabilidad del público en pos de reacciones: bailes, muecas anonadadas, gritos, movimientos oscilatorios de cabeza, brincos... todo era válido. Y todo ocurrió.
Pero entre tanto ruido y furia ocasionalmente afloró la ternura, principalmente cuando tomó el micrófono y recordó a su 'hermano', el fallecido rapero Mac Miller.
Pasada la medianoche, Lotus finiquitó su set. Y aunque Tainy, otro de los nombres pesados de esta edición, aún faltaba por subir al escenario para dar un gran cierre soltando las pistas que ha trabajado con referentes del reguetón como Bad Bunny, muchos se fueron a sus casas de campaña para estar activos desde la primera presentación de la jornada dominical o fluyeron hacia el techno nocturno convencidos de que la lluvia de Bahidorá 2024 valió la pena por secarse mentalmente ante el genio californiano.
hc