Al hablar de un "sueño musical", el cantautor colombiano Duplat no se refiere a grandes escenarios, festivales, colaboraciones o apariciones en televisión y portadas de revistas; para él, esta idea conlleva profundidad creativa: "Plasmar una visión artística tal cual la imaginas".
En entrevista con MILENIO, el artista afirma que está haciendo todo lo posible para llegar a dicha meta, partiendo de un enfoque creativo certero, libre del ruido de las redes o las tendencias: "Si somos músicos, hay que dejar de fingir que somos influencers", sentencia.
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En 2024, Duplat experimentó un crecimiento en contenido e impacto a partir del lanzamiento de Mosaico Pirata, álbum de 15 canciones que parte de un pop "refinado, a la antigua, instrumental". Y donde tuvo a Uriel Dorfman, colaborador cercano del fallecido Gustavo Cerati, como ingeniero de grabación.
"El proyecto ha logrado situarse como una propuesta nacional nueva. La visión a futuro es prometedora, veo la posibilidad de volverlo masivo, crecerlo a otras escalas", externa.
Llevar una carrera musical en Colombia es difícil, sobre todo dentro de una corriente alternativa al género que predomina, el reguetón. Pero Duplat encontró tesón en la terquedad: "Soy terco con lo que hago, a pesar de que digan todos que está jodido. Creo que esa es la manera de llegar, porque los músicos que perseveran son los que llegan lejos".
Teniendo como principal aliado su talento al piano, el originario de Bogotá relata su comienzo sonoro como un hobbie que rápidamente pasó a ser "un proyecto de vida".
"La música es lo más importante que hay en mi vida, la pongo por encima de todo lo demás", afirma.
La masividad permite el crecimiento general de cualquier proyecto, por eso es la aspiración del colombiano, que disfrutó su camino por el circuito de foros y bares en Bogotá, pero "si vendes más boletos, puedes hacer todo más increíble". Sus pasos van bien, para muestra el concierto que hizo en Noviembre en la Movistar Arena Colombia, que tiene capacidad de 14 mil personas.
De estos tiempos donde el consumo musical se rige por plataformas de streaming, datos y tendencias tiktokers, el músico dice que está en paz con el algoritmo, porque si no "se vuelve una tortura; de corazón, no me gustan las redes, pero he aprendido que hay que usarlas porque son las herramientas para difundir".
"Antes un artista hacía rock and roll y le conseguían las cosas. Ahorita el mundo está tan saturado de información que uno tiene que estar en todas partes al mismo tiempo; cuando un artista no está a la vanguardia de todo su proyecto, se da cuenta la gente. Creo que estamos en un punto donde la industria no se ha acomodado a las nuevas tecnologías tan rápido y el peso siempre cae en el artista", reflexiona.
Partiendo de lo anterior, nota que hay músicos que están "jugando a ser influencers", lo que los distancia del foco: la música, entendida como una responsabilidad que va más allá de hacerla. "Hay que entender nuestro rol polifacético, ejecutarlo. Es la manera que podemos llevar a cabo nuestro arte".
"Siempre han habido artistas talentosos, pero ahorita es más difícil lograr visibilidad cuando tu discurso solo es ese. Creo que ahorita a la gente le gusta más lo conceptual; hay artistas que con su concepto venden. Pero yo estoy tratando de vender música, no un concepto o performance; aunque suena trillado, no es la mentalidad promedio de la industria hoy en día", revela.
Duplat se sincera. Cree que, en pleno 2024, un "acto revolucionario" es plantarse y decir: "Lo que hago es música, no voy a empezar a hacer canciones raras para ser relevante".
"He comprobado que hacer buena música sigue siendo llamativo; creo que si mi discurso gira en torno a la música, a buenos arreglos y músicos, eso funciona", comenta. Por eso su sociedad con otros talentos que priorizan el arte sobre la tendencia: Manuel Medrano y Juan Pablo Vega.
Al cierre de la charla con MILENIO, Duplat reitera que, a pesar de la prisa y las tecnologías de estos tiempos (como la inteligencia artificial), ve "esperanza" en que la música nunca perderá su capacidad de evocar sentimientos trascendentales entre sus escuchas y, sobre todo, su creadores.
hc