Joan Manuel Serrat le escribió al caminante que no hay caminos, sino que se hacen al andar; así él logró recorrer ya una senda de triunfo que lo regresó ayer a uno de los principales escenarios de la república mexicana, el Auditorio Nacional, a donde trajo la calidez del Mediterráneo a través de una interpretación gustosa y amorosa de canciones que son su emblema.
Desde las 20:25 horas, el catalán sin reparos soltó su poemario, ese que se convirtió en ineludible hace ya unos ayeres, desde aquel 1971, cuando los corazones tenían ansias de amar y de libertad. La musa que llegó al cantautor en Calella de Palafrugell seguramente sonrió al ver la entrega de miles de almas que lo aplaudieron desde el arranque con “Mediterráneo”.
“Buenas noches a todos, bienvenidos seaís a este concierto que hemos titulado Mediterráneo Da Capo, que es un término musical de origen italiano, que quiere decir ir de vuelta al principio, empezar de nuevo, esta es la pretensión que tiene este concierto, ir de vuelta a repasar de principio a fin las 10 canciones que formaron aquel disco, que fue escrito en el año 1971”, dijo.
“En un pequeño hotel de la costa brava catalana y lo estamos haciendo para conmemorar, celebrar el 48 aniversario de su publicación. Es probable que alguno piensen que 48 no es una gran cifra, que no es redonda, que hubiera sido mejor esperar a los 50, que sí lo es, pero saben, no tengo el cuerpo para esperar hasta entonces”, continuó entre risas Serrat a su público.
Los aplausos no se hicieron esperar y sonaron aún más fuerte cuando les ofreció un consejo de corazón. “Me dije: Quién puede exigir para esperar esos años para celebrar la alegría de compartir emociones, la relación con el público y basándome en que la fragilidad de la vida nos hace pecar de prudentes, he decidido celebrar por anticipado y es algo que les recomiendo hacer a todos”.
“¿Qué va ser de ti?”, “Vagabundear”, “Barquito de papel” y “Pueblo blanco” se sucedieron al amparo de un biombo claro, de techo a pared, en el que se proyectaron peces, rostros, besos y una luz malva. En el turno de “Tío Abierto”, Serrat explicó que la inspiración no vino de un familiar, sino del empresario barcelonés, Alberto Puig Palau, mecenas del movimiento La Voz Divina.
Pero su revelación más pintoresca fue la del taburete a su lado, del que contó “era de Bocaccio, un hermoso lugar tapizado en rojo, de réplica modernista; es auténtico, les aseguro, yo lo robé”, contó para dar paso a “La mujer que yo quiero”, una de las más coreadas, y “Lucia”.
Acompañado de un guitarrista, un baterista, un bajista, una violinista, un tecladista y un pianista, Serrat hizo gala de su excelente humor y amplia cultura, antes de citar a Cervantes, jugó y negó que al hablar del más famoso de los manchegos se refiriera a Iniesta, Pedro Almodóvar o Sarita Montiel, sino que era Don Quijote, al que acompañó con su ritmo y lírica de “Vencidos”.
Para cerrar su viaje por la mitad de la tierra, ante la protesta, expresó: “¡Qué público más bueno, parece uno de sábado! De saber que aquí, hoy, iban a reclamar más canciones, le hubiera puesto otras al disco”, pero como no lo hizo regaló “Aquellas pequeñas cosas”, que le valió el aplauso de pie y “Mediterráneo”, en la que recibió un susto “casi de muerte”, aceptó.
Una fan logró burlar la seguridad y le entregó la carta que un ser querido le encargó darle al catalán como última voluntad, un beso cumplió la promesa de ella y respetuosa desapareció, así como quedó atrás el navegar de Joan Manuel, “cerca de las aguas del lago de Chapultepec, que hoy se convirtió en el Mediterráneo”, acotó.
Para seguir con su viaje, como el de Ulises que dejó Ítaca para luchar en la guerra de Troya, él no luchó, pero sí dejó su Barcelona para vagabundear por el mundo y llevar su cantar que en el Coloso de Reforma incluyó también “La Mer” (cover de Charles Trenet), “La Luna” y una de las favoritas, que unió a todos a una sola voz, “Cantares”.
“Plany al mar” sirvió para una reflexión y su “llanto” por los “sarcófagos (en el Mediterráneo) donde mujeres y hombres han pagado con su vida el intento vano de escapar de sí mismos”. Más animado, guitarra en mano, siguió con “Algo personal” y para refrendar su admiración por las mujeres, así como apoyo a todas aquellas maltratadas e ignoradas por la sociedad, alzó la voz con “Menos tu vientre”.
“Para la libertad”, que provocó emoción en los presentes”; “De vez en cuando la vida” y “Hoy puede ser un gran día”, en el que recibió otro aplauso de pie, fueron preámbulo para el furor de “Penélope” y luego armar literal una “Fiesta”, tras la que “llegó a puerto” con “Esos locos bajitos” y “Tu nombre me sabe a yerba”.
“Ojalá la travesía les haya llevado a vivir pequeñas emociones, como a mí”, se despidió Serrat, a las 22:15 horas.
LLG