Su instrumento, el corno francés, una pieza de metal que le ha dejado enseñanzas de vida, experiencias qué compartir, sobre todo a sus alumnos, se trata de Arturo Ortiz Sánchez, segundo corno de la Camerata de Coahuila, orquesta a la que arribó hace diez años y que lo arropó hasta hacerlo sentir todo un lagunero.
Félix Arturo nació en Santa María Tonanitla, Estado de México, un lugar con mucha tradición musical al contar con gran cantidad de bandas de pueblo, una de ellas, la “Banda de los Hermanos Ortiz”, con más de 90 años de tradición familiar.
De abuelo clarinetista, padre saxofonista y tío trombonista, Arturo Ortiz tenía tendido el destino frente a sus ojos, pero no fue hasta los 14 años que impulsado por sus padres, empezó a incursionar en la música, primero con la familia, tocando algo de huapangos, temas como la Marcha Eslava de Tchaikovsky, o“Poeta y campesinos” y “Caballería ligera” de Franz von Suppé.
“No me gustaba la música, creía que la música clásica era para gente grande. No tocaba ningún instrumento aunque tuviera familia cercana de músicos, pero luego la música cambió mi vida porque no hacía nada productivo en ese entonces. Fue cuando mis padres me metieron a la música a los 14 años y la música puso disciplina en mí”.
Comparte que se convirtió en el corno de la banda, sin embargo, sus participaciones eran como acompañamiento a los demás instrumentos y no tenía el protagonismo que quisiera.
No fue hasta que escuchó el vibrante sonido de aquellos cornistas que invitaban en presentaciones especiales, que Arturo Ortiz quedó pasmado y maravillado por la clase de sonido que emanaban.
Llegó el momento de ingresar en el Conservatorio Nacional de Música en la Ciudad de México, un paso importante en su vida que daría gracias al impulso de su madre que lo alentó a seguir y hasta le compró su primer corno, ese que aún conserva como un tesoro y que se convirtió en su compañero de trabajo en las primeras apariciones frente a una orquesta.
“Mi maestro Ezequiel Mendoza me enseñó muchas cosas de música y también de vida. Fue quien me dio la oportunidad de tocar en una orquesta, en la Filarmónica de Acapulco, como corno extra. Tras la invitación no dudé en aceptar y más porque era Acapulco, yo ni conocía el mar”, compartió entre risas.
Tras varias audiciones donde no se conseguía el puesto, el destino lo llevaría a la Banda de la Policía Federal, luego en el Quinteto de Alientos de la Universidad de Colima donde duró medio año, después a la Sinfónica de Puebla, un interinato en la Sinfónica de Guanajuato y finalmente a la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Chihuahua, lo que sería la antesala a su arribo a la Camerata de Coahuila.
También ha participado como corno extra en orquestas como la Orquesta Sinfónica de Hidalgo, la Orquesta de Cancún y la Orquesta de Mérida, la Orquesta Internacional de Morelia, así como diferentes orquestas juveniles.
“Al llegar a la Camerata no fue lo que esperaba, fue mucho mejor. La orquesta desde el primer ensayo suena muy bien, mucho más en los conciertos por tener músicos de nivel impresionante. Esto me motivó a tener un instrumento nuevo, a traer a mi familia, aunque había inseguridad hace algunos años ahora me gusta mucho Torreón y aquí me quedo ya”.
En sus primeros años como maestro de corno en Torreón era visible la falta de interés de jóvenes músicos por desarrollarse en este instrumento, en tanto, al salir diferentes programas culturales como orquestas nuevas llegaron también aquellos nuevos talentos cornistas.
“Destaco mucho la versatilidad que tiene el corno, un instrumento que pensaba, era sólo de acompañamiento, pero descubrí la importancia del corno francés en la música clásica. Para darle más protagonismo formamos el grupo “Cornos del Desierto”, comentó Arturo mientras añadió que sus alumnos coinciden en que el sonido del corno los hace vibrar, les saca escalofríos.
Compartir sus conocimientos a las nuevas generaciones de músicos es una noble acción que Ortiz aplica con el agregado de transmitirles buenos consejos para ser buenas personas, sobre todo, que lo recuerden como un maestro que dejó huella en su enseñanza.
“A mis alumnos les enseño, no como me enseñaron a mí, sino como me hubiera gustado que me enseñaran. La música debe generar confianza, no sólo al tocar, sino al hablar al escuchar. Siempre recalco a mis alumnos qué clase de persona desean ser en la vida”.
Arturo tiene entre sus alumnos a sus dos hijos, a quienes va encaminando en el mundo de la música y hasta tiene preparado formar un cuarteto de cornos junto con su compañero de Camerata, Juan Caltzontzin. “Cuando yo no esté, me gustaría que mis alumnos mencionen algunas de las enseñanzas que les dejé”, finalizó.
EGO