Ely Guerra, locura polifónica sin más instrumento que la voz

La artista regiomontana confiesa a M2 el dolor y la alegría de crear ‘Zion’, su primer álbum de estudio en una década.

El material fue escrito y producido por la propia cantautora. (Gustavo García-Villa)
El arte visual surgió de locaciones en Chapa de Mota, Estado de México, y será editado en CD y vinilo. (Gustavo García-Villa)
Ernesto Sánchez
Ciudad de México /

Compartir la mesa con Ely Guerra es importante porque de su amor por la cocina y de la pasión por crear aromas —es una gran chef y perfumista— sale su música. Y esta es una ocasión especial, pues escuchar Zion, su primera producción inédita de estudio en una década, requiere tener oídos y mente abierta porque este disco no se parece a nada. Usando solo su voz y faringe, y valiéndose de todos los sonidos que puede generar con ellas, La Guerra ha creado una experiencia sensorial que hay que escuchar para creer. Es en la sobremesa donde la regiomontana nos cuenta el proceso de crear un álbum durante seis años.

“Tengo que honrar aquí dos proyectos que me dejaron descubrir cosas. Uno fue El Origen, que fue un proyecto a piano y voz con un músico muy generoso, Nicolás Santella, fue una gran educación. Ahí empiezo a descubrir el poder de la voz como un instrumento distinto. Y al otro proyecto que le debo mucho es Travieso Carmesí con Alondra de la Parra. Enfrentarte a monstruos orquestales, ser dirigida por una mujer, estar con compañeras increíbles que tienen una educación musical, la cual yo no, fue maravilloso, y eso me hizo aterrizar en otros niveles de mi voz.

“Pero Zion lo que hizo fue alejarme de todo eso: la técnica, alcanzar una nota, aguantar el aire, entrar a tiempo. Toda mi vida irrespeté todas las normas musicales porque siempre he creído que el escenario a mí me transforma en otro animal y no hay forma de respetar el tempo. Obvio, respeto el tiempo de cada músico. Pero Zion no es eso, es otro animal, una necesidad de expresión muy personal, y me llevó a descubrir que la voz es un instrumento impresionante que tiene colores indefinidos, que tiene matices, que tiene dimensiones muy a profundidad que yo no había descubierto en otros momentos de mi carrera”, cuenta emocionada.

Cuando escuchamos su nueva producción musical, nos encerramos con Ely en su estudio mientras inhalábamos uno de los aceites esenciales que produce, llamado Tranquility y, con los ojos cerrados, cada uno experimentó sensaciones de júbilo y reconocimos la valentía de Guerra por no irse por el lado seguro; Zion no es experimental como tal, pero tampoco es una producción que se digiere a primera escucha. Es decir, como ha pasado con álbumes como Lotofire, se está adelantando nuevamente a lo que hay en la escena musical.

“Ir adelantada es algo que me ha hecho ver la industria. La industria me ha dicho que no acepta mi trabajo al 100 por ciento cuando lo entrego. Siempre es ‘Ely, ¿por qué me traes esto?’ Creo y percibo que mi carrera sigue siendo muy agradable, sigo cantando a público joven y contemporáneo, y continúo recibiendo halagos muy sinceros porque esta sinceridad está en el material y el ir adelantado, por así decirlo, me ha dado una estabilidad como músico en mi país. La gente me ve con credibilidad. Y eso es muy lindo. Y ahora lo veo con Zion. Y el primer sencillo hizo que algunos colegas me escribieran y me digan ‘¡Ely, qué hiciste!’. Eso me dice que hay modas y yo nunca he estado al ritmo de ellas”, confiesa.

Para Ely Guerra, crear un disco a pura voz en el que no hay loop ni trucos, sino que cada sonido de los miles que conforman el disco fue grabado —digamos— en layers, fue un riesgo que en algún momento la hizo dudar de lo que estaba haciendo. Sintió que se estaba echando un clavado al vacío.

“Es que, como dice Milo (Froideval, productor de su disco anterior), sé hacer cancioncitas con guitarra. Y hubiera sido muy fácil hacer un disco así, pero no hubiera sido congruente con mi edad. Conforme uno crece, tu música interior, tu sentido de percepción musical también cambia. Entonces simplemente obedezco al instinto musical natural. Eso me ha permitido a mí vivir cada etapa de mi vida, reflejarla a través de la música. Este disco no es como hacer un pastel, no hay receta y los ingredientes no se mezclan, sino que vas formando capa tras capa. Me di cuenta con el tema ‘Into The Desert’ de que entré por un momento a mi propio desierto: tenía sed, hambre, desesperanza, angustia y soledad, y no había fertilidad; entonces en la letra digo: ‘Exilio al frente no hay vuelta atrás’, es decir, ahí dudaba de si voy a entrarle a este proyecto, ya no había marcha atrás. Tomé una decisión de entrar en un momento especial del que no había de dónde agarrarse”.

Al escuchar Zion uno siente paz y tranquilidad. Es un disco espiritual sin duda. “Creo en Dios pero no en la religión porque esta te impide, te coarta; creo que es importante tener fe en lo luminoso. Es importante aceptar que hay un creador de todo esto y desde chica lo tuve claro: yo he sido dirigida por una voz interior que me dice: ‘vete por ahí’. Oye ‘pero está cabrón’ le digo a Dios, pero no voy sola”, dice entre risas.

Y ADEMÁS

UN DISCO QUE SERÁ TAMBIÉN TEATRO...

Zion será presentado los días 20, 21 y 22 de septiembre en el Centro Cultural Roberto Cantoral, porque Guerra quiere platicar el proyecto con el público antes de que puedan escuchar la versión de estudio que sale a la venta el 23. El álbum es además un proyecto visual que se acompaña de las fotografías de Gustavo García-Villa, los vestidos de Julia y Renata, y además será una obra teatral en 2020.

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